Tanto nadar por Francisco Gámez Arcaya
Desde sus inicios, la revolución se empeñó por cambiar al venezolano. Desde su sincretismo ideológico, Chávez y sus asesores foráneos pensaban que el venezolano mutaría en algo parecido a un cubano, o un soviético. Nos imaginaban a todos despreciando lujos y comodidades. Soñaban con un país interesado solamente en su religión comunista y en el culto al líder supremo. Anticipaban una población poco apegada a lo material, a la comida, al vehículo, a los servicios básicos de calidad y, por ende, poco exigente con sus gobernantes. En eso la revolución ha fracasado.
Sin embargo, los que percibieron el disparate desde el comienzo de la función, anticiparon también un cambio en los habitantes de este país. Muchos pensaron que el sufrimiento de estos largos quince años, que la represión y el abuso hubiesen podido ser el motor para impulsar el cambio. Que para estas fechas tendríamos un país más solidario, menos materialista y más consciente de su nacionalidad y de su historia. En eso también se ha fracasado.
Ciertamente, se ha despertado conciencia social y política en un grupo de jóvenes que hoy son la esperanza del país. Pero estos años de revolución han hecho del venezolano promedio un ser más violento, más ávido de dinero fácil, más indolente. La pobreza crece a la par del dinero mal habido. Y no son solamente los que se han hecho millonarios con la complicidad del gobierno, o los que han engordado fortunas limpias con toques de condimento rojo, no. El signo de descomposición está también en el que roba celulares en la autopista y en el que saquea una gandola y en los “pranes” de nuestras cárceles. La revolución nos ha dejado un país poblado por aves de rapiña. Venezuela es hoy un campo minero donde lo único que importa es lo que logres sacar, antes que todo colapse. Si hay alguna tarea fundamental para las generaciones venideras, no será la de sacarnos de la quiebra económica, sino de la bancarrota moral en la que nos ha dejado el chavismo. Ese es el único reto a conquistar. Todo lo demás vendrá por añadidura.
Fuente: www.eluniversal.com