Pero el anuncio del Premio Nobel de la Paz, otorgado a los dirigentes tunecinos que jugaron un papel fundamental en la democratización de su país, es una noticia que debió echar raíces en los pensamientos y reflexiones del liderazgo político, religioso, empresarial y asociativo de Venezuela.
La atribución del Nobel al cuarteto tunecino, es la manera que tuvo el jurado noruego de reconocer el esfuerzo común de cuatro organizaciones de la sociedad civil para sacar a su país de la crisis política en la que se hundía y al mismo tiempo crear un consenso que llegara a todas las capas de la sociedad.
Todo comenzó en julio 2013, la UGTT principal sindicato del país, UTICA organización empresarial (Fedecámaras), la Liga tunecina por la defensa de los Derechos Humanos y el equivalente al Colegio de Abogados, forzaron a los partidos políticos a entenderse sobre la redacción de una nueva Constitución, para luego ir a unas elecciones libres.
El reflejo del cuarteto, se produjo justo cuando la violencia política comenzaba a llenar a Túnez de sangre y corría peligro la transición pacífica de un país, que había logrado lo más difícil, como lo fue la caída del dictador Ben Alí. La llamada revolución de los jazmínes, no está hoy estabilizada, pero están claros, en que la democracia fue el camino escogido, para el desarrollo de ésta nación del norte de Africa.
El Premio Nobel, le muestra al mundo la ejemplar obra del cuarteto. En el espíritu del jurado noruego, la esperanza que otros países de la región logren lo mismo que Túnez.
Yo diría, por qué no otros países, como Venezuela.
Una sociedad civil capaz de generar una fraternidad nacional, más allá de las posiciones e intereses políticos y económicos. Los problemas enraizados por la dictadura chavista, no son menos graves que, los que heredaron los tunecinos de la dictadura del socialista Ben Alí.
Cierto, tampoco somos Libia, ni Siria, ni Irak, ni Yemen. Países donde la guerra ha sido la opción de regímenes violentos contra quienes se les oponen. Una opción tan violenta como criminal que solo trajo el caos y la destrucción de sus respectivas sociedades.
Pero ante el continuado deterioro de la sociedad venezolana, no debemos esperar por su desaparición. El diálogo. Siempre será una opción. Pero el de la transición.
¿Está la sociedad civil venezolana, lista para ello?




