La falta de transparencia se ha convertido en una constante en la diplomacia actual venezolana. Por una parte, al dejar de publicar el “Libro Amarillo”, la Cancillería esconde los alcances de la agenda cumplida, mientras que la nueva Ley de Servicio Exterior le abre las puertas a los “diplomáticos a la carrera” para que puedan convertirse en “diplomáticos de carrera express” imponiéndoles como contrapartida la obligación de guardar silencio sobre sus actividades por 30 años.
Durante la etapa democrática de Venezuela, el Ministerio de Relaciones Exteriores publicaba todos los años el Libro Amarillo que se presentaba ante el Congreso y ante la opinión pública. Allí se reseñaban los compromisos asumidos por la República. Desde 1958 hasta 1998 los interesados y estudiosos podían consultar los alcances de los Tratados suscritos; las posiciones adoptadas en organismos internacionales; los montos utilizados en la cooperación internacional y en general, las actuaciones consulares, culturales e internacionales. La Memoria y Cuenta estaba precedida por una evaluación introductoria del Canciller que refería la actividad prioritaria cumplida durante ese año.
Esta información diplomática la encontramos también en las publicaciones anuales que se hicieron durante el Siglo XX , aun por regímenes autoritarios como los de Pérez Jiménez, Gómez, Castro, y por supuesto por los Gobiernos de Medina, López Contreras y Betancourt (45-48), al igual que por Gobiernos del Siglo XIX. Era una Venezuela en la que la Diplomacia de Estado era transparente.
Inclusive en el inicio de la Administración-Chávez, los primeros Cancilleres siguieron la tradición diplomática, tal como puede constatarse en la Biblioteca del MRE que contiene el testimonio de sus primeras publicaciones. Pero en la medida en que la radicalización fue sustituyendo los compromisos del Gobierno por las del Partido de Gobierno, se fueron “camuflando” las informaciones sobre las actuaciones internacionales para evitar que se conociera el mal uso del Tesoro Nacional gastado en “ayudas” ideologizadas; Acuerdos inconfesables; compras de armamentos con sobreprecio; corrupción a través del uso de las valijas diplomáticas y vuelos oficiales para movilizar maletines destinados a financiar campañas electorales como las de Kirschner. Resultaba contraproducente para los responsables de la diplomacia Maduro-Chavista poner en blanco y negro tantos desaciertos, por lo que decidieron dejar de publicar el Libro Amarillo.
Esta opacidad de las actuaciones diplomáticas se agravará aún más con la nueva Ley de Servicio Exterior, que contempla en los artículos 116 y siguientes que funcionarios designados por razones políticas, puedan convertirse en “diplomáticos de carrera”, mientras que hace años no se convoca el concurso de oposición que es obligatorio conforme a las disposiciones legales pero que se incumple.
El artículo 21 de la nueva ley, les impone a los funcionarios un silencio obligatorio hasta por 30 años después de dejar su cargo, tipificando como traición a la patria cualquier declaración que refiera las actuaciones “diplomáticas” que hayan cumplido. Es de notar que esta prohibición va dirigida en especial a los propios chavistas porque en los 15 años transcurridos de la “revolución”, la inmensa mayoría de los diplomáticos de carrera han renunciado, o han sido destituidos o están jubilados. Con estas disposiciones se decreta la opacidad y se evita que se conozcan los escándalos de una diplomacia intervencionista impuesta por el régimen anti-histórico actual, lo que debemos rechazar.