Con violencia a sangre y fuego, por Armando Martini Pietri

No importa cómo lo veamos, ni cómo comenzó. No incumbe que el rojo gobernador carabobeño haya regresado de su viaje rasgándose las vestiduras y despidiendo a unos funcionarios policiales, quizás no culpables, pero sin duda responsables. No concierne que el oportuno –pero no consecuente fiscal general nombrado por la cubana constituyentemente haya despertado de su letargo y con su cara permanente haya prometido investigaciones. Todo eso es necesario, pero no es lo importante.

 

Lo que demostró la carnicería en la sede de la Policía de Carabobo es otro ejemplo de la que se ha convertido en Venezuela una política revolucionaria de la violencia, balazo y fuego como políticas de Estado, tipicidades de un país que dejó de ser pueblo y civilización para transformarse en una revolución que ha hecho del derrame de sangre, la amenaza feroz e indiferencia ante la vida sus elementos de persuasión.

 

No es la primera vez que sucede, y con este concepto bolivariano no será la última lamentablemente. Comenzó, por ponerle una fecha de estreno, con los fusilamientos sin juicio ni preguntas, a dedo, ordenadas por ese imbécil mal concebido transformado en “héroe” de fotografía y verdugo ejecutor por gusto que se llamó Ernesto “Che” Guevara, que inició el régimen castrista asesinando a diario por decisión propia, un dios tropical de una justicia aberrante, aunque, sin la menor duda, con el respaldo y aprobación de esos otros asesinos, represores, violadores de los Derechos Humanos y torturadores que han sido los hermanos Castro Ruz y sus bandidos cómplices.

 

Se vió con pretextos abstractos de rebelión con el sandinismo nicaragüense, con los milicianos de Noriega en Panamá. Ni siquiera los implacables sinvergüenzas militares golpistas de Chile, Argentina y Uruguay han torturado y matado a tantos hombres y mujeres en América como el comunismo en el poder.

 

El chavismo, fiel y entregado discípulo en Venezuela, ni iba a ser ni ha sido menos.

 

Se estrenaron atacando con ametralladoras y granadas en mano una residencia presidencial donde no estaba el Presidente al cual se proponían liquidar, sino su esposa e hijas acompañadas por unos cuantos y desprevenidos guardianes civiles y militares. Derramaron sangre, atemorizaron a todo el vecindario, pero no fueron capaces de derrotar a aquella dama extraordinaria que supo defender su hogar, su casa.

 

Con tanques a disposición y soldados bien armados, derrochando balas y ferocidad, fueron incapaces de adueñarse del Palacio de Gobierno y el propio Presidente, objeto de todo ese feroz, ruidoso e inútil ataque, se les escapó por una puerta que los pedantes comandantes no supieron prever, y, sin una simple pistolita, los derrotó hablándole de madrugada al país.

 

Meses después lo intentaron de nuevo, esta vez con dos oficiales superiores al mando –uno de ellos después oculto empleado público ahora un desfachatado, oscuro y silencioso candidato presidencial- y con el control de la aviación militar, su gran triunfo fue unos cuantos ametrallamientos de pavimentos, bombardear su propia base y asesinar a mansalva en Venezolana de Televisión empezando por matar a tiros a un humilde e inofensivo portero. La gran hazaña de ese 27 de noviembre fue escaparse al Perú, largo vuelo con el rabo entre las patas.

 

Disparando mentiras, chapoteando sobre una dirigencia política desconcertada, desgastada y rotas sus relaciones con la ciudadanía, llegaron al poder para, a lo largo de ya casi 20 años, no haber cumplido nada de lo ofrecido para el bienestar popular, ejecutando por la fuerza y renovación semanal de las mentiras todo lo no prometido, lo escondido.

 

Han manejado al país entre asaltos a la propiedad privada, agresiones a la iniciativa, destrucción de la economía, persistencia en los errores. Insólito y absurdo que hoy, después de todo lo sucedido, ciertos politiqueros de la MUD/Frente Amplio conjuntamente con el Frente Amplio Legitimador Chavistas Oportunistas Nacionales, se presten apoyar la ignominia de una elección irrita y fraudulenta. ¡Qué vergüenza!

 

A Chávez lo mató un cáncer mal manejado por una medicina que hace tiempo ya, no es lo que afirma ser y en cambio constituye una enorme hipocresía científica reservada, además, para los poderosos seducidos por la falsedad; pero ese cáncer, lo salvó de los dolores de su propia agonía política que ya asomaba.

 

Angustia que heredó, porque a Chávez y los Castro les dio la gana, el hombre más sumiso, obediente pero menos capacitado para planificar y ejecutar terapias intensivas, ahora es su propia tribulación la que avanza entre criptotransfusiones y medicamentos económicos piratas que, en vez de mejorar, empeoran, como aquellos sangramientos y aplicaciones de sanguijuelas de la Edad Media.

 

Sólo en una política han sido persistentes. La de la violencia, disparo a quemarropa, granadas e incendio criminal como respuesta y solución para todos sus errores, sin comentar las violaciones permanentes a los Derechos Humanos y la Constitución de la República. Los muertos de la sede de la Policía de Carabobo son sólo otro brutal capítulo del libro maldito de la intimidación y fanatismo como remedio para todo.

 

@ArmandoMartini