Volver a lo fundamental: vida y dignidad para los venezolanos, por Rafael Pedraza Díaz e Isaac Nahón Serfaty
En Venezuela debemos volver a lo más básico, a lo más fundamental. Sin vida no existen opciones. Por eso cualquier compromiso entre venezolanos tiene que fundamentarse en la preservación y protección de la vida. Pero no como vida vegetativa de sumisión o como vida zombie de miedo y colas interminables, sino vida libre abierta a las posibilidades de la convivencia, porque vida no hay si no hay vida en común con nuestros conciudadanos.
Si algo nos ha enseñado la vida es que tenemos que enfrentarla y acometer aquello que nos parecía imposible, para incluirnos en esos espacios en los que pensábamos no cabíamos y sentir compasión por aquellos que creíamos totalmente fuera de orden. De esa manera podremos ver posibilidades en el desespero actual y encontrar respuestas a dilemas que parecen de desahuciados.
Los venezolanos debemos comprometernos a respetar un nuevo contrato fundacional. Desistir de persuadir al otro, de vencerlo, sea por fuerza, por voto o paliza, y ver la posibilidad imprescindible de reencontrarnos para rescatar una dignidad fundamental e incontestable por cualquier ideología. La dignidad humana es un espacio sagrado, más allá de cualquier programa político o cálculo estratégico. La dignidad no puede ser pisoteada por nadie ni por ninguna razón.
Debemos responder clara y firmemente a todo aquello que nos está haciendo fallar como nación. Debemos canalizar esta pasión que llevamos en el pecho y ponerla al servicio de una visión de todos.
No tenemos que esperar por el permiso de ningún funcionario arbitrario para abordar la nave de la dignidad, porque nuestro pasaje es incluyente, solidario, cargado de soluciones que se construyen con inteligencia colectiva y libertad para hacer de nuestra sociedad la solución que todos necesitamos y queremos.
Para rescatar la dignidad fundamental, la democracia es irrenunciable y no es secuestrable por nadie, pues en lo esencial todos tenemos que estar del mismo lado. Solo nos alineamos hacia el bien común y no para proteger los intereses de unos pocos usufructuarios del tesoro público.
En la dignidad fundamental privilegiamos la vida sobre cualquier apuesta por la muerte, sea velada o grotesca amenaza, de uno a uno en cámara lenta o masiva y horripilante, sea en un hospital por falta de insumos o poco a poco por falta de nutrientes.
La dignidad fundamental es una posibilidad que no puede esperar por otra cosa que no sea hacerla realidad. Se nos va la vida en ello y no tenemos otra opción que vivir.