Del sueño bolivariano de moldear la región a un aislamiento autoinfligido, por Ramiro Pellet Lastra
Del sueño bolivariano de moldear la región a un aislamiento autoinfligido, por Ramiro Pellet Lastra

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Durante dos días de la semana pasada, el Palacio de Miraflores fue un hervidero de discusiones sobre qué hacer con la OEA. Su prédica democrática ya había hartado a más de uno en el seno del chavismo y el gobierno dudaba sobre si valía la pena ser parte de un club donde los demás socios lo miraban mal o le daban la espalda. «¿Debemos irnos o debemos quedarnos?», se preguntaban en el entorno de Maduro, en una versión bolivariana de la legendaria canción de The Clash.

Con más o menos detalles, la versión de ese brainstorming en Miraflores circuló en medios políticos, y la respuesta la dio el chavismo anteayer, con el portazo con que se fue de la organización. Pero el significado del gesto, sin duda ruidoso y espectacular, todavía está por verse. ¿Fue para evitar la tormenta que se asomaba por la ventana, esto es, un voto en su contra que dejara en evidencia sus prácticas autoritarias? ¿Acaso fue para salvar el orgullo y salir antes de ser echados? ¿O respondía a una estrategia más amplia?

«Vale la pena recordar que Venezuela era posiblemente el país latinoamericano más influyente en la OEA, por sus aliados del ALBA y los beneficiarios de la diplomacia petrolera. Ahora una simple mayoría estaba lista para expulsarla. Venezuela se fue aislando. Sin Chávez y sin los ingresos del petróleo, perdió la fuerza que tenía en asuntos regionales», dijo a LA NACION Peter Hakim, presidente emérito del centro de estudios Diálogo Interamericano.

Según Hakim y otros analistas, Venezuela decidió distanciarse de sus vecinos antes que suavizar sus modales puertas adentro. Nada de sacar los trapitos al sol. Lo que se dice en casa queda en casa.

«Los chavistas siguen teniendo casi todo el poder en Venezuela, y la OEA y otros países tienen poca capacidad de cambiar eso. La oposición tiene que encontrar una manera de unirse, desarrollar un conjunto claro de objetivos y propuestas, y estar dispuesta a negociar con el gobierno, si el gobierno es serio», sostuvo Hakim.

Hasta ahora, muchos creen que el gobierno no ha sido serio. Las sucesivas mesas de diálogo que se fueron armando para mediar con la oposición se transformaban en un monólogo de Maduro. Hasta el Vaticano quedó mal parado, en una de esas piruetas, por la costumbre chavista de ganar tiempo con el diálogo.

«Venezuela ha tomado el camino de encerrarse sin tener que dar cuentas a nadie. Y va a ser peor para el país. Sospecho que tal cual se muestran las cosas no va a haber ninguna intención de suavizar la situación, de distender el mecanismo autoritario y represivo que funciona actualmente», dijo el ex canciller argentino Dante Caputo.

A la represión se puede sumar que se profundice la crisis humanitaria si, como teme Caputo, Venezuela, con serios problemas de deuda por una economía en ruinas, entrara en algún momento en cesación de pagos.

Las consecuencias serían un mayor desabastecimiento de los productos más elementales, todos importados, que desde hace años tienen a medio país haciendo cola desde la mañana con la ilusión de llevar algo de comida a la mesa.

Encierro a la coreana

El grado de encierro del gobierno chavista llevó al boliviano Jaime Aparicio, ex presidente del Comité Jurídico Interamericano de la OEA, a decir en declaraciones a la agencia AFP que Venezuela «se va a convertir en una especie de Corea del Norte de América latina, porque están cortando toda relación con el sistema interamericano».

Corea del Norte fue el país que más sonó desde el momento de la ruptura con la OEA para comparar la situación venezolana, un símil que da cuenta del tobogán por el que se desliza el gobierno de Maduro. ¿Llegará el chavismo a ese nivel de hermetismo?

Caputo estima que las historias de los dos países no tienen mucho que ver. Corea, históricamente cerrada, y Venezuela, abierta al mundo. Hasta ahora. Pero el hecho de que muchos analistas hayan relacionado los dos países es un reflejo del chavismo.

Sí está claro que la mirada que planea desde el balcón del Palacio de Miraflores se extiende a tierras lejanas. A Rusia, China e Irán, según señaló el politólogo venezolano Carlos Romero. Maduro y el resto del elenco chavista le dan un trato preferencial a esa zona del mundo, como lo demostró la amistad de Hugo Chávez con el ex presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad. ¿Habrá llegado el momento de formalizar la relación?

«Estudié cuantitativamente las votaciones de Venezuela en la ONU y siempre vota con Rusia y con China. El gobierno quiere dejar atrás a los países de la región, señalarlos como lacayos del capitalismo norteamericano y fortalecer esas relaciones», dijo Romero. «Aunque los negocios con esos países han sido muy malos -aclaró-. Muchos se quedaron a mitad de camino.»

 

La Nación