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Socialismo “Ni-Ni” por Francisco J. Quevedo

 Socialismo

 

Este Socialismo que se nos impone ni es “bolivariano” ni es del Siglo XXI, y podemos afirmar que el modelo ni si quiera es “socialista”.

Aunque Bolívar no dejara un legado de pensamiento económico, podemos extraer algunos matices de su Manifiesto de Cartagena, donde criticó fuertemente la burocracia que este Gobierno ha acrecentado como ninguno; así como de sus leyes en el campo agrícola, más orientadas a recuperar el sector de la devastación causada por la guerra, y a deslastrarlo de las estructuras coloniales. Fue precursor de la Ley de Carrera Administrativa que establece las bases de la calificación, el mérito y la antigüedad, y decretó desde Guayaquil el Puerto Libre de Margarita. El Libertador era firme creyente en el libre comercio entre las naciones y en la inversión extranjera, para la cual creó un Régimen Especial Tributario, y se opuso al trueque como medio de pago. Evidentemente “el padre de la patria”  no era socialista. Karl Marx más bien dijo que El Libertador era el “canalla más cobarde, brutal y miserable…”  en una carta a Engels del 14 de Febrero de 1858. ¿Sería porque decretó pena de muerte a los corruptos que tienden a mandar en Venezuela y en otros países del mismo corte? Así que este modelo, “bolivariano” no parece.

Y si este Socialismo tiene fecha de nacimiento, sería más bien del Siglo XIX, por cuanto fue propuesto en el “Manifiesto Comunista” escrito por Karl Marx y Friederich Engels en 1860, donde se definió la estrategia de la izquierda de la manera siguiente: “El proletariado se valdrá del poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo capital, centralizándolo en manos del Estado… con la mayor rapidez posible… Al principio, esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica, por medio de medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor… para transformar todo el régimen de producción vigente.” Evidentemente, las similitudes con la realidad e historia reciente de Venezuela deben sustentar en parte la postura asumida por el gobierno de los Estados Unidos.

Este plan, forjado hace ya hace 155 años precisó diez líneas estratégicas para la sustitución del sistema capitalista por el Socialismo: (1°) Exprópiese (¡!) la propiedad privada (¡Cómo nos recuerda a Chávez esa palabra!), (2°) aplíquese un fuerte impuesto progresivo (12% de IVA, el ISLR, más las cargas para-fiscales), (3°) termínese con el derecho de herencia (¿Ha tramitado usted una Declaración de Herederos Universales?), (4°) confísquese la fortuna de los emigrados y rebeldes (léase banqueros, políticos y empresarios exiliados), (5°) centralícese el crédito en el Estado (como en el Banco de Venezuela, Bicentenario, el Industrial, ya quebrado, y/o Agropatria), (6°) nacionalícense los transportes, (7°) créense fábricas nacionales (como las EPS, empresas de producción social), (8°) decrétense ejércitos industriales, principalmente en el campo (léase milicias), (9°) articúlense las explotaciones agrícolas e industriales para ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad (¿Serían hoy los “gallineros verticales” y los “cultivos hidropónicos”?), y (10°) sométase la educación pública a un régimen combinado con la producción material (léase al “currículo bolivariano”). En efecto, el Manifiesto Comunista calificó al modelo educativo como eminentemente “burgués”, quizás por eso el prurito que les produce la USB, PDVSA Cied, el IESA y otros centros que “forman élites” como dijo Chávez.

Y si a ver vamos, Engels, coautor del Manifiesto Comunista escribió en el prólogo a la edición de 1860 que “cuando este vio la luz, no pudimos bautizarlo “socialista”. En 1847, el concepto abarcaba dos categorías de personas: las que abrazaban sistemas utópicos y los charlatanes sociales que aspiraban a remediar las injusticias de la sociedad con sus potingues mágicos y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo más mínimo, claro está, al capital ni a la ganancia. El “socialismo” designaba un movimiento burgués, el “comunismo” un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, una doctrina presentable en los salones; el comunismo, todo lo contrario. Y como en nosotros era ya entonces firme la convicción de que “la emancipación de los trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase obrera”, no podíamos dudar en la elección de título…” Así que el modelo que se nos impone tampoco es socialista, sino comunista.

Afortunadamente, la historia ha comprobado que Marx y Engels estaban equivocados. Países como Rusia, Vietnam, China y otros han abandonado los dogmas socialistas que lamentablemente Venezuela insiste en cultivar a expensas de la economía y el pueblo. El Socialismo demostró ser mejor en democratizar pobreza que en crear riqueza, un fracaso que fomenta la corrupción y una economía subterránea. El mejor ejemplo es Cuba, capital del turismo sexual, de donde salen 70.000 balseros al año a cruzar “el mar de la felicidad” y muere la mitad en el intento, y donde las jóvenes se prostituyen por un bluejean o un puñado de dólaresOjalá no terminemos aquí descubriéndolo de la misma manera.

