Un paÃs que ya casi no produce bienes de consumo. Los servicios son cada dÃa peores. Cuando uno pregunta si hay carne en un mercado ya la gente se rÃe, para no llorar. No hay dólares para importar. Ahora hay escasez hasta de billetes. Cada dÃa son más las horas que los venezolanos desperdician buscando alimentos y medicinas que, al final, no encontrarán. Cuando llega harina pan, la masa se encima como pirañas para tomar lo suyo. Ante esta realidad, la respuesta del gobierno rojo es amenazar y arremeter en contra de las escazas empresas que aún se sostienen produciendo. ¡La conducta del malandro!
El desprecio al conocimiento es una clara muestra del camino a la destrucción nacional. Las universidades reciben ataques medulares con la sustitución de la asignación de cupos, según la excelencia, por una asignación ideológica signada por el fracaso y el conflicto. ¡La diseminación de la mediocridad!
El supercontrol del gobierno sobre toda actividad económica, es decir, el atropello sistemático de las libertades, aunado a la escasez, producto de polÃticas fallidas, han creado, como es natural esperar, un mercado negro poblado de agentes que desarrollan actividades lucrativas en desmedro de los ciudadanos honestos que sobreviven a duras penas con sus mÃseros salarios. ¡ApologÃa de la miseria!
Zonas de distensión, en donde no entran los órganos de policÃa, gobernados por el imperio de las armas de bandas y megabandas criminales. Criminales que gozan de las mieles de un poder maligno, ungidos por la ineptitud estructural y la inacción de un gobierno ajeno a la realidad social de una Venezuela que se ha autoimpuesto un lúgubre toque de queda. ¡La inseguridad es la regla!
El despilfarro y la corrupción, nunca antes vista a estos niveles, nos muestra la consecución de intereses personales de los gobernantes, en perjuicio de los intereses colectivos y el bien común. Los corruptos viajan en sus aviones último modelo, mientras los ciudadanos honestos, la mayorÃa, ya no puede ni viajar al interior porque no le alcanzan los cobres. ¡Justicia de TrasÃmaco!
Ante esta realidad, la cual todos reconocemos sin mayor intelección, pareciera que la gran misión del gobierno de Nicolás Maduro y compañÃa, misión deliberada y malintencionada, es la destrucción de Venezuela, de sus logros civilizatorios históricos, de su libertad y la libertad de sus ciudadanos. Se trata de una polÃtica anti-prosperidad. Una contradicción. En una forma muy perversa, el gobierno ha sido exitoso en su misión.