Faltan casi seis meses para las elecciones de alcaldes y concejales y ya la oposición anda distraÃda con el cascabeleo de aspirantes insatisfechos, alguno de ellos zancadilleadores de oficio… y todo parece dispuesto para el arranque de una campaña que supuestamente permitirá, ¡ahora sÃ!, salir de abajo, de perdedores… sin que se haya producido un mÃnimo cambio en los organismos responsables de la catajarria de irregularidades que configuraron el último fraude electoral… tan obvio que lo registran en sus informes desde el prestigioso Instituto de Altos Estudios Europeos, invitado por la Mesa de Unidad Democrática, hasta el celestino Centro Carter…
La justificación de algunos dirigentes y del propio candidato de la oposición: llamar a votar para convertir las elecciones municipales en un plebiscito contra el Gobierno, puede interpretarse como pretexto para tirar la toalla en la lucha contra el fraude pasado y correr la arruga para volver a recogerla en diciembre tras el fraude que vendrá… lo que implicarÃa una subestimación de un electorado cada vez más combativo y radicalizado y la posibilidad de que el Gobierno retome el control de la situación y persista en su ventajismo, cada vez más descarado, al estilo del señor de los ojitos, capo de la represión fascista.
No se perdió el tiempo, por el contrario se recuperó… y al menos se dio una pelea y se dijeron y se hicieron unas cuantas cosas que, la ceguera de unos y el electoralismo desbocado de otros, nos habÃan prohibido decir y hacer desde la época del revocatorio…. gritar fraude y protestar en la calle, aunque hemos fallando en esto.
Como explicarle al bigotón Pánfilo que la defensa de los derechos humanos, en especial la libertad de expresión, no es una opción de la burguesÃa; que una revolución socialista no implica “que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos mierda” y que ser de izquierda (o de derecha), como lo señala JoaquÃn EstefanÃa, “no solo significa tener una suma de emociones sino también una colección de valores”.
No puede haber patria para nadie en un paÃs donde una buena parte de la población es discriminada (lista de Tascón) y calumniada por el Gobierno: burgués, oligarca, fascista; y acosada por la delincuencia… mientras que otra parte, no el resto, élites cÃvico militares, por lo general de burócratas que se identifican con camisas rojas y se mueven en carros de lujo (tienen licencia para manejar sin haber obtenido certificado de educación primaria), destruye el paÃs.
Fuente: El Nacional