Habrá que limpiarse el dedo por Andrés Volpe
“Free election of masters
― Herbert Marcuse
Votar en dictadura es una contradicción. La capacidad de elegir libremente solo puede ser ejercida en un gobierno democrático con credibilidad. No obstante, este gobierno carece de credibilidad frente a la sociedad. Por lo tanto, sería imposible entender que la celebración de elecciones el próximo domingo sea un acto democrático. Por el contrario, las elecciones solo serán una demonstración más de la corrupción institucional en el gobierno de Maduro. Así se reflejó en las pasadas elecciones del 14 de abril y así pasará ad nauseam mientras no ocurran cambios estructurales que erradiquen la corrupción en el gobierno central y en instituciones como el Consejo Nacional Electoral. De hecho, la celebración de elecciones bajo el Consejo Nacional Electoral actualmente constituido es inaceptable. ¿Por qué, entonces, el liderazgo opositor no exige condiciones que garanticen la transparencia del proceso y la remoción de los directores del CNE? Porque no tienen poder efectivo frente al gobierno.
Por ello, el liderazgo opositor simplemente se limita aexigirle a sus partidarios que vayan a las mesas electorales a votar. Esta es la única opción que tienen, aunque pueda verse como una súplica irresponsable. Todo esto se pide bajo la consigna de salvar espacios, es decir, de utilizar el voto como resistencia. Incluso, se sabe que ir a votar es la única manera de impedir la consolidación, por medio de un mecanismo democrático, de una dictadura. De allí se desprenden los argumentos de culpar al elector que no cumple, aunque el elector es el que eternamente ha cumplido y el liderazgo es el que falla al momento de defender y cobrar. Mal podría entonces ser culpado el elector por haberse desmotivado a seguir recurriendo a un mecanismo poco efectivo. La gente se cansa de ser burlada. No obstante, el liderazgo opositor sigue proponiendo a las elecciones auspiciadas por el gobierno como la solución de preferencia para enfrentar a la dictadura.
Es allí donde está la falacia. El voto es un mecanismo democrático que ocurre a posteriori de la consolidación de un sistema democrático. Es decir, el voto no es la causa de un sistema democrático ni la manera de entrar en uno, sino la consecuencia. Por ende, cuando las elecciones e ir a votar se enmarcan como la manera de contener el avance dictatorial es cuando ya todo está perdido.
De ello se desprende que ir a votar en las elecciones del 8 de diciembre es totalmente irrelevante. Ya se han perdido las libertades civiles y económicas. La Asamblea Nacional complacientemente otorgó poderes excepcionales al Presidente de la República para la consolidación de la revolución y amén de los demás poderes. Por allí salta todavía el 99 – la consolidación del insulto a la majestad del Legislativo. El irrespeto a los derechos constitucionales – incluyendo la propiedad privada – se ha legalizado por medio de procedimientos ajenos a los positivos – Los anaqueles finalmente quedaron vacios. El robo, el homicidio, el amedrentamiento y el vilipendio son los mecanismo de preferencia del gobierno central. La oposición no ha presentado un plan coherente para la restructuración del país ni para constituirse en una base de poder efectivo frente al gobierno – pretender sostener una fiesta democrática para perpetrar la hipocresía. Por el contrario, la oposición se ha consolidado como un mecanismo puramente reaccionario y subyugado. En suma, la República se ha perdido y ¿todavía hay que ir a votar so pena de ser traidor?
Mucha razón tiene Velarde, cuando menciona en su editorial #186 para Guayoyo en Letras que la estrategia frente al gobierno debe trascender de planes electorales y debe centrarse sobre el problema de cómo consolidarse finalmente como una opción política. Así lo hizo Betancourt con Acción Democrática y lo mismo Chávez con la revolución bolivariana. De lo contrario, el venezolano sufrirá el eterno retorno electoral, donde ir a votar se transforma es una cola adicional a la de la leche, el papel higiénico y el televisor a precio justo. El voto se trivializa y pierde la efectividad que en una democracia tiene como mecanismo decisivo de la vida política.
¿Podrá algún líder opositor consolidar a la oposición como una opción política luego del 8-D?
Mientras tanto, habrá que limpiarse el dedo para que la tinta agarre bien.