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Opinión

Punto de información: Del discurso adulador al chantaje destructor por Antonio José Monagas

Antonio José Monagas
13/12/2015

NMPsuv

 

Resulta imposible negar el enorme tamaño de la crisis que, en todos los ámbitos de la vida pública, ha sido provocada por la incompetencia de un gobierno cuyo tiempo se le terminó. Lo malgastó haciendo proselitismo político. Pero un proselitismo engañoso alentado por criterios populacheros y demagógicos. Tan tendenciosos han sido sus propósitos, que su práctica se volvió un lugar común desde donde se incitaron actitudes que hoy rayan con un fanatismo capaz de recurrir a la violencia como recurso de poder político.

Los días que corren, luego de la apoteósica victoria alcanzada por la Unidad Democrática en las recientes elecciones parlamentarias venezolanas, se convirtieron en escenarios de declaración de fuerzas de un gobierno que nunca ha comprendido el papel que, inclusive, la propia Constitución Nacional establece cuando refiere que el mismo “se fundamenta en los principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad (…)” (Art. 141). Sin embargo, las amenazas proferidas por el Presidente de la República, desdicen del deber de actuar en correspondencia con valores morales que exaltan la civilidad, el desarrollo del ciudadano y el respeto a su dignidad.

Si bien un gobierno no está hecho para la placidez y el provecho económico de los que gobiernan, tampoco está pensado para fungir de tribuna al asedio y agobio hacia el gobernado. Por tanto, luce contradictorio escuchar al presidente de la República hablar de la preeminencia de los derechos humanos, la ética pública y el pluralismo político,  y luego expresándose con afrentas. No se da cuenta que está convirtiéndose en verdugo de sus palabras. Este mismo personaje que hace pocos meses manifestó sentirse orgulloso de contribuir a incentivar “(…) un pueblo libre, unido y solidario”, hoy se torna huraño, soez y pendenciero. Este mismo personaje que exaltó propuestas dirigidas a apoyar “una sociedad más igualitaria y justa con el fin de seguir avanzando en la plena satisfacción de las necesidades básicas para la vida de nuestro pueblo (…)” (Del Plan de la Patria), hoy habla desde la rabia, el odio y el resentimiento.

El discurso presidencial no disimuló el enfado que le causaron los resultados de los comicios legislativos. A pesar  de haber declarado “que en Venezuela reinará la paz y la democracia al término de estas elecciones parlamentarias, porque siempre se ha respetado la voluntad del pueblo expresada a través de su voto”.

Cabe traer a colación, una frase de Aristóteles referente a situaciones que se fraguan en problemas echados al abandono por la soberbia del gobernante: “Todos los gobiernos mueren por la exageración de su principio”. Precisamente, es la razón que viene desgastando al régimen revolucionario toda vez que ha pretendido henchir sus ínfulas de gobierno socialista, a partir de procesos políticos teñidos de primitiva democracia. Peor aún, confundidos con actitudes de sumisión al recuerdo trasnochado de la figura del finado presidente cuyo legado se reduce a la descomposición que abate al Estado venezolano. Así, el régimen busca acentuar el desconcierto en sus seguidores manipulando sentimientos de solidaridad y permitiéndose chantajear con aquello de “lealtad con la revolución”. Hoy, el presidente de la República sigue arrogándose motivos para restarle alegría a un pueblo que se hastió del maltrato brindado mediante controles deformados. Pero también, para negar compromisos asumidos en la línea política de “avanzar en el desarrollo de un modelo de bienestar social que exalte la vida humana y así lograr la construcción de un sociedad justa (…)” (Del Plan de la Patria)

En el decurso de estos años, la dirección emprendida por la revolución ha ido trastocando condiciones de calidad de vida que despertaron al venezolano del letargo que el populismo bien pudo forzar. Mejoras en materia de pobreza y nutrición, se desgastaron casi por completo descalabrándose fuertemente el bienestar de la población. Todo esto hace ver que una gestión de gobierno no debe ni puede concretarse con base en mera palabrería sin apuntar a objetivos que logren concretarse. Sólo se avanzó del verbo esperanzador a la vulgar embestida. O sea, del discurso adulador al chantaje destructor.

 

@AJMonagas

“La brecha entre el discurso y la praxis política, no sólo expresa desarreglo en la administración de gobierno. También, revela comprensión equivocada

de criterios políticos causado por desconocimiento de las realidades y

la teoría política”

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