La banalización de la tragedia - Runrun
Alejandro Armas Abr 26, 2019 | Actualizado hace 2 semanas
La banalización de la tragedia

NO PUEDO CREER QUE ESTÉ ESCRIBIENDO ESTE ARTÍCULO. Parece mentira que casi ocho décadas después de que el naufragio de la República de Weimar culminara con el ascenso de Hitler al poder uno que tenga que estar recordando a otros cuáles fueron los horrores del nazismo. Cada 27 de enero, cuando se celebra el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, no falta quien diga que es ridículo y fastidioso insistir en algo que “todo el mundo ya sabe”. Pues no. Cada vez hay más señales de que estos esfuerzos deben ser redoblados. Los chalecos amarillos que han hecho estragos en los Campos Elíseos están acosando a hebreos franceses. Este Domingo de Resurrección un grupo de personas quemó a un “Judas” claramente identificado como un judío ortodoxo en una localidad polaca. Son solo dos ejemplos.

Sin embargo, hay casos más sutiles en los que se pone de manifiesto falta de sensibilidad hacia los sufrimientos por los que han pasado los descendientes de Jacob (hablo metafóricamente, pues soy agnóstico). Eso es lo que ocurre cuando personas que no son objeto de ningún tipo de persecución se refieren a sus detractores como “nazis”, “neonazis” o algún otro término derivado del nacionalsocialismo, y se identifican ellos mismos con las víctimas del Holocausto. En Venezuela es harto conocida la caracterización de los opositores a los regímenes de Chávez y Maduro como “fascistas” y, aunque en menor medida, como “nazis”. Maduro ha comparado incidentes en los que miembros de la elite gobernante son increpados en público con el trato que el Tercer Reich daba a los judíos. Si mal no recuerdo, en una ocasión la televisora pública equiparó estos episodios con la Noche de los Cristales Rotos. Nada que sorprenda. Después de todo, el chavismo sostiene que sus problemas diplomáticos en América Latina son una especie de reedición del Plan Cóndor, lo cual supone una falta de respeto absoluta a la memoria de quienes fueron asesinados en aquel baño de sangre.

Mucho más inesperado es ver que un dirigente opositor abuse del recuerdo del Holocausto. Hace casi dos semanas, circuló en redes sociales la imagen de un “tuit” emitido por Henrique Capriles, en el cual el exgobernador de Miranda se refirió a otros opositores, con los que ha tenido desencuentros amargos, como “secta neonazi”. El mensaje habría sido borrado poco después de su publicación. Si bien es cierto que imágenes de tuits falsos aparecen a cada rato, hasta donde sé Capriles no desmintió que aquel fuera de su autoría.

Sé muy bien que todos los días Capriles es objeto de ofensas, algunas de ellas bastante soeces y viles. No obstante, me cuesta imaginar un político de su talla que no pase por eso. Un dirigente no puede reaccionar ante sus críticos comparándolos con los adeptos de Hitler. Ni siquiera si esos críticos se rebajan al nivel de zafios. A quienes solo lo cuestionan tiene que responder con argumentos que desarmen dichos cuestionamientos, siempre que esto sea lógicamente posible, y de lo contrario, reconocer el error o, al menos, guardar silencio y reflexionar. A quienes le gritan vulgaridades, lo mejor es ignorarlos, o llamarlos como lo que son: neandertales. Nazis, jamás.

Naturalmente, muchos opositores que no son precisamente admiradores de Capriles se sintieron ofendidos. Hay, empero, un detalle. El grupo al que el dirigente de Primero Justicia ha llamado antes “secta” incluye a unos cuantos venezolanos que han abrazado un conservadurismo bastante marcado. Las redes sociales han sido canal para sus diatribas contra los blancos predilectos del conservadurismo occidental: el islam, el movimiento Lgbti y, por supuesto, las feministas. En una oportunidad anterior, esta columna examinó la furia conservadora contra el feminismo, la cual hoy vuelvo a traer a colación debido a la forma alegre en que se refiere a sus militantes con la odiosa expresión “feminazi”. Quienes se sintieron aludidos por el tuit de Capriles pero se divierten igualando a las feministas con los integrantes del difunto Nsdap no tienen nada que reclamar.

Parece que, como en la misa, es justo y necesario repasar cuáles fueron esos delitos usados como referencia en el siglo XXI para describir actitudes opuestas a las propias. Me voy a limitar a las cifras del genocidio, pues por razones obvias de tiempo y espacio no puedo elaborar un catálogo de todos y cada uno de los crímenes. Los nazis masacraron a alrededor de seis millones de judíos en doce años. El grueso de la matanza ocurrió en los apenas tres años comprendidos entre la Conferencia de Wansee (cuando se decidió la “solución final”) y la liberación de los campos de extermino por los Aliados. Estamos hablando de aproximadamente dos tercios de la población hebrea en el Viejo Continente. En Polonia, donde los nazis construyeron Auschwitz, Treblinka y otros sitios cuyos nombres hoy son sinónimos de horror, más o menos 90% de los judíos fue eliminado.

Y esto es solo lo que les tocó a quienes impusieron portar una estrella amarilla en el pecho. Los nazis también asesinaron sistemáticamente a: miembros del pueblo roma (despectivamente llamados “gitanos”, eslavos, hombres homosexuales, testigos de Jehová, militantes de la oposición (sobre todo comunistas) y personas consideradas “incurablemente enfermas”. En total, la persecución nazi acabó con unas 17 millones de vidas, según cálculos del Museo del Holocausto (en Washington).  Diecisiete millones de asesinatos. Eso es más de la mitad de la población de toda Venezuela. Pudiera ser incluso dos tercios, considerando la estampida migratoria de los últimos años.

Espero que quede claro lo que quiero decir. Aunque los adversarios de un político se ensañen verbalmente contra él , no hay que equipararlos con los perpetradores de semejante hecatombe. Asimismo, si a usted le molesta que las mujeres exijan las mismas oportunidades y derechos que los hombres, pues esa es su prerrogativa. Pero llamarlas “feminazis” es una barbaridad. Por supuesto, no caeré yo en lo mismo ni diré que el uso a la ligera de “nazi” y sus derivados es comparable con actos antisemitas como los relatados en el primer párrafo. Sin embargo, una falta menor no deja de ser una falta. Los abusos lingüísticos comentados hoy degradan el recuerdo de la shoah (la “destrucción”, como en hebreo llaman al Holocausto) , aunque esa no sea la intención de sus emisores.

Nietzsche lamentó, en El nacimiento de la tragedia, la eliminación del justo equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre lo racional y lo irracional, en las artes a partir de lo que el filósofo teutón consideró la decadencia del teatro griego con Eurípides. Desafortunadamente, otra tragedia, una muy real, está siendo banalizada hoy. Si no se llama la atención al respecto, podríamos estar muy pronto en una bacanal de bajas pasiones que tome las riendas del discurso político. Mientras, fanáticos religiosos masacran a cristianos en iglesias de Sri Lanka. Mientras, un degenerado asesina a musulmanes en una mezquita Nueva Zelanda. Mientras, un racista mata a judíos en una sinagoga de Pittsburgh. Mientras, los verdaderos nazis y sus verdaderos equivalentes siguen en lo suyo.

 

@AAAD25