“I have a dream” por Damián Prat C. @damianprat
Pasado mañana se cumplen 50 años del histórico, emotivo y grandioso discurso de Martin Luther King en el hermoso parque del monumento a Abraham Lincoln en Washington. Discurso de tan sólo 16 minutos que hizo historia y ha trascendido en el tiempo. ¡Se pueden decir las grandes ideas en tan corto espacio!. Discurso histórico porque además fue un momento culminante de Movimiento por los Derechos Civiles que pondría fin a las leyes que permitían la discriminación racial en los Estados Unidos, bochorno y vergüenza que se mantuvo por décadas en esa gran nación. Uno de los grandes bloques de ideas que componen esa pieza oratoria, la que quizás tiene mas calor humano y que aún hoy nos hace llorar de emoción, repite varias veces esa frase: “I have a dream”, es decir, “Yo tengo un sueño” y ha sido tomada para titular el discurso mismo.
Recomiendo buscar en You Tube, el video del discurso. Hay varias copias con subtítulos en español. Vale la pena. Pasada la emoción, es útil también mirar el contenido del discurso e incluso leerlo textual para analizarlo en frío. Tiene pasajes de dura pero justa y legítima intransigencia. “Este no es tiempo para entrar en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora del gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el iluminado camino de la justicia racial (…) Este sofocante verano del legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio (…) No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus derechos de ciudadano. Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia (…) Nos preguntan: “¿Cuándo quedarán satisfechos?” Nunca estaremos satisfechos en tanto el negro sea víctima de los inimaginables horrores de la brutalidad (…) Nunca estaremos satisfechos en tanto a nuestros hijos les sea arrancado su ser y robada su dignidad por carteles que rezan: “Solamente para blancos”. No podemos estar satisfechos y no estaremos satisfechos en tanto un negro de Mississippi no pueda votar y un negro en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. No, no estamos satisfechos, y no estaremos satisfechos hasta que la justicia nos caiga como una catarata y el bien como un torrente”.
En los EEUU de aquel inicio de los años 60 había millones de personas -incluyendo líderes políticos y de toda la sociedad que acompañaban ese anhelo de justicia y libertad. El Fiscal General era Robert Kennedy cuya acción para apoyar al Movimiento por los Derechos Civiles fue fundamental. ¡Eso sí era un Fiscal General!. No alguien colocado para defender los privilegios de los corruptos y poderosos. No un (a) fabricante (a) de acusaciones desvergonzadas para tratar de impedir el cambio. ¿Puede el lector imaginar a una camarilla gobernante, reaccionaria y retrógrada, como la de Venezuela hoy, en una situación como aquella? ¿Cómo calificarían esos pasajes del discurso de Luther King en los que habla de “remolino de la revuelta”?. Como mínimo habrían dicho: “desestabilizadores, golpistas, conspiradores”.
Aquel discurso de Luther King abunda en pasajes de denuncia de la situación de injusticia y discriminación que violaba principios fundamentales de la Constitución de su país y del sentido profundamente libertario de sus fundadores. Y…¡ojo!… por eso pido que lo revisen con detalle, no es un discurso negador de los valores fundamentales de los norteamericanos. Por el contrario, reclama indignado por la igualdad desde la perspectiva del modelo estadounidense: “yo tengo un sueño. Es un sueño arraigado profundamente en el sueño americano (…) con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres (…) Y si Estados Unidos va a convertirse en una gran nación, esto debe convertirse en realidad”.
Firme pero cuidadoso es Luther King para insistir en la lucha en todos los terrenos de la desobediencia y la resistencia, en no aceptar medias tintas, y sin embargo, no perder la perspectiva de la meta de Unidad nacional. No es destruir ni lograr cambios mediante la división y el odio que harían inviable a su país. “Hay algo que debo decir a mi gente, que aguarda en el cálido umbral que lleva al palacio de la justicia: en el proceso de ganar nuestro justo lugar no deberemos ser culpables de hechos erróneos. No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el odio. Siempre debemos conducir nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en la violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la fuerza del alma (…) esta nueva militancia maravillosa que ha abrazado a la comunidad negra no debe conducir a la desconfianza de los blancos. No podemos caminar sólos”. No habrán faltado los “radicales” habladores de bolserías que lo habrían calificado de “come flor”.
Esa nación contradictoria en episodios de grandeza y miseria que es los Estados Unidos mantuvo por décadas la mancha horrorosa de la discriminación racial. Hoy, menos de 50 años después de aquellas luchas, tiene, nada menos, que …¡un presidente negro!. Ni Luther King llevó tan lejos su sueño. Gigantesco cambio aunque persisten injusticias. Mostraron ser capaces de superar sus defectos. Mismo tiempo en que los hermanos Castro, en Cuba, usando la fuerza militar y policial, no permiten cambios en su fracasado modelo político. La gerontocracia del castrismo no permite ni los cambios generacionales, mucho menos el cambio hacia el progreso. Igual en Corea del Norte e igual que, hasta que la rebelión popular lo expulsó, el Gadafi de Libia. Unos cambian y otros, a la fuerza, se empeñan en aferrarse al poder e impedir los cambios o resisten aún a costa de sangre y mortandad como en Siria.