@qppasociados

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Este Socialismo que se nos impone ni es “bolivariano” ni es del Siglo XXI, y podemos afirmar que el modelo ni si quiera es “socialista”.

Aunque Bolívar no dejara un legado de pensamiento económico, podemos extraer algunos matices de su Manifiesto de Cartagena, donde criticó fuertemente la burocracia que este Gobierno ha acrecentado como ninguno; así como de sus leyes en el campo agrícola, más orientadas a recuperar el sector de la devastación causada por la guerra, y a deslastrarlo de las estructuras coloniales. Fue precursor de la Ley de Carrera Administrativa que establece las bases de la calificación, el mérito y la antigüedad, y decretó desde Guayaquil el Puerto Libre de Margarita. El Libertador era firme creyente en el libre comercio entre las naciones y en la inversión extranjera, para la cual creó un Régimen Especial Tributario, y se opuso al trueque como medio de pago. Evidentemente “el padre de la patria”  no era socialista. Karl Marx más bien dijo que El Libertador era el “canalla más cobarde, brutal y miserable…”  en una carta a Engels del 14 de Febrero de 1858. ¿Sería porque decretó pena de muerte a los corruptos que tienden a mandar en Venezuela y en otros países del mismo corte? Así que este modelo, “bolivariano” no parece.

Y si este Socialismo tiene fecha de nacimiento, sería más bien del Siglo XIX, por cuanto fue propuesto en el “Manifiesto Comunista” escrito por Karl Marx y Friederich Engels en 1860, donde se definió la estrategia de la izquierda de la manera siguiente: “El proletariado se valdrá del poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo capital, centralizándolo en manos del Estado… con la mayor rapidez posible… Al principio, esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica, por medio de medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor… para transformar todo el régimen de producción vigente.” Evidentemente, las similitudes con la realidad e historia reciente de Venezuela deben sustentar en parte la postura asumida por el gobierno de los Estados Unidos.

Este plan, forjado hace ya hace 155 años precisó diez líneas estratégicas para la sustitución del sistema capitalista por el Socialismo: (1°) Exprópiese (¡!) la propiedad privada (¡Cómo nos recuerda a Chávez esa palabra!), (2°) aplíquese un fuerte impuesto progresivo (12% de IVA, el ISLR, más las cargas para-fiscales), (3°) termínese con el derecho de herencia (¿Ha tramitado usted una Declaración de Herederos Universales?), (4°) confísquese la fortuna de los emigrados y rebeldes (léase banqueros, políticos y empresarios exiliados), (5°) centralícese el crédito en el Estado (como en el Banco de Venezuela, Bicentenario, el Industrial, ya quebrado, y/o Agropatria), (6°) nacionalícense los transportes, (7°) créense fábricas nacionales (como las EPS, empresas de producción social), (8°) decrétense ejércitos industriales, principalmente en el campo (léase milicias), (9°) articúlense las explotaciones agrícolas e industriales para ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad (¿Serían hoy los “gallineros verticales” y los “cultivos hidropónicos”?), y (10°) sométase la educación pública a un régimen combinado con la producción material (léase al “currículo bolivariano”). En efecto, el Manifiesto Comunista calificó al modelo educativo como eminentemente “burgués”, quizás por eso el prurito que les produce la USB, PDVSA Cied, el IESA y otros centros que “forman élites” como dijo Chávez.

Y si a ver vamos, Engels, coautor del Manifiesto Comunista escribió en el prólogo a la edición de 1860 que “cuando este vio la luz, no pudimos bautizarlo “socialista”. En 1847, el concepto abarcaba dos categorías de personas: las que abrazaban sistemas utópicos y los charlatanes sociales que aspiraban a remediar las injusticias de la sociedad con sus potingues mágicos y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo más mínimo, claro está, al capital ni a la ganancia. El “socialismo” designaba un movimiento burgués, el “comunismo” un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, una doctrina presentable en los salones; el comunismo, todo lo contrario. Y como en nosotros era ya entonces firme la convicción de que “la emancipación de los trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase obrera”, no podíamos dudar en la elección de título…” Así que el modelo que se nos impone tampoco es socialista, sino comunista.

Afortunadamente, la historia ha comprobado que Marx y Engels estaban equivocados. Países como Rusia, Vietnam, China y otros han abandonado los dogmas socialistas que lamentablemente Venezuela insiste en cultivar a expensas de la economía y el pueblo. El Socialismo demostró ser mejor en democratizar pobreza que en crear riqueza, un fracaso que fomenta la corrupción y una economía subterránea. El mejor ejemplo es Cuba, capital del turismo sexual, de donde salen 70.000 balseros al año a cruzar “el mar de la felicidad” y muere la mitad en el intento, y donde las jóvenes se prostituyen por un bluejean o un puñado de dólaresOjalá no terminemos aquí descubriéndolo de la misma manera.

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Este Socialismo que se nos impone ni es “bolivariano” ni es del Siglo XXI, y podemos afirmar que el modelo ni si quiera es “socialista”.

Aunque Bolívar no dejara un legado de pensamiento económico, podemos extraer algunos matices de su Manifiesto de Cartagena, donde criticó fuertemente la burocracia que este Gobierno ha acrecentado como ninguno; así como de sus leyes en el campo agrícola, más orientadas a recuperar el sector de la devastación causada por la guerra, y a deslastrarlo de las estructuras coloniales. Fue precursor de la Ley de Carrera Administrativa que establece las bases de la calificación, el mérito y la antigüedad, y decretó desde Guayaquil el Puerto Libre de Margarita. El Libertador era firme creyente en el libre comercio entre las naciones y en la inversión extranjera, para la cual creó un Régimen Especial Tributario, y se opuso al trueque como medio de pago. Evidentemente “el padre de la patria”  no era socialista. Karl Marx más bien dijo que El Libertador era el “canalla más cobarde, brutal y miserable…”  en una carta a Engels del 14 de Febrero de 1858. ¿Sería porque decretó pena de muerte a los corruptos que tienden a mandar en Venezuela y en otros países del mismo corte? Así que este modelo, “bolivariano” no parece.

Y si este Socialismo tiene fecha de nacimiento, sería más bien del Siglo XIX, por cuanto fue propuesto en el “Manifiesto Comunista” escrito por Karl Marx y Friederich Engels en 1860, donde se definió la estrategia de la izquierda de la manera siguiente: “El proletariado se valdrá del poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo capital, centralizándolo en manos del Estado… con la mayor rapidez posible… Al principio, esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica, por medio de medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor… para transformar todo el régimen de producción vigente.” Evidentemente, las similitudes con la realidad e historia reciente de Venezuela deben sustentar en parte la postura asumida por el gobierno de los Estados Unidos.

Este plan, forjado hace ya hace 155 años precisó diez líneas estratégicas para la sustitución del sistema capitalista por el Socialismo: (1°) Exprópiese (¡!) la propiedad privada (¡Cómo nos recuerda a Chávez esa palabra!), (2°) aplíquese un fuerte impuesto progresivo (12% de IVA, el ISLR, más las cargas para-fiscales), (3°) termínese con el derecho de herencia (¿Ha tramitado usted una Declaración de Herederos Universales?), (4°) confísquese la fortuna de los emigrados y rebeldes (léase banqueros, políticos y empresarios exiliados), (5°) centralícese el crédito en el Estado (como en el Banco de Venezuela, Bicentenario, el Industrial, ya quebrado, y/o Agropatria), (6°) nacionalícense los transportes, (7°) créense fábricas nacionales (como las EPS, empresas de producción social), (8°) decrétense ejércitos industriales, principalmente en el campo (léase milicias), (9°) articúlense las explotaciones agrícolas e industriales para ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad (¿Serían hoy los “gallineros verticales” y los “cultivos hidropónicos”?), y (10°) sométase la educación pública a un régimen combinado con la producción material (léase al “currículo bolivariano”). En efecto, el Manifiesto Comunista calificó al modelo educativo como eminentemente “burgués”, quizás por eso el prurito que les produce la USB, PDVSA Cied, el IESA y otros centros que “forman élites” como dijo Chávez.

Y si a ver vamos, Engels, coautor del Manifiesto Comunista escribió en el prólogo a la edición de 1860 que “cuando este vio la luz, no pudimos bautizarlo “socialista”. En 1847, el concepto abarcaba dos categorías de personas: las que abrazaban sistemas utópicos y los charlatanes sociales que aspiraban a remediar las injusticias de la sociedad con sus potingues mágicos y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo más mínimo, claro está, al capital ni a la ganancia. El “socialismo” designaba un movimiento burgués, el “comunismo” un movimiento obrero. El socialismo era, al menos en el continente, una doctrina presentable en los salones; el comunismo, todo lo contrario. Y como en nosotros era ya entonces firme la convicción de que “la emancipación de los trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase obrera”, no podíamos dudar en la elección de título…” Así que el modelo que se nos impone tampoco es socialista, sino comunista.

Afortunadamente, la historia ha comprobado que Marx y Engels estaban equivocados. Países como Rusia, Vietnam, China y otros han abandonado los dogmas socialistas que lamentablemente Venezuela insiste en cultivar a expensas de la economía y el pueblo. El Socialismo demostró ser mejor en democratizar pobreza que en crear riqueza, un fracaso que fomenta la corrupción y una economía subterránea. El mejor ejemplo es Cuba, capital del turismo sexual, de donde salen 70.000 balseros al año a cruzar “el mar de la felicidad” y muere la mitad en el intento, y donde las jóvenes se prostituyen por un bluejean o un puñado de dólaresOjalá no terminemos aquí descubriéndolo de la misma manera.

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