El Espejismo Venezolano por Henrique Capriles Radonski @hcapriles
Cada vez que sostengo un encuentro con personas de otros países, reafirmo las convicciones que me llevan a tener la esperanza puesta en el futuro de los venezolanos.
En Venezuela, durante 15 años, se ha estado gobernando para ser vistos desde afuera. El partido de gobierno ha invertido la riqueza de los venezolanos en construir un espejismo que cuente con la aprobación internacional. La realidad es que los venezolanos vivimos en un territorio que ha sido secuestrado por la violencia y la anarquía.
Mientras en el continente las políticas económicas conducen a un descenso de la inflación y a la revalorización de las monedas, en nuestro país el bolívar es devaluado y los índices de inflación se disparan. Mientras en naciones vecinas se reducen los índices de pobreza, en la nuestra aumenta la violencia en las calles, y la impunidad en cuanto al delito de homicidio alcanza casi el ciento por ciento. Mientras los ciudadanos consiguen nuevos derechos y metas, las instituciones venezolanas han sido secuestradas por un partido de gobierno que obstaculiza, coarta e impide cualquier visión de país que no sea la que ordenan desde el Palacio presidencial. El gobierno venezolano -como ha sucedido en la historia de varias naciones de nuestro continente en distintas épocas- se ha empeñado en eclipsarles el futuro a los ciudadanos.
La inestabilidad económica, el enorme riesgo país, la incapacidad de los gobernantes y una colección infinita de políticas públicas fracasadas son las conquistas más relevantes que puede apuntarse el partido de gobierno. La merma de su capital electoral es apenas una señal de muchas otras que dejan en claro que lo que opera actualmente en Venezuela no solamente es un modelo fracasado que ya no tiene nada más que dar, sino la usurpación del poder conquistado en complicidad con las instituciones y a espaldas del pueblo.
Chile ha vivido coyunturas que van desde sus históricas y complejas transiciones políticas hasta la atención especializada del problema de la pobreza. Y pueblos como el chileno saben que los países son mucho más que las cifras oficiales y los reportes anuales que entregan los gobiernos.
Lo que el pueblo chileno ha ganado no es una conquista de sus políticos, sino el fruto de la coincidencia entre unos gobernantes eficaces y un pueblo comprometido con la idea de progresar. Por eso, el Chile de hoy es un país que ha aprendido de lo que ha tenido que superar, un país que puso mucho empeño en construirse el futuro que merece. Chile hoy es un modelo para el continente no solo en sus políticas públicas, sino también en cómo construir una sociedad que resuelve sus diferencias en paz.
Así como en su época más oscura Chile supo contar con las capacidades de su gente y la fuerza inagotable de sus ganas de tener un país mejor, asimismo en Venezuela, detrás del espejismo que han levantado los enchufados al gobierno para que desde afuera parezca otra cosa, están los millones de venezolanos que ya demostraron que no están dispuestos a dejarse confiscar el futuro.
¡Y eso es lo que estamos construyendo en Venezuela, contra todos los obstáculos que pone el poder! Nuestro futuro. Los venezolanos sabemos cuál es el país que podemos, queremos y merecemos tener.
Nuestras dos naciones tienen las coincidencias suficientes para entenderse mucho mejor y las diferencias necesarias para complementarse. Pero, además de conocer y valorar lo que nos une de nuestros pasados, es necesario entender lo que nos une ahora. Gracias a la historia podemos aprender de nuestros aciertos y de nuestras equivocaciones, pero el presente también permite enriquecerse de los éxitos logrados. Cada política pública exitosa en el mundo debe convertirse para nosotros en un referente que vaya en beneficio de quienes necesitan que la sociedad cambie de una buena vez.
El deseo de los pueblos es la verdad, y la verdad es que el pueblo venezolano quiere progresar. No tenemos duda de que la verdad es como el futuro: indetenible. No hay otra verdad en la nueva manera de hacer política; el progreso de los ciudadanos se construye sumando las fuerzas de todos y construyendo en una misma dirección, sin que eso signifique sacrificar ideales ni causas justas, pero mucho menos imponiéndolas. Ya se ha derramado demasiada sangre en el mundo demostrando ese fracaso.
Cuando las políticas están pensadas para satisfacer las necesidades de quien lo necesita, pero con la intención real de ayudarlo y la voluntad política necesaria para hacer que las generaciones del futuro no padezcan de los mismos problemas, entonces podemos hablar de un buen gobierno. Ese es el mensaje que traigo a Chile, y eso es lo que deseo aprender de los chilenos.