Esa es la patética situación del régimen y su jefe. Se quedaron sin reales, rasparon las finanzas públicas y empeñaron hasta más no poder las entrañas del país. Hecho insólito este, desde todo punto de vista, si volvemos a tocar el requetesabido tema de “las grandes ganancias” obtenidas en Venezuela por concepto de la venta de nuestro petróleo.
Jamás en la historia nacional el fisco estatal se había atragantado semejante volumen de petrodólares. Las comparaciones, mediciones, relaciones o contrastes con otros tiempos han servido como punto de referencia para que, hasta los más incautos, tengan una ligera idea, por lo menos, de lo que ha ocurrido en este país inmensamente rico, que ahora vive una penosa situación económica que tiene a sus gobernantes buscando, desesperadamente, préstamos para ver cómo seguimos pagando, por lo menos, las importaciones de alimentos que hemos dejado de sembrar y cosechar en territorio venezolano.
No nos comparemos con las grandes naciones desarrolladas del mundo, basta solo con indagar lo que está ocurriendo en Ecuador, o en Panamá, Costa Rica, Colombia, Chile o Perú, para que nos quedemos paralizados de vergüenza. Por ahí está pasando el progreso y nosotros en constante retroceso. ¡Qué dolor! ¡Qué tristeza!
Con el torrente de dólares que obtuvimos por los negocios de hidrocarburos, se han podido poner en servicio varias líneas de los metros de Caracas, Valencia o Maracaibo. Se pudo haber cruzado a Venezuela, de una vez por todas, con las líneas ferrocarrileras, o construido en todos los estados del país hospitales modernos y bien equipados, universidades, escuelas técnicas, centrales eléctricas, desarrollos agropecuarios, o dicho de otra manera, con pocas letras, hemos podido dar el gran salto a la replanteada diversificación de nuestra economía, para que dejemos de ser rentistas, petrodependientes, como somos ahora, más que nunca.
Maduro está completamente extraviado, no encuentra qué hacer; no tiene la mínima idea, clara o diferente a pedir prestado para salir de este desbarajuste en el que han metido a Venezuela. No tienen otro recurso que no sea el de encender la maquinita para imprimir billetes inorgánicos que solo traerán consigo más pobreza, porque eso es lo que se deriva de la torturante inflación: miseria. No tienen fondos en la chequera y tampoco liderazgo moralizante para pedirle confianza y sacrificios a un pueblo decepcionado por tantos engaños.