Sobre la emigración de venezolanos judíos a Israel: matices de una compleja realidad
Sobre la emigración de venezolanos judíos a Israel: matices de una compleja realidad

jerusalen

Por: Isaac Nahón Serfaty y Néstor Luis Garrido *

 

Los judíos se van de Venezuela. Es una titular que repiten medios en Israel, en Estados Unidos y en la propia Venezuela. La verdad es que la noticia no es tan nueva. Los judíos venezolanos, como tantos otros compatriotas, también han tenido que emigrar debido a la difícil situación económica y social que se vive en el país. Algunos de estos judíos venezolanos escogieron Israel como destino. Otros prefirieron los Estados Unidos, Canadá, España, Panamá o Colombia.

Un artículo recientemente publicado por The Washington Post destaca que el empobrecimiento ha tocado también a los judeovenezolanos, como lo ha hecho con la mayoría de los connacionales, y que muchos se han instalado en Israel. Con cierto toque amarillista algunos medios han publicado o comentado nota destacando en el titular que “Israel niega entrada a venezolanos por no ser judíos, tal como se lee un titular tendencioso de Globovisión. El piquete es obvio: se apunta con el dedo al Estado de Israel por rechazar a emigrantes que huyen de la tragedia venezolana. La verdad es un poco más compleja de lo que pinta el titular.

Ciertamente muchos judeovenezolanos se han instalado en Israel, enfrentando las dificultades propias de toda persona que emigra. Es cierto, también, que, de acuerdo con la llamada Ley del Retorno, todo judío o todo descendiente de judío (cualquier persona que demuestre que cualquiera de sus cuatro abuelos lo es) tiene derecho a hacer aliá, como se dice en hebreo el hecho de emigrar a Israel.

¿Qué es la aliá?

En 1948 se establece el Estado de Israel tras la votación en las Naciones Unidas para la partición del protectorado británico de Palestina. Después de dos mil años de exilio, los judíos tienen un Estado soberano y una patria que los puede acoger después de una larga historia de percusión y discriminación en muchos de los países donde habían vivido.

A partir de la noción del establecimiento de un Estado que sirviera de hogar a los judíos perseguidos por razones religiosas o raciales (como había sucedido en la Alemania nazi y en otros países europeos), se creó la Ley del Retorno.

Según esta legislación, tienen derecho a acceder a la ciudadanía israelí toda persona judía por nacimiento o que se haya convertido al judaísmo. Ese derecho facilita también el acceso a programas de ayuda para emigrantes, que incluye cursos para aprender hebreo, vivienda subsidiada y otros beneficios sociales, y es lo que se conoce como aliá.

Por lo tanto, la Ley del Retorno otorga automáticamente la nacionalidad israelí a quienes se acojan a ella, más todos los beneficios que esto implica. No se trata, pues, de una “visa” de turista, transeúnte ni de residencia, sino un estatus especial que permite que el beneficiario goce de todas las prebendas que el Estado reserva a sus ciudadanos.

En el caso de los convertidos al judaísmo, Israel reconoce el derecho a ser acogidos como ciudadanos siempre y cuando cumplan con ciertas condiciones: que se haya hecho por medio de rabinos reconocidos y que el aspirante deba participar en la vida de alguna comunidad durante al menos nueve meses. La ley se modificó recientemente y se extendió este plazo a veintiún meses.

 

 

Las tensiones entre Caracas y Jerusalén

En los primeros sesenta años de existencia del Estado de Israel, Venezuela siempre mantuvo relaciones con ese país, amparada en una amistad que arranca desde año 1947 cuando en la ONU el gobierno de Rómulo Gallegos votó a favor de su creación. Esta amistad se concretó con una serie de acuerdos de cooperación económica, académica y militar.

Durante los primeros años del gobierno de Chávez, se notó un viraje de la política exterior venezolana hacia los países árabes e Irán que, no obstante, afectó las relaciones diplomáticas con Israel reflejada en el hecho de que Caracas no sustituyó al embajador en Tel Aviv, cuya legación quedó en manos de un encargado.

En 2006, la negativa del gobierno israelí de repotenciar los aviones F-16 que Venezuela había adquirido a Estados Unidos, siguiendo una cláusula del contrato que lo impedía si EE UU objetaba la operación, volvió en contra al gobierno venezolano, que abiertamente empezó a apoyar la causa palestina, hasta que a finales de 2008, a propósito de un conflicto en Gaza, Venezuela rompe relaciones con Israel, expulsa a su embajador, y tiempo después reconoce la existencia de una embajada de Palestina.

La cercanía del gobierno venezolano con los países árabes e Irán ha estado acompañada de algunas denuncias de la presencia de miembros de Hizbolá en el territorio nacional y del tráfico de pasaportes venezolanos que llegaban a manos de extranjeros.

La inexistencia de un consulado israelí en Caracas dificulta la obtención de visas para visitar ese país a todos los venezolanos, incluyendo a los miembros de la comunidad judía, que deben tramitarla en el exterior o mediante una oficina ubicada en la embajada de Canadá, en Caracas.

A muchos de los llegan al aeropuerto David Ben Gurión en Israel, los interrogan, en la verificación de la identificación, lo que se hace más estricto con los venezolanos en este momento debido a que el Estado judío no tiene una representación en Caracas, por el tema de los pasaportes, o por el peligro que representa la infiltración de terroristas en su territorio.

Los venezolanos que viven en Israel también tienen obstáculos: los trámites para la renovación de pasaportes los tienen que hacer en Ammán, lo que implica para muchos, además de los gastos, ir a territorio hostil, sobre todo si son judíos. La obtención de visas venezolanas para visitantes israelíes es difícil, cuando no imposible, y los pocos que llegan lo hacen con documentos de otros países.

Controversias y conversos

La reciente polémica alrededor de nueve venezolanos que han expresado su interés en emigrar a Israel, se inscribe en una pugna interna en el Estado judío con relación a las decisiones del ministro del Interior Aryeh Deri, miembro del partido religioso ultraconservador Shas. En octubre de 2014, el ministerio se hallaba en manos del partido de centroderecha Likud, del primer ministro Benyamín Netanyahu, cuyo ministro, Gideon Sa’ar, de tendencia laica, aprobó una medida que relajaba las exigencias a los conversos hechos por rabinos conservadores o reformistas para la elegibilidad a la nacionalidad israelí.

Tradicionalmente, el ministerio del Interior ha estado en manos de partidos religiosos que solo reconocían como válidas solo las conversiones realizadas por rabinos ortodoxos, situación que volvió en enero de 2016 cuando Deri ocupó de nuevo la cartera.

El problema con estos venezolanos mencionados en los titulares amarillistas de ciertos medios, no se inscribe en un asunto de una política de discriminación por el hecho de ser criollos, sino por la disputa entre entre liberales y ortodoxos de si reconocer o no las conversiones hechas por rabinos conservadores.

El asunto se politizó como parte de las críticas de los grupos del centro y la izquierda israelí hacia algunas decisiones tomadas por Deri que incluye no solo el asunto de las conversiones, sino otros concernientes a los refugiados africanos en Israel (40 mil en este momento, en un país de poco más de 8 millones de habitantes), el matrimonio igualitario y la exigencia de grupos feministas de rezar en el Muro de los Lamentos en las mismas condiciones de los hombres, usando chales de oración y en voz alta, cosas que no están permitidas en la corriente ortodoxa judía.

La controversia la inicia el periódico izquierdista Haáretz, que habló del asunto sin comunicarse con los afectados en Venezuela, a quienes atribuyó motivaciones económicas para su emigración (aprovechando el tema de la crisis) y no de carácter religioso. Asimismo, el diario cayó en imprecisiones al señalar, por ejemplo, que Maracay era una población rural, lo que hace dudar de la comprobación de la información.

En una nota de la periodista Julett Pineda, algunos de los afectados señalan que los aspirantes a hacer aliá lo hacen por razones religiosas, y no como una forma de escapar de la crisis económica que afecta a todo el mundo. Una de las preocupaciones más frecuentes del ministerio del Interior israelí es que no se use las conversiones como puente para la emigración.

Esta disputa interna israelí rebota en Venezuela, donde la prensa sensacionalista le ha dado un matiz distinto a su origen, al utilizar titulares maliciosos que se tienden a interpretar en el marco de prejuicios que señalan a Israel como un país racista y discriminador.

Desde 2011, la comunidad judía local ha venido estudiando este fenómeno de antisemitismo en los medios, tal como se puede ver en sus reportes anuales publicados en su página web. Una persona que comentó la noticia aparecida en el portal del diario 2001 escribió lo siguiente: ¿Se imaginan uds. a una familia que quiera pertenecer a una religión de asesinos? Así serán…”

La realidad, como siempre, tiene muchos más matices que lo que un artículo de prensa o un comentario prejuiciado en la web pueden reflejar. Muchos venezolanos han tenido que enfrentar todo tipo de dificultades con las autoridades de inmigración de varios países, como ha ocurrido en Estados Unidos y en España. En el judaísmo hay distintas corrientes religiosas, y en ocasiones la fe y la política se mezclan, produciendo interpretaciones tendenciosas. Lo cierto es que no existe en Israel una política de discriminación hacia los venezolanos, sino procesos administrativos con el fin de controlar la inmigración y aplicar los criterios que establece la llamada Ley del Retorno.

 

*Isaac Nahón Serfaty es periodista y profesor en la Universidad de Ottawa (Canadá).

*Néstor Luis Garrido es guionista, escritor y exprofesor de Periodismo de la Universidad Católica Andrés Bello.