La insumergible Iris Varela, por Sebastián de la Nuez - Runrun
La insumergible Iris Varela, por Sebastián de la Nuez

UNA PELÍCULA, LA INSUMERGIBLE MOLLY BROWN, retrataba a la activista feminista Margaret Brown, nacida en 1867, en todo su hermoso esplendor. Debbie Reynolds la encarnó en este biopic que se centró, desde luego, en la travesía del Titanic donde ella iba entre los pasajeros. Se comportó como una valiente, sobrevivió y siguió a la vanguardia en la lucha por las mujeres, los pobres y los mineros.

Iris Varela, alias La Fosforito, también es insumergible y anda a la vanguardia por los pranes de toda Venezuela. Ha debido ser internada, bajo cuidados intensivos, en el Psiquiátrico de Lídice hace muchos años, desde que le cayó a patadas a un diputado copeyano en la Asamblea Nacional. Pero no. Sigue ahí, a la siniestra de Maduro, ofreciendo ahora al contingente de 45 mil “privados de libertad” como defensores de la patria si los marines osan poner pie en playas o puertos venezolanos. Si están privados de libertad, como ella dice, habría que ver cómo demonios van a hacer para encarar a los marines. Quizás lo hagan por telefonía móvil, que suele ser el modo en que los presos criollos coordinan el secuestro, la extorsión y el crimen desde el encierro.

Iris Varela es auténtico material humano moldeado por el comandante Chávez en sus momentos estelares. Es un producto no contaminado de la era bolivariana, un prototipo, una ecuación de carne y hueso. A estas alturas de 2019 continúa mandando, planificando, anunciándose en letras doradas, desbordada de afán revolucionario. Si hay un hombre nuevo también debe haber una mujer nueva, y ella la representa. Para Chávez, en su cargo al frente del pranato nacional, era la propia Madre Teresa de Calcuta nacida en el Táchira. La consagró.

Ha resultado insumergible. Se hundieron muchos ministros o colaboradores directos de Chávez con la llegada de Nicolás (y Cilia, ojo) al poder, pero ella sigue. Persevera, incombustible. Para dar una idea de su condición anfibia: viene desde los tiempos de la conversión de Miraflores en universidad, de la constituyente económica como vía para salir del modelo rentista petrolero, del programa de mantenimiento de ciudades, pueblos, caseríos y carreteras y del plan de emergencia alimentaria coyuntural con su correspondiente red de comedores populares.

Cuando el 19 de agosto de 2000, al juramentarse por tercera vez como mandatario, el golpista juró que transformaría el «modelo económico salvaje» o dejaría de llamarse Hugo Chávez, ya Varela andaba por los alrededores del poder con su amigo el de la lista. Viene del eje Orinoco-Apure, del MBR-200, de cuando Ismael García todavía era chavista, de cuando Chávez se llenaba la boca de flores y todo el mundo se lo creía o celebraba sus tremenduras como aquella desdichada alusión a Marisabel.

Viene de la oscuridad y hacia la oscuridad va. Mientras compañeros suyos de generación y de gabinete han sucumbido, sigue en su cargo como ministra de prisiones. Iris Varela es la misma que acuñó el término “sorprendimiento” y la Real Academia de la Lengua calló seguramente porque dio el caso por inútil. Mafalda tuvo a su Manolito. Venezuela, su Fosforito.

De todos los crímenes cometidos por el régimen chavista, el de las cárceles es paradigmático. En este sector, casi como en ningún otro, se aprecia plenamente una clave: tomar un problema nacional, grave y delicado, y llevarlo a unos confines de empeoramiento dantesco. No hay alquimia en el procedimiento, sino locura.

Una de las primeras cosas que hizo la Fosforito fue echar a una de las pocas ONG que invertía recursos y gente, sin costo alguno para el Estado, en reeducar a los reclusos, rescatándolos para un oficio, señalándoles alternativas en la vida. Esta ONG era la Confraternidad Carcelaria de Venezuela (parte de la Pastoral Penitenciaria). Venían haciendo, sus voluntarias, un trabajo de hormiguita en Yare, El Rodeo y otros lugares. Llegó la anfibia y mandó a parar.

@sdelanuez