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El holocausto venezolano: ¿Por qué murió Mónica Spear? por Odoardo Brito

Zea
Hace 11 años

nietzsche

 

Lo que una generación tolere, la siguiente lo aceptará-

John Wesley.

Hace poco menos de 160 años, el mutuo coqueteo de dos revoluciones, una científica y otra metafísica, preestablecerían en nuestra civilización occidental una nueva cosmovisión, y con ella una nueva lógica y moral.

Lo que pocos advirtieron era lo peligrosa que llegaría a ser. Un genio como Friedrich Nietzsche, a pesar de su nihilismo, pudo prever las consecuencias morales de lo que lentamente se estaba gestando, de lo que nos tocaría vivir por haber eliminado de nuestras mentes, de nuestro espíritu como civilización, la única referencia real y verdadera que teníamos como fundamento del carácter sagrado de la humanidad. (Ver en la gaya ciencia su parábola del hombre loco, o madman).

No en vano, casi como profeta bíblico, Nietzsche advertiría que el siglo XX -y aparentemente el XXI- serían los más sangrientos de todos los tiempos.

Y es que con “la muerte de Dios”, la necesidad de un “súper hombre” -que se levantara por encima del bien y el mal-, y la “nueva verdad” acerca de nuestro origen (Darwin),  el hombre, su vida, su moral, se vería reducida a la escalofriante lógica de la supervivencia del más apto. En otras palabras, ya NO a la vida, sino a la mera supervivencia del sálvese quien pueda, del reino animal.

Esta fue la cosmovisión, los principios a los que Hitler y Stalin le dieron forma y contenido, el fundamento que sentó y justificó las bases morales e ideológicas para el holocausto nazi y el holocausto ucraniano, mejor conocido como Holodomor.

Si Dios estaba muerto, y la lógica de la supervivencia del más apto se constituía como la nueva máxima de vida, alguien tenía que asumir el poder, alguien tenía que convertirse en el nuevo rey de la selva. Para eso era necesario y hasta vital, como en la lógica del reino animal, matar.

A partir de ese momento, se desecharía de una vez y para siempre el carácter sagrado y la inviolabilidad del ser humano, el cuestionamiento sobre bien y del mal, lo justo, lo correcto, lo verdadero. Algo parecido a lo que vivimos en la “Matrix” de nuestro post-modernismo y relativismo actual.

Entonces, esta lógica sin Dios, esta lógica del nuevo hombre por encima del bien y el mal, esta lógica de la supervivencia, encarnada en hombres hacedores de maldad, es la que está matando a decenas de miles de venezolanos, y es la que le quitó la vida a Mónica Spear y a su ex-esposo Thomas Henry Berry en unas vacaciones de año nuevo y navidad.

Por eso podemos decir que estamos viviendo la misma lógica de los holocaustos de los años 30 y 40. La única diferencia es que, en aquellos holocaustos el exterminio fue planificado y masivo; en el nuestro, es como el bingo, aleatorio y personal. Imagino que ese debe ser nuestro sello endógeno, nuestro “Holocausto made in Venezuela”, matar por ocio, resentimiento, diversión, supervivencia  e ínfulas de superioridad.

Una reflexión final. Es necesario hacer algo más allá de lo institucional y estructural. El origen de la violencia y el problema del mal no recaen ontológicamente en éstas. Es cierto, se alimenta y se aviva como fuego de sus fallas, pero su verdadero origen recae, como hemos visto, en lo ideológico y moral.

Con esto no estoy diciendo que el Estado no sea el primer responsable de generar todos los mecanismos para el progreso social, ni el único dueño absoluto del monopolio de la fuerza. Ese es el deber ser. La lógica nos dice que mientras menos fuerza institucional y estructural tenga el Estado, más veremos sus consecuencias sociales. Pero esto es una relación causa efecto, que no ataca el verdadero origen del problema.

Si todavía hay dudas, sospecho que si resumo y redundo un poco, tal vez todos coincidamos en afirmar que es en lo ideológico-moral, donde se fundamentan todas las políticas de Estado sin importar cuáles sean, con tal que hagan cumplir la meta-narrativa de su propia “necesidad histórica”. Así, de la misma manera, es en nuestra propia Matrix, donde el hombre define la narrativa de su propia historia personal, y sus consecuencias.

Por eso, en palabras del gran periodista y autor inglés Malcolm Muggeridge, lo que me preocupa es que “la perversión del hombre sigue siendo el hecho empírico más demostrable, y al mismo tiempo la realidad más resistida y rechazada a nivel intelectual”. Podremos llegar a ser un Estado fuerte, que controle y evite estos tipos de crímenes, pero de esa manera nunca llegaremos a transformar la mente y el corazón de aquellos que viven con ideales perversos y crueles sentimientos. A lo sumo, llegaremos a reprimirlos. Pero al presentarse una nueva oportunidad, otra vez surgirán.

Parafraseando a un filósofo francés de la talla de Augusto Comte, son en definitiva los ideales -lo que evocan y despiertan en nosotros- los que gobiernan al mundo o los que lo lleva al caos y a su perdición. La pregunta, entonces, es: ¿qué podemos hacer? ¿Con qué ideales nos podemos identificar para que esta Matrix de antivalores comience a cambiar?

Hace 2000 años, los más bellos y sublimes ideales de hermandad, amor, paz, esperanza y VIDA, fueron compartidos a la humanidad. En la actualidad, vivimos olvidando o quizá desconociendo que los derechos normativos universales que tanto defendemos, son un “copy-paste” que no reconoce ni ha dado crédito a los derechos de su Autor original.

Tal vez, si regresamos a ellos como sociedad, si nos re-encontramos con el verdadero poder, significado y trascendencia de las enseñanzas de Jesús, su fundamento,  viviremos como siempre estuvimos destinados a hacerlo: EN PAZ y rodeados de hombres de buena voluntad.

Desde lo más profundo de mi corazón, esta carta es para ti, mi querida Maya, y para todos los niños, niñas y adolescentes de mi amado país, para que sepan que sí hubo una generación que se levantó decidida a ser la luz de este mundo, a transformar el corazón de Venezuela, y a vencer con el bien, el mal.

Ya sabemos la historia, no estemos condenados a repetirla. Ya tenemos el conocimiento, no dejemos que perezca nuestra sociedad.

Lo que una generación tolere, la siguiente lo aceptará.

Odoardo Ignacio Brito Herrera

Director Programas Educativos Escolares JPCV

@OdoardoIgnacio

Email: odoardobh@gmail.com

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