El reto de las élites por María Elena Arcia Paschen

Hemos escuchado que en la vida todo ocurre por alguna razón que, aún cuando en el momento preciso en que se está desarrollando el acontecimiento desconoces y genera angustias, luego empiezas a entender quizás en parte por el transcurso del tiempo, por la reflexión alejada del quehacer diario o simplemente porque ese era la decisión del Creador.
Parte de esa angustia la sentimos la gran mayoría de los venezolanos quienes sentimos que se pretende vivamos un presente sin fin. Esto es evidente ya que siendo como lo son obvias la destrucción sistemática de la estructura del estado democrático y sus instituciones, lo que está conduciendo a la fragilidad inminente del gobierno, éste no encuentra la forma de sustituir estas prácticas y políticas que impiden la convivencia social preservando la paz y las instituciones, sin las cuales se hace muy difícil el desarrollo de una sociedad.
Es muy lamentable que los ciudadanos que hemos sido criados creyendo firmemente no sólo en la libertad como valor fundamental, sino en nuestra capacidad intelectual y obligación de promover cambios, estemos dedicando mucho de nuestro tiempo y esfuerzo a oponernos, criticar y atacar, sin generar propuestas concretas para diseñar el futuro que nos merecemos. Los privilegios que hemos recibido debemos devolverlos convertidos en ideas y acciones concretas y comprometernos en su ejecución.
Los seres humanos tendemos a favorecer aquellas ideologías que prometan las soluciones fáciles, los valores blancos o negros, requiriendo a menudo de encontrar enemigos “afuera” que nos eviten las reflexiones personales. Quizás en parte la explicación a la extrema polarización actual, típico de sociedades inmaduras.
Nuestra función entonces debe ser no sólo impedir que repitamos hechos históricos innecesarios, sino estimular y participar en el diseño de ese país que queremos, merecemos y que estamos obligados a construir.
Se hace indispensable entonces enfocar las energías y emociones hacia el diseño del proyecto de país que buscamos; pensar y fabricar el futuro. La historia reciente de la humanidad está llena de ejemplos y que ratifican que la historia y la ficción no son alérgicas la una a la otra, por el contrario, pueden fundirse en la realidad por lo que la tarea de soñar el país que queremos se hace encantadora y repleta de retos.
Un ejemplo muy concreto lo es la historia de Israel; antes de ser historia fue una fantasía que por la terquedad, capacidad de sacrificio e idealismo de algunos se convirtió en una realidad al lograr hacer brotar agua y sembradíos en el suelo hostil y levantar pequeñas viviendas en el desierto que luego se convirtieron en ciudades modernas. Buen ejemplo a seguir!
La historia no está escrita ni predeterminada por una implacable divinidad; por el contrario la escriben a diario las mujeres y hombres de conformidad con sus sueños, deseos y esfuerzos conjuntos. Esto último resulta fundamental para nosotros los venezolanos que en muchos momentos nos sentimos destinados a vivir un presente sin fin, lleno de incertidumbres y sintiéndonos impotentes para generar y participar en los cambios. Debemos recordarnos y transmitir a otros que nada debe ser obligatoriamente como es, que la historia puede ser de otra manera o mejor, como quisiéramos que fuera y únicamente depende de nosotros que así sea.
Para transformar la sociedad no es necesario suprimir las libertades, atropellar las leyes, instalar un poder abusivo, silenciar la crítica pero si es indispensable una actitud de rebeldía ante la creencia o percepción de la imposibilidad de lograrlo y en esto debemos ser incansables. Nuestro esfuerzo debe estar destinado a la reinstalación y mantenimiento de la cultura de la libertad como valor fundamental ya que es sin duda la mejor garantía de progreso y supervivencia de un pueblo, sin importar su nivel de desarrollo ni las circunstancias a que se enfrente.
Propongo, como en su momento lo hizo Octavio Paz en México, que sustituyamos el término Revolución por Evolución a fin de lograr la tan ansiada redemocratización de nuestro país y nos dediquemos con disciplina y mucha pasión a pensar y diseñar el país de nuestros hijos y nietos, nos lo agradecerán eternamente.