Runrun.es: En defensa de tus derechos humanos

Noticias

11 de septiembre por Miguel Weil Di Miele

Zea
Hace 11 años

Screenshot-2012-09-14_10.02.35

La fecha es fatídica.

Si no recula en el último momento el señor del bigote, el Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos será (cuando sea publicado este artículo, ya lo es) cosa ajena. Las consecuencias de la denuncia de la Convención Americana parecen limitarse a la gravedad más aparente: Que los ciudadanos de la supuesta República tenemos una protección menos frente al Estado. Un día fatal, desde luego, pero no sólo para nosotros, sino para todo el continente, que por un poco de compuestos de carburo e hidrógeno baja la cabeza ante una negación de sí mismo. Porque el Sistema Interamericano es también eso: la manifestación más clara del ideal unitario continental, el reflejo (aunque muchas veces incipiente e insuficiente) de una América en la que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, con los mismos derechos, protegidos por igual.

Es cierto que la Comisión seguirá teniendo facultades, y que el organismo del cual nos deprendemos totalmente, es la Corte. También es cierto que a las últimas sentencias de la Corte, el Estado venezolano les ha hecho tururú, imponiendo su realismo y su irrespeto constante al derecho, a lo macho, por lo que no cambiarían mucho las cosas en la realidad. También es verdad que a pesar de la denuncia seguirán aplicando otros tratados de protección de Derechos Humanos. Por ello lo trascendente no es sólo si la Corte nos deja de proteger o no, sino lo que la renuncia en sí misma significa: Un fallo colosal de la diplomacia continental; una demostración de debilidad por beneficios económicos; un decreto tácito de que les importa un pepino y medio que un grupo de ciudadanos tengamos una protección menos, y que les da igual si mañana otro Estado decide mandarlo todo al cipote, o si ese mismo Estado decide renunciar también a la OEA para terminar de dejarnos a dos velas.

Nos negamos a nosotros mismos, cuando decimos que queremos unir al continente pero permitimos que unos 27 o 28 millones de ciudadanos pierdan la protección que si le damos a los otros, porque la Convención significa más, mucho más que una lista de derechos y los organismos que los protegen. La Convención es de alguna manera la manifestación no sólo de esa unidad latinoamericana tan pretendida, sino el cúmulo principista que niega que nuestro continente tenga espacio únicamente para los Videla, Pinochet, Fujimori, Pérez Jiménez, etcétera, con sus masacres y sus ultrajes a la dignidad. Manifiesta que somos más que eso, y que la democratización y el republicanismo continentales embebidos por el espíritu del Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos, no son una guachafa, sino un asunto serio. Pero se permitió que lo de ayer pasara, como si la historia hubiese transcurrido en vano.

Así que hoy, 11 de septiembre, mientras los catalanes celebran su nacionalidad, y los estadounidenses lloran dos torres caídas, América Latina se despierta escurriendo el bulto a la dignidad, como para hacerle honores al día en que Pinochet dio el golpe a Allende, y anotamos la fecha como otra más en la que imposición, fuerza, antidemocracia y antirepublicanismo prevalecen. Esta vez porque fluye el petróleo.

Miguel E. Weil Di Miele

Twitter: @weilmiguel

Una base de datos de mujeres y personas no binarias con la que buscamos reolver el problema: la falta de diversidad de género en la vocería y fuentes autorizadas en los contenidos periodísticos.

IR A MUJERES REFERENTES