¡Híncate ante mí!, por Gonzalo Himiob Santomé
¡Híncate ante mí!, por Gonzalo Himiob Santomé

Constituyente_

 

Como en un episodio de “Juego de Tronos”, las tres palabras que titulan esta entrega son las que han definido el desempeño de la mal denominada “Asamblea Nacional Constituyente” desde que se instaló. Más allá de exigir sometimiento y pleitesía a todos los demás, no ha hecho en realidad nada que pueda reportarle al régimen, ni a la ciudadanía, algún provecho concreto. Y no es que lo que haga la ANC deba validarse o aceptarse, porque sobran las razones jurídicas para concluir la ilegitimidad de su origen y desempeños (y ese es un debate, radicales oficialistas, que podemos hacer cuando ustedes quieran) pero es que ni siquiera se ha cuidado de, al menos, parecer realmente útil para todos. No solo para quienes se solazan en ella, por supuesto, que ya estarán cosechando los efímeros “beneficios” y “prebendas” que ahora les abundan como espejismos en ese desierto que han creado, sino para todos los demás venezolanos que, incluso los que se prestaron a la jugarreta, todavía están esperando verle el queso a esa tostada.

Y es que hasta para ser malo hay que tener dos dedos de frente y, de cara al pueblo, la mujer del César debe, al menos, parecer virtuosa. En este caso, ni eso. Los indicadores económicos de las últimas semanas, especialmente desde que se instaló la ANC, no pueden ser peores, la inseguridad sigue igual o peor que antes y el desabastecimiento de alimentos y medicinas se ha disparado a niveles absolutamente inmanejables. La comunidad internacional, y no hablamos solo de los norteamericanos, sino de países que hasta hace muy poco eran aliados del gobierno o permanecían silentes ante los exabruptos de Maduro, ya no cree en cuentos “revolucionarios” y, de manera muy contundente (analicemos por ejemplo recientemente ocurrido con la fallida cumbre de la CELAC) ha dejado claro que ya no tiene interés alguno en tomarse fotos al lado de dictadores. Y también que, si la ponen a escoger, como socios actuales o potenciales, entre Maduro y sus peroratas y otros países mucho más prósperos y estables, no hay mucho que discutir.  Si las razones para eso son éticas o de otra índole, ya ese es otro tema, pero a Maduro hoy por hoy, y precisamente por haber persistido en su dislate constituyente, entre otros graves errores, muy pocos, poquísimos, lo quieren como “nuevo mejor amigo”.

La nota distintiva de cada uno de los actos de la ANC hasta ahora no ha sido otra que la de la exigencia de “respeto” y de “sometimiento pleno” a todos los demás, tanto a los entes y órganos del Poder Público como a la ciudadanía y a las entidades privadas. Diosdado Cabello exigía hace poco que hasta los dueños de los pocos medios privados de comunicación libres que quedan pasaran por allá a hincarles la rodilla y a jurarles obediencia. Más allá, lo otro que ha hecho esta ANC, que no es tal ni siquiera estirando mucho los conceptos, es crear, con una “ley” que no es ley (pues lo que es una ley, cómo y quién puede elaborarla, está definido en los artículos 202 y siguientes de la Carta Magna de 1999 que sigue vigente) una “Comisión de la Verdad” que, como ya lo expliqué en mi artículo anterior, tampoco es lo que se supone que es.

Pero más allá de eso, no hay nada más. De la asesoría de los verdaderos injerencistas, de los cubanos, que se supone que en estas lides son “zorros viejos”, uno esperaría quizás un poco más de astucia, algún artificio, al menos una mise-en-scène que les permitiera a los pocos ilusos que aun medran por estas tierras un atisbo de esperanza, algún alivio, alguna confirmación, así fuera ilusoria, de que, como se prometió, la ANC solucionaría todos los problemas que a diario azotan a los venezolanos. O tal vez alguna “movida maestra” que colocase sorpresivamente al gobierno de Maduro en mejor posición ante todos los demás gobiernos del mundo. Pero no, lo que se ve y se comprende es que la ANC era y es solo un instrumento de los muy pocos para pasarle por encima a todos los demás, a propios y a ajenos, y para afianzar, así sea por un ratico más, a esos pocos en el poder. Ningún otro objetivo puede discernirse en la ANC, eso es lo que ocupa a los “constituyentistas”, nada más. No hay empeños dirigidos, reitero, así sea como “circo” en el que se prometa “pan”, a mejorar en lo más mínimo la precaria calidad de vida de todos los que hacemos vida en este país.

No podía ser de otra manera. Ni siquiera si hubiese sido constituida válidamente, que no es el caso, puede una ANC ocuparse de otra cosa que no sea cambiar la Constitución. No está diseñada, ni formal ni materialmente, para asumir la conducción de una nación ni mucho menos para atender los problemas reales de la ciudadanía. Y no lo digo yo, lo dicen los artículos 347 y siguientes de la Constitución Bolivariana que, lo voy a decir de nuevo, es la que sigue vigente y es, aunque a algunos les duela, a la que deben estar sometidos todos los ciudadanos de la república y todos los órganos del Poder Público. Por si no fuese suficientemente negativo haberla constituido de espaldas al pueblo y a lo que ordenaba nuestra Constitución, tratar de convertir además a la ANC en algo que no es, tergiversando sus funciones y concediéndole virtudes y capacidades que no tiene, es un grave engaño al pueblo entero que, además, chocará continuamente con una realidad inclemente y avasalladora (la que vivimos todos, todos los días) que no come cuento ni cree en pajaritos preñados.

A nosotros nos queda guapear y seguir adelante. Y entender que este proceso, como todo en la vida, es temporal. Las crisis políticas, y los accidentes históricos, se superan. A un costo muy alto a veces, pero de estas oscuridades se sale. Es verdad, cuando tu prioridad ya no es cómo llegarás a pagar la universidad de tus hijos hoy pequeños, sino ver de dónde sacarás el sustento del día, cuando las luces son escasas y la esperanza se tambalea, cuando el miedo se empeña en mostrarnos la cara, es difícil mantenerse leal a los principios que nos inculcaron desde pequeños, a esa elemental decencia que es la base de toda sociedad próspera y feliz. Pero sobrevivir manteniéndolos intactos, sin caer en las trampas de la inmediatez y de la desesperación, entendiendo que al final del día en nuestras alforjas solo nos quedarán los valores que hayamos protegido sin arrodillarnos ante nada ni nadie, es la consigna.

 

@HimiobSantome