¿De verdad vivimos otro 19 de abril?, por Alejandro Armas
Alejandro Armas Abr 21, 2017 | Actualizado hace 3 semanas
¿De verdad vivimos otro 19 de abril?

#19Abr-

 

Si usted que lee esto es padre de un niño en edad escolar, lo más probable es que, cuando recoge su retoño del colegio los días cuando tiene clase de Historia de Venezuela, él no le cuente entusiasmado todo lo que aprendió, como si acabara de ver en el cine el último blockbuster infantil. Descuide, que ello no implica de ninguna manera falta de interés intelectual. El autor de estas líneas, para quien estudiar historia hoy es una pasión, no la veía de forma diferente a la mayoría de los chamos cuando estaba en cuarto grado. Es decir, me parecía aburridísima. Es que, en mi opinión, la forma en que los planteles imparten esta disciplina es muy poco entretenida, sin que ello tenga que ser así. Año tras año te repiten los mismos cuentos, llenos de personajes divinizados, irreales. Algo parecido pasa con las fechas, incluyendo muy especialmente el 19 de abril de 1810, efeméride escogida por la MUD para que coincidiera con lo que llamaron “la mamá de todas las marchas”.

Esta es una jugada bastante común de los actores políticos interesados en movilizar grandes cantidades de personas. Se apela al sentimiento nacionalista, a la emoción, precisamente para dar un cariz más emocionante a lo que se planea hacer. Se establece una relación de paralelismo entre pasado y presente para que el público se sienta continuador de las grandes acciones que conforman la mitología patriótica. En tal sentido, cabe preguntarse si Venezuela experimentó algo siquiera similar a lo ocurrido hace 207 años. Para responder a la pregunta, hay que entender realmente qué pasó entonces.

Hora de desmontar un chip mental de liceo. Aquel Jueves Santo, los notables de Caracas convocados en cabildo abierto no expresaron su determinación de dar inicio a la gesta emancipadora que rompiera definitivamente con la Corona española. Todo lo contrario, lo que se formó entonces fue una Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII. De los derechos del Rey para, específicamente, gobernar Venezuela. En resumen, no se decidió dar inicio al proceso independentista.

Sí, es verdad que se pidió la renuncia del capitán general Vicente Emparan, máxima autoridad colonial de turno. Pero Emparan no era visto del todo como un representante de los Borbones, sino como un sospechoso de ser “afrancesado”. Napoleón Bonaparte llevaba bastante tiempo dominando la política española mediante su agente Manuel Godoy, ministro predilecto del débil rey Carlos IV. Pero en 1808 decidió que mejor era dejar esa tramoya y tomar el control total, así que invadió la Península Ibérica con la excusa de someter a Portugal, aliado del enemigo principal de su imperio: Gran Bretaña. Obligó tanto a Carlos como al popular príncipe Fernando a abdicar a favor de su hermano mayor, José Bonaparte, al que dejó a los españoles como monarca impuesto.

Dos años más tarde (las noticias tardaban un poquito más en cruzar océanos en ese entonces y en tener consecuencias), en Caracas se regó como la pólvora una profunda sospecha de que Emparan se estaba inclinando hacia los usurpadores, y ese fue uno de los argumentos de la aristocracia local para apartarlo del poder. Las masas inspiradas por el padre José Cortés de Madariaga en el curioso relato simplemente siguieron ese clamor.

Sin embargo, el desenvolvimiento de los hechos posteriores dio un giro extremo rápidamente. Los criollos que se apoderaron del nuevo gobierno empezaron a considerar la independencia como el camino preferible, atraídos por la idea de ejercer un poder hasta entonces reservado para los nacidos en España, pero también alarmados por los excesos de la Revolución Francesa y su correlato americano: el alzamiento de los esclavos en Haití y la matanza de los blancos en la colonia (lo más cercano que vivió Venezuela fue la rebelión de José Leonardo Chirinos en la Sierra de Falcón). Los principios de pensamiento republicano sirvieron como justificación existencial a lo que pasó a continuación. Poco menos de un año después del 19 de abril, Venezuela proclamó su independencia de España como república.

De vuelta al presente, vimos cómo se realizó la marcha del miércoles con una impresionante participación, así como con una igualmente impresionante saña en la represión de los manifestantes por los cuerpos de seguridad. Tales fueron los excesos en la arremetida que cientos de caraqueños se lanzaron al Guaire para huir de ellos, lo que produjo una cruel burla del partido gobernante replicada por el Presidente de la República, aunque después borraran la evidencia. La putrefacción moral de semejante conducta supera con creces la de las aguas del río capitalino que, de paso, nunca fue limpiado como Chávez prometió, a pesar de la obtención de recursos millonarios para el proyecto.

Pero, en fin no hubo una ruptura radical del orden establecido. Si alguien tenía la certeza de que el Gobierno se desmoronaría por esa movilización opositora, fue muy ingenuo. Es más, sus promotores nunca lo dieron a entender así. Sin embargo, ellos esperan que, como el 19 de abril de 1810, haya sido un paso importante hacia un cambio total en el relativo corto plazo, hacia un regreso del orden republicano y democrático interrumpido. El primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, Freddy Guevara, destacó en varias oportunidades que el objetivo de la convocatoria era aumentar la presión sobre el Gobierno para lograr la destitución de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y el llamado a elecciones generales. “No puedo garantizar una fecha, pero sí que estamos en la fase final. Y que depende de nosotros”, dijo.

No soy dirigente político y no me corresponde corroborar que el chavismo está de salida. Sin embargo, es evidente que la situación le es más desfavorable que nunca. El Gobierno es cada vez más repudiado por el resto del mundo, el rechazo por los propios venezolanos es monumental y la oposición está unida de nuevo. En efecto, depende del aguante de los ciudadanos que se concrete el cambio exigido, a pesar de todos los atropellos vistos y por ver.

Maduro no tendrá cetro ni corona, pero sí tiene poderes absolutos de facto, hace lo que quiere sin consultar con un parlamento y, ante la pérdida del apoyo de las mayorías, basa su legitimidad únicamente en el hecho de haber heredado el poder de su antecesor. Y la última persona que gobernó este país de esa forma fue Fernando VII. En cuanto a los venezolanos que lo adversan y su experiencia de anteayer, cabe mencionar que sus antepasados reunidos en cabildo abierto no sabían lo que estaban desencadenando cuando rechazaron a Emparan. Ignoraban que estaban hacienda historia de forma tan importante. Dentro de generaciones, tal vez, el 19 de abril de 2017 habrá cobrado también carácter de efeméride.

@AAAD25