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Opinión

¿Cuánto tarda replantear la unidad?

Alejandro Armas
23/12/2016

mud-replantear

Está por terminar 2016, un año que comenzó recargado de esperanzas, de un renacer nacional de entre cenizas como el ave fénix. Pero no, nada de eso ocurrió. Por el contrario, el país siguió hundiéndose en una abismo cada vez más oscuro, y 12 meses más tarde sigue en boca de todos la pregunta “¿Cuándo saldremos de esto?”.

Los fines de año siempre son buenos momentos para evaluar desempeños, ya sean personales o colectivos. Sobre la base de eso, se trazan las líneas de cuáles deben ser los próximos pasos. Así pues, a la enormemente mayoritaria sociedad venezolana que se opone al Gobierno le toca un juicio de esa categoría. La responsabilidad, naturalmente, es doble para la dirigencia de dicha sociedad, ya que ella es la que ha decidido consagrar todo su tiempo a lograr el cambio deseado, y para ello nos ha pedido a nosotros, los ciudadanos, la confianza expresada en el voto. Si el examen es sincero, la conclusión no puede ser otra que la necesidad urgente de un replanteamiento, de la asunción de nuevos paradigmas y la planificación de respuestas pertinentes. Porque (no nos engañemos a nosotros mismos; insisto en que por ahí hay que empezar), en este momento hay mucha decepción. Parece que por ahora eso no se ha traducido en una pérdida grave de apoyo, pero no tiene por qué ser necesariamente así a largo plazo. Si no, pregúntenle a Nicolás Maduro, quien rápidamente dilapidó un capital político riquísimo heredado en bandeja de plata.

Por eso no es extraño que un creciente número de integrantes de la Mesa de la Unidad Democrática hable de la necesidad de reformar, relanzar o refundar esta instancia. Las primeras peticiones en esta dirección vinieron de lo que puede considerarse, en cuanto a base de apoyo, la periferia de la alianza, como la exdiputada María Corina Machado. Pero a medida que se acercaba el fin de año sin que se cumplieran los objetivos más importantes, otras voces se fueron sumando. Lo han hecho Freddy Guevara, coordinador nacional encargado de Voluntad Popular; el gobernador Henrique Capriles y el secretario general de la coalición, Chúo Torrealba, estos dos últimos señalados por algunos opositores de estar “cómodos con el statu quo”. Seguramente, todos estos sujetos tienen algo distinto en mente con respecto a cómo debería ser la “nueva Unidad”, pero el hecho de que todos coincidan en la necesidad de transformación, es un buen primer paso.

Pero si esa ha sido la ruta elegida, inevitablemente surge la inquietud sobre qué tan larga es. Dicho de otro modo, ¿cuánto tiempo toma replantear o refundar la MUD? Recordemos que la alianza actual no fue el primer intento de la oposición venezolana por agruparse en forma de un frente único ante el creciente poder del chavismo. Antes tuvimos la Coordinadora Democrática, seguramente hoy evocada con muy poco afecto.

El conjunto de ciudadanos que adversó desde un principio a Hugo Chávez pasó por lo menos los primeros tres años a partir de 1999 con un liderazgo político heterodoxo, ajeno a los partidos. Aunque en determinadas situaciones eso no es un problema, en nuestro drama histórico sí lo fue. Las decisiones tomadas fueron las más desacertadas, hasta que se llegó a la locura de las jornadas 11, 12 y 13 de abril. Es a los pocos días de ese desastre que nace la Coordinadora, probablemente como un intento de corregir el desorden pasado, a todas luces producto de la improvisación.

Uno de sus aspectos positivos fue que incluyó a la ya grande plétora de partidos políticos existentes, pero también a asociaciones de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales. Su objetivo era, como la MUD hoy, lograr un cambio de gobierno sin recurrir a las aventuras golpistas, a las que con razón hay que temer, aun cuando se trata de salir de regímenes tan macabros como este (pienso, por ejemplo, en el fin de la era Allende y el principio de la de Pinochet en Chile).

Desgraciadamente, la Coordinadora retuvo varias de las prácticas caóticas de antaño, y la forma de buscar el cambio ansiado siguió siendo un embrollo. En octubre de 2002 formaron una mesa de negociación con el oficialismo, promovida por la OEA y el Centro Carter. Solo dos meses después, sin que las conversaciones hubiesen terminado, la Coordinadora, junto con Fedecámaras y la CTV, se volvió la principal promotora del paro petrolero, otro modo de lucha que supuso enormes sacrificios para los venezolanos sin que su objetivo se cumpliera. Cuando se firmaron los acuerdos en mayo de 2013, cuyo principal punto fue celebrar un referéndum revocatorio, el Gobierno había salido fortalecido ante una oposición vista como incoherente.

La Coordinadora, desde luego, concentró sus esfuerzos en la realización del revocatorio. Tampoco aquí tuvo un desempeño precisamente positivo. Diga lo que se diga, el hecho es que oposición organizada en ese momento, como hoy, no pudo hacer frente a la hegemonía oficialista sobre los demás poderes públicos, particularmente el CNE y el TSJ, lo que permitió retrasar la celebración de la consulta mientras Chávez recuperaba su alicaída popularidad mediante las primeras misiones. Firmazo, Reafirmazo, marchas y más marchas… Al final el “No” se impuso, y dos meses después la Coordinadora se disolvió, probablemente asolada por intentos de cada integrante por culpar a los demás de la derrota.

Siguieron más desatinos, el mayor de los cuales sin duda fue la decisión de no participar en las parlamentarias de 2005, así como fracasos duros, como lo fue otra derrota ante Chávez en elecciones a pesar del candidato unitario. A los opositores los mantenía ligados la meta final común, pero era como si actuaran acorde situación por situación, en vez de trazar una estrategia verdadera de resistencia. Mientras, el chavismo avanzó mucho durante esos años en su control de la política y la economía nacionales.

Finalmente, tras el respiro de vencer al Gobierno por primera vez en las urnas con el rechazo a la reforma constitucional en diciembre de 2007, el 23 de enero siguiente, en conmemoración del cincuentenario de la caída de Pérez Jiménez, los mayores partidos políticos disidentes firmaron un Acuerdo de Unidad Nacional. Sin embargo, no fue sino hasta junio de 2009 que este pacto fue finiquitado para dar origen a la MUD.

Es decir, pasaron entre cuatro y cinco años entre la desaparición de la Coordinadora y la Mesa de la Unidad. De ninguna manera puede repetirse tal lapsus. Es comprensible que haga falta en este momento pensar con cabeza fría qué debe hacerse, pero no por un año, mucho menos un quinquenio. Urge un nuevo plan de acuerdo con las nuevas circunstancias. Se habla de expandir la MUD (o, de ser el caso, lo que sea que la suceda) para que no sea solamente una coalición de partidos políticos. En efecto, en momentos en que ningún aspecto de la sociedad está devastado, la incorporación de las organizaciones de esa sociedad civil será fundamental. Claro que hay que tener cuidado en ese sentido para no repetir los errores de la Coordinadora. Esperemos que sea así. Los errores se pagan cada vez más caro. Y lo más importante: a pesar de tanta oscuridad, no nos resignemos.

Aprovecho para desearles a todos feliz Navidad, Janucá o lo que sea que celebren por estos días.

 

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