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Chávez y Colombia: relación impredecible por Simón Alberto Consalvi

Las relaciones entre Colombia y Venezuela durante los 14 años del presidente Hugo Chávez en el poder oscilaron