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José Virtuoso, rector de la UCAB: “No estamos en una guerra sino en medio de un gran desorden”

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Hace 11 años

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José Virtuoso

“No estamos en una guerra sino en medio de un gran desorden”

El rector de la UCAB advierte que son muy malos los augurios cuando la crisis económica llega al extremo de que cada quien, por cuenta propia y desesperadamente, busca soluciones para sobrevivir

EDGAR LÓPEZ

Como la mayoría de los venezolanos, el rector de la Universidad Católica Andrés Bello, José Virtuoso, va al mercado y no necesita leer la prensa para dar fe de que la escasez de productos de primera necesidad es real y apremiante.
La gravedad de la situación le hace recordar la crisis que estalló el Viernes Negro, aquel 18 de febrero de 1983 que marcó el fin de la Venezuela saudita que había impregnado el imaginario colectivo dentro y fuera del país por el aumento de los precios del petróleo durante la década precedente. Por doloroso, no quisiera recordar un segundo hito de lo que denomina ciclo vicioso de la economía rentista: El Caracazo, cuando el desespero de la gente por obtener lo más esencial degeneró en saqueo, brutalidad y muerte.

“Hay una gran semejanza entre esas dos coyunturas y el presente en cuanto a que los problemas son estructurales y tienen que ver con el erróneo manejo de la renta petrolera.

Tenemos un Estado que en tiempos de bonanza aumenta el gasto público ilimitadamente, no ahorra, no invierte y se endeuda internacionalmente.

Luego viene la caída del ingreso petrolero y la crisis fiscal.

Ese ha sido un ciclo recurrente en los últimos 30 años. La diferencia respecto del pasado es que antes se veía a un Estado que, al ser golpeado, admitía equivocaciones e intentaba buscar soluciones. Ahora ves a un Estado que niega la realidad y esgrime alegatos que agravan los problemas. Decir que el deterioro actual de la economía venezolana corresponde a una guerra económica es una insensatez que deprime y oscurece más las cosas”, señala el sacerdote jesuita, licenciado en Ciencias Políticas y doctor en Historia.

El Presidente atribuye la mayoría de los problemas del país a planes desestabilizadores del imperio estadounidense y de la derecha venezolana. ­Eso de querer endilgarle a un tercero la responsabilidad de los problemas que estamos viviendo es una estrategia totalmente inverosímil que ya se ha agotado. El Gobierno tiene que asumir su responsabilidad y demostrar que está dispuesto a actuar eficientemente. Decir que los problemas de la inflación, del desabastecimiento, del desempleo y de la inseguridad obedecen a la acción de una mano malévola, del imperialismo yanqui o de la derecha, no soporta el más mínimo análisis serio.

El chavismo asume lo que ocurre en el país como una guerra entre la derecha y la izquierda… y que la izquierda va ganando. ¿Es tan sencillo como eso? ­Yo he participado en estudios que revelan que en el espectro de opiniones en la sociedad venezolana existe un amplio sector que se sale del esquema de la polarización y es capaz de comprender que los problemas del país no tienen nada que ver con derecha o izquierda, sino con situaciones conflictivas objetivas que se sienten día a día y que hay que afrontar. Polarizar es una estrategia política promovida por el Gobierno, que no se corresponde con la diversidad de pensamiento que hay en Venezuela. Con la polarización el Gobierno gana la división de la sociedad en dos bandos: amigos y enemigos. Le interesa eliminar los matices, las posiciones intermedias: sólo se admite ser revolucionario o contrarrevolucionario. En muchas oportunidades la oposición ha jugado a ese juego, y el drama es peor cuando falla en la formulación de alternativas viables e incluyentes.

¿Qué indica la creciente militarización de la administración pública? ­Eso está fuera de los estándares del manejo democrático de un país porque la democracia implica que haya unos poderes públicos organizados de acuerdo con lo que dice la Constitución y que todos estén sometidos al poder civil. Las Fuerzas Armadas tienen un lugar muy preciso y limitado dentro del ordenamiento constitucional. No están ni para dirigir ni para organizar el Estado. Esto sólo se justifica por la percepción oficialista de que estamos en una guerra, la más reciente de tipo económico, por lo cual toda la sociedad tiene que organizarse militarmente.

Pero en verdad no estamos en una guerra, sino en medio de un gran desorden y una gran ineficiencia para resolver los problemas. Los problemas en democracia se arreglan con la actuación diligente de las instituciones y la participación de los ciudadanos, en estricto apego a la Constitución.

Varias ONG han advertido que la militarización del Gobierno implica el riesgo de más represión. ­Ese es un elemento clave, pero yo destacaría una situación más envolvente: poco a poco estamos dejando de lado las formas de la democracia, que no son simplezas sino lo esencial de un régimen de libertades y respeto a los derechos humanos.

¿Hasta qué punto los ciudadanos pueden soportar la escasez? ­Ante una situación de asfixia económica, las respuestas sociales son inesperadas y, por lo general, las que uno no desea. Situaciones como El Caracazo nadie las desea. Lo que estamos viendo son variadas formas de anarquía: la gente vuelta loca porque llegó la harina de maíz. Es una respuesta desesperada y así se repite en distintos ámbitos de la vida doméstica. El desenlace de las dinámicas sociales es impredecible. Lo cierto es que cuando todo el mundo, por cuenta propia y en forma desesperada, busca resolver sus problemas, los augurios son muy malos. Por lo pronto tenemos una sociedad cada vez más conflictiva y desconfiada, en la que sobrevivir es un peso cotidiano.

Fuente: El Nacional

Una base de datos de mujeres y personas no binarias con la que buscamos reolver el problema: la falta de diversidad de género en la vocería y fuentes autorizadas en los contenidos periodísticos.

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