A mis panas del colegio... por Orlando Viera-Blanco
A mis panas del colegio… por Orlando Viera-Blanco

“A  mis hermanos del colegio les digo que jamás he dejado de estar orgulloso de ustedes. Son la vida compartida que cada día alimenta mis ímpetus, mi cabeza y mi corazón para ser quien soy y estar donde estoy…” 

NO ES FÁCIL DEDICAR UNAS LÍNEAS con quienes has dado tus primeros pasos o aprendiste a leer, escribir, correr y jugar pelota. Los amigos del colegio más que amigos, son tu niñez, tus recuerdos, tus vivencias más puras y genuinas. Tu primera travesura. Tu primer beso, tu primera medalla, tu primer amor. Y con ese sentimiento escribo esta pequeña historia de Venezuela que es historia propia…nuestra.

A CONFESION DE PARTE…HIPOTESIS VALIDA.

Os confieso que este ensayo nace por comentarios de algunos camarillas de pupitre en primavera, por mi salida del chat del colegio. Me fui por un tema banal: Mi celular colapsó. Y para aquellos que no somos millenium, la disnea de un smartphone sin memoria ¡era no existir!

Las conjeturas no se hicieron esperar. “No nos quiere. Siempre le molestó que corriera más que él. ¡Que tiene Almagro que no tenga yo!”. En fin. El screenshot se cruzó  con una investigación que venimos haciendo por más de 14 años con el profesor José Vicente Carrasquero…Nada más y nada menos que precisar los orígenes de nuestros desencuentros, carencias  y fracturas grupales, culturales. Y este incidente validó mi hipótesis como ninguna otra data. Un focus group que vino-comedidamente-como anillo al dedo, para explicar como nuestra frágil y noble casta criolla padece de una profunda e irredimible herida histórica que impide soldar lazos identitarios. El reconocimiento, el perdón y el orden republicano.

LAS CARENCIAS:  ¿HEREDADAS O PROPIAS?

Ana Teresa Torres-psicólogo-en su ponderada visión intelectual e histórica supo fotografiar en su obra-La herencia de la tribu-el ADN del venezolano heredero de una gesta inconclusa que sólo podrá conseguirse bajo la égida del militar, del combatiente eterno que aún persiste en su ideal de libertad. “El venezolano de ayer y de hoy se siente preso, esclavo de una condición de minusvalía, y va como el pueblo judío errante esperando un mesías (Dixit ALFREDO YANES)”.

Ese atasco de involución lacerante (locus de control externo) resta. No suma. Desde la cosiata (1828) hasta Gómez, Venezuela fue devastada por montoneras de una crueldad indescifrable. Perdimos un tercio de la población…La ilustración de Juan Germán Roscio, Francisco Javier Yanes o la universalidad De Francisco de Miranda y Andrés Bello fueron arrastradas por el resentimiento iracundo e indómito de Boves, Hernández o Zamora. Al decir de Pocaterra,  saltamos de una república ilustrada adecadencia anticipada.

Nuestro ADN histórico, social e intelectual comporta inmensos sufrimientos. Distensiones que nacen de un proceso de independencia reducido a la pantomima de un ‘no’ desde una sotana (José Cortés de Madariaga) en la retaguardia de un realista pusilánime que “tampoco quiso mando” antes que enaltecer aquella capitanía con un mínimo de honor y resistencia. Caldo de cultivo a la desesperanza aprendida, la ingravidez intelectual (intolerancia), baja autoestima grupal, la ofensa como argumento, la envidia como defensa y la frustración por el taita que no llega, que se va, que nos rechaza, que nos deja. De allí convertir “una gesta republicana inconclusa” (Ana Teresa Torres) en una gaita hay sólo un paso.

LOS AMO A RABIAR. PERO NO LO HE SABIDO DECIR.

Algunos panas del colegio plantaron cara porque “los dejé”. Tienen razón. “El abandono” de una comunidad tan propia como la colegial es renuncia, desánimo, decepción. Por ello ofrezco disculpas y vuelvo a izar velas. Sin embargo como toda experiencia-amarga o sutil, buena o mala-debe traer un aprendizaje. Cuidado con esos reflujos históricos que nos llevan a decir o escribir lo que no sentimos. Y mantengamos siempre la nobleza de la buena reflexión, también muy típica de la venezolanidad. El flaco ripostó: «Pero Nano [Orlando] es nuestro gran amigo con quien compartimos buenos y malos momentos en el colegio. Actualmente mantengo muy buena comunicación con él y celebro su buen desarrollo profesional en ámbitos internacionales con la responsabilidad que ahora tiene en sus manos. Y en pocas palabras hagamos una colecta-sic- ¡y comprémosle un celular! ». Eso…

NO APRENDEMOS PARA LA ESCUELA SINO PARA LA VIDA.

La nobleza del pueblo venezolano es infinita. Pasamos de la intolerancia o la histeria iracunda al buen humor y el estoicismo como ninguno. Somos cómo espuma de una ola que después que revienta llega suave y cariñosa a la orilla.

A mis hermanos del colegio les digo que jamás he dejado de estar orgulloso de ustedes. Son la vida compartida que cada día alimenta mis ímpetus, mi cabeza y mi corazón para ser quien soy y estar donde estoy. No sólo un quijote en escenarios de cedro y cuero, sino en la vida cómo hijo, padre, hermano o ciudadano.  Son nuestras reminiscencias las que me dan fuerza para recuperar nuestra libertad. Es recordando esa Venezuela de travesuras, amores y desamores del Instituto Escuela-bajo el copo de luz avileña-que llevo por el mundo un mensaje de luz y de amor. Porque ese es nuestro emblema: un niño en actitud de correr que llevando en sus manos un ramo o una guirnalda de flores nos dice: Non scholae sed vitae discimus: “No aprendemos para la escuela sino para la vida”. Y callo ya. Os quiero inmensamente, sin acritud…

P.D. ¡ No olviden enviarme mi celular…!

@ovierablanco