El gobierno neozelandés subastó el espectro radioeléctrico en 1990 mediante una rareza llamada “subasta VicKrey”, llamada así en honor a William Vickrey, su inventor y ganador del premio Nobel.
Que sea al segundo precio significa que el ganador no paga la suma que ofreció, sino la cantidad de la segunda puja más alta. El motivo de este curioso sistema es evitar que los licitadores cuenten con motivos para roñosear en sus ofertas, pues presentar una puja menor afecta a las posibilidades de ganar la subasta, pero no al precio final a pagar.
El resultado fue catastrófico, pues los economistas teóricos que escogieron el sistema no habían contado con la naturaleza humana: El público neozelandés quiso saber por qué un licitador que había ofrecido por su licencia 100.000 dólares neozelandeses, finalmente sólo debía pagar por ella 6 dólares neozelandeses y por qué otro que había ofrecido 7 millones de dólares neozelandeses sólo tuvo que desembolsar 5.000 dólares neozelandeses.
Cifras vergonzosas. Los economistas teóricos de la Teoría de Juegos aplicada a las subastas sabían que, en promedio, las subastas Vickrey consiguen recaudar tanto dinero como cualquier tipo de subasta, porque al no exigir pagar la cifra más alta, incitan a los licitadores a ofrecer más dinero. En teoría todo era correcto, pero…. hicieron el ridículo y el gobierno neozelandés fue motivo de burlas.