Descivilización por María Elena Arcia Paschen
Si alguna lección nos ha dejado la historia de la humanidad es que la corteza de civilización sobre la cual caminamos es siempre muy delgada, como una hoja. Hemos demostrado que los hombres somos capaces de generar peores desastres que la misma naturaleza.
Tradicionalmente han sido la falta de comida, cobijo, agua y seguridad personal los detonantes que nos hacen regresar, a los seres humanos, a un estado de absoluto primitivismo, de todos contra todos. En estos casos, algunos se conducen con solidaridad heroica y la mayoría retrocede a un estadio de supervivencia individual.
Sin embargo es muy lamentable observar como en los recientes acontecimientos -en los cuales no ha estado en riesgo ninguno de elementos anteriores- se produce también el fenómeno de la descivilización, término hoy en desuso, con un agravante imperdonable: la irresponsabilidad de los jefes de gobierno al propiciar los mismos a través del uso del lenguaje de guerra.
Comentaba recientemente un buen amigo que no podíamos esperar menos de los hombres si teníamos pocos años desde que bajamos de los árboles para incorporarnos a la civilización….
No obstante la certeza de la afirmación anterior, es obligado para el hombre luchar contra esos instintos primitivos en los cuales la educación y los valores juegan un rol fundamental. De allí la necesidad de atraer y formar talentos que participen en los cambios de rumbo necesarios para alejarnos del subdesarrollo e ingresar en una era de progreso humanizado.
Las tendencias actuales de la humanidad en materia de líderes es que éstos sean transitorios dada la enorme movilidad de ideas, de mentalidad, inexistencias de verdades absolutas lo que requiere de permanente cambio en el liderazgo para adaptarse a las nuevas circunstancias y aspiraciones de la población. Líderes formados en valores, con sensatez, con olfato para anticipar riesgos y capacidad para actuar con equilibrio y con absoluto conocimiento de la naturaleza humana y su capacidad de caer en la descivilización con inusitada rapidez.
En los últimos 15 años se ejerció un liderazgo que catapultó una etapa necesaria y dura en la vida de muchos venezolanos, que nos condujo en muchos casos a sacar lo peor y lo mejor de nosotros y que hoy en día requiere de una renovación urgente.
Episodios como los vividos recientemente no deben repetirse en el futuro por lo que sumemos esfuerzos para quitarles el poder a aquellos indignos de ejercerlo, evitar situaciones que generen esos hechos y rescatar los valores del esfuerzo y honestidad.
Sí depende de nosotros el avanzar y preparar el terreno para los cambios en proceso teniendo siempre muy presente todo lo que no queremos ni debemos repetir. Sin duda el desafío es enorme pero más lo será la gratificación por lo que logremos.
María Elena Arcia Paschen