La simbología del terror por Luis De Lion
La simbología del terror por Luis DE LION

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Lo que Francia celebra cada 14 de julio se ubica en las antípodas del pensamiento y del ideario del Estado Islámico. Es principalmente por ello que, el ataque en la ciudad de Niza, que causó la muerte a 84 personas, tiene una mórbida simbología para cualquier movimiento yihadista.

Poco importa el perfil del conductor del camión, lo importante es la estrategia global de propaganda de los grupos apocalípticos como Daesh.

Si bien lo ocurrido, el jueves pasado, en el paseo de los ingleses en plena riviera francesa, técnicamente es considerado como un atentado, falta aún por establecer con precisión para quién trabajaba el autor del atentado, que más niños, ha matado en la larga historia de atentados que se han producido en territorio galo.

El terrorista, ciertamente prefirió actuar en su propia ciudad de residencia, pero en ese hecho también hay una fuerte carga simbólica. En el mundo árabe, esencialmente sólo son conocidas dos ciudades francesas, París y Niza. Con ello queda garantizada una rotunda repercusión en la opinión árabe.

Al momento de escribir éste artículo, ningún grupo se había oficialmente reivindicado el segundo más grave atentado en la historia de Francia. Pero es que la ambivalencia en la vindicación forma parte de la estrategia del terror.

Por último, el drama de Niza, se inscribe aún más dentro de la estrategia global del Estado Islámico. Siguiendo al pie de la letra las consignas del califato hechas públicas en septiembre 2014 y cuyo vocero insistía en asesinar a los infieles franceses y para ello decía que solo basta contar con Alá y cometer el crimen de cualquier manera. El mensaje subyacente a los soldados es cometan atentados, como sea y donde sea, que nosotros siempre estaremos contentos.

De esa manera, el Estado Islámico, llevó a cabo su transición hacia el terrorismo internacional. Oponerse al enemigo lejano como estrategia, y todos los medios para alcanzarlo como táctica. Un accionar que los expertos catalogan como el yihadismo de tercera generación.

En la práctica ello convierte a cualquier ejecutor en terrorista. Poco importa si se trata de un desequilibrado mental. Técnicamente nadie discute que sea un atentado, del momento que sea un musulmán el que lo comete, el autor es calificado de terrorista.