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Opinión

Revoluciones y purgas

Alejandro Armas
08/12/2017

MaduroyRamírez

 

En un primer momento, las noticias no debieron llamar la atención de muchos, puesto que los nombres de gerentes de Pdvsa leídos por Tarek William Saab en una lista de detenidos y acusados por corrupción eran desconocidos para la enorme mayoría de los ciudadanos. Pero luego empezaron a figurar identidades de mucho más renombre: Eulogio del Pino, Nelson Martínez, etc. Estamos hablando de personas que hasta hace nada eran miembros de la omnipotente elite oficialista, y de la noche a la mañana pasaron de esa sabrosa posición a un calabozo militar. Les tocó la “operación tun tun”, expresión aborrecible con que el grupito gobernante, del que ellos mismos eran parte, ha intentado dar un toque humorístico a los allanamientos que siembran el terror entre sus opositores.

Pero además, los notables capturados eran de esos gerentes chavistas con gestión inmaculada. Tenían en su carácter revolucionario una licencia para ignorar cualquier cuestionamiento o exigencia de rendición de cuentas. Porque este un proceso político perfecto que ha llevado a Venezuela a ser toda una potencia mundial y solo un imbécil es incapaz de darse de cuenta de ello. Sin embargo, es perfectamente normal que en un dos por tres les decubran a sus protagonistas las mil y un triqiñuelas y de héroes de la patria se conviertan en villanos y agentes del imperio, la derecha y otras fuerzas oscuras. Bueno, más o menos eso es lo que esperan que todos los ciudadanos razonemos. Quieren que seamos como autómatas programados para aplaudirles todas sus acciones y, en este caso particular, los reconozcamos como habilísimos detectores de trampas y guerreros intachables contra el vicio. Porque solo alguien así de limitado es capaz de pasar por alto que, aunque los robos denunciados sean de larga data, Nicolás Maduro les confiara responsabilidades  de primer orden a Del Pino y Martínez en la principal industria del país y se deshiciera en elogios hacia ellos hace apenas unos meses.

Luego llegó el turno de Diego Salazar. De nuevo, los ciudadanos bien informados tuvimos que ver con estupor a varios jerarcas rojos intentar, sin que les temblara un músculo de la cara, mostrarse indignados ante los crímenes achacados a este personaje y la vida de lujos del mismo. Ello porque las prácticas sospechosas de dicho caballero han sido reportadas desde hace años por la prensa venezolana independiente. Tales informaciones fueron durante todo ese tiempo ignoradas o desestimadas por el Estado venezolano, puesto que venían de “la canalla mediática”.

De todas maneras, la captura de Salazar, más que por el propio preso, llamó la atención por los vínculos familiares que habrían permitido su ascenso espectacular. Después de esto no hubo dudas de que las baterías estaban enfiladas contra su primo, Rafael Ramírez. El otrora súper poderoso ministro de Petróleo y presidente de Pdvsa estaba en problemas y lo sabía. Silenciosamente el Gobierno le pidió que renunciara a su puesto como embajador ante la ONU, mientras dejaba que miembros de rango intermedio en la pirámide revolucionaria lo criticaran abiertamente. Él dejó muy claro en una carta pública que su dimisión forzada no solo era la salida de un cargo, sino una expulsión de la elite.

Ramírez debió ser uno de los pocos sujetos en los que Chávez realmente confiaba. De otra forma no se explica que hubiera durado 12 años en el mismo despacho, cuando la tendencia era que los integrantes del gabinete solo pasaran unos meses con las mismas responsabilidades. En 2013, la revista Foreign Policy lo incluyó en su lista de las 500 personas más poderosas del mundo, por su rol como principal administrador de la industria petrolera en el país con las reservas más grandes de crudo. Por eso para muchos fue una sorpresa que Maduro no tardara mucho en sacarlo de este puesto clave para destinarlo a una oficina diplomática de relativa poca influencia. Pues bien, a Ramírez poco le valió su pasado estelar al lado de Chávez, como ha quedado demostrado en estos últimos días. Se puede subir mucho, con el riesgo de que si se cae, será muy doloroso. Las revoluciones sin una firme vocación democrática, sobre todo, suponen un alto riesgo en tal sentido, debido a que las reglas del juego civil quedan en suspenso de cara a los intereses del grupo gobernante. Como Saturno en aquella perturbadora pintura de Goya, devoran a sus hijos de forma espeluznante y grotesca.

Recordemos, por ejemplo, a Georges Danton, una de las figuras más destacadas en la abolición de la monarquía en Francia y la instauración de una Primera República que pronto degeneró en el caos y lo que hoy sería considerado terrorismo de Estado. El “incorruptible” Robespierre y compañía lo consideraron demasiado moderado y pagó con su cabeza. En cambio, a Jacques Hébert lo remitieron a la guillotina por querer ser más radical que los jacobinos. En fin, pretextos para dar trabajo a la parca nunca les faltaban a aquellos revolucionarios.

Siglo y medio más tarde, Robespierre llegó a ser visto en la URSS como una figura digna de ser emulada. Claro, si fueron los soviéticos con Stalin al frente quienes llevaron a la perfección el concepto de purga en revolución. Uno de los primeros en caer fue ni más ni menos que Trotsky, cabecilla del alzamiento de octubre de 1917 y fundador y comandante del Ejército Rojo durante la Guerra Civil Rusa. Aparte de Lenin, la mera existencia del primer Estado socialista duradero no le debía más a ninguna otra persona. Aún así fue removido de sus cargos gubernamentales, expulsado del partido y exiliado. Y no fue suficiente, pues los tentáculos de Stalin lo persiguieron hasta el otro lado del mundo para finalmente, mediante un picahielo en manos de un fanático español, acabar con su vida en una quinta de la Ciudad de México.

Sin embargo, la verdadera Gran Purga en Moscú fue la que se dio entre 1936 y 1938. Stalin ordenó liquidar a miles de disidentes dentro del partido para consolidar su autoridad. La lista negra incluyó a figuras del más alto nivel desde los tiempos de la génesis del bolchevismo, como Lev Kamenev y Grigory Zinoviev. En total, hubo más de un millón de personas ejecutadas.

En la China de Mao hay más ejemplos. El fundador de la república popular fue apartado hasta cierto punto del poder luego del fracaso del Gran Salto Adelante. Para recuperar la hegemonía plena dio inicio a la Revolución Cultural. Montones de dirigentes del Partido Comunista Chino fueron acusados de ser revisionistas y contrarrevolucionarios, removidos de sus cargos y desterrados a cumplir con trabajos forzosos humillantes. Mao contó con el apoyo de los militares en las etapas cruciales de este proceso, lo que permitió el ascenso del ministro de Defensa Lin Biao. Justo cuando parecía que este, con su radicalismo, comenzaba a opacar a Mao, murió en un accidente aéreo cuyas circunstancias nunca han sido esclarecidas del todo. La versión oficial fue que el general estaba huyendo del país luego de un intento fracasado de golpe. Sospechoso, ¿verdad?

Por último, revisemos el episodio cubano, máxima referencia de la autoproclamada revolución bolivariana. Muchos de quienes acompañaron a los barbudos en su lucha contra Batista acabaron mal por decisión de sus propios camaradas. Pero hay un caso que destaca por dramático. Me refiero al de Arnaldo Ochoa. No tenía ni 30 años cunado se unió a los guerrilleros de Sierra Maestra. Luchó contra los invasores de Playa Girón y destacó como líder militar, por lo que la revolución luego lo envió a combatir en varios rincones del mundo. Uno de sus primeros destinos fue Venezuela. Entrenó a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional en las zonas rurales de Falcón y Lara. Durante la década siguiente estuvo en África, comandando a sus compatriotas que apoyaban a las fuerzas socialistas en las guerras civiles de Angola y Etiopía. En 1984, Fidel Castro le confirió el título de “héroe de la revolución”. Pero solo cinco años más tarde estaba en un paredón de fusilamiento, luego de ser juzgado por vínculos con el narcotráfico. Versiones sobre su supuesto sacrificio como chivo expiatorio para encubrir otras actividades turbias siempre ha habido.

Ahora los venezolanos vemos la que tal vez sea la mayor purga dentro del chavismo. Las razones detrás aún están por aclarar. Las interpretaciones para todos los gustos van desde vulgares pugnas por privilegios y recursos hasta intentos desesperados por limpiar la imagen del Estado de cara a las sanciones internacionales. No obstante, al parecer muchos venezolanos no se molestan en preguntarse el por qué. Más bien les entretiene divagar sobre quién podría ser el próximo en ser puesto tras las rejas.

@AAAD25

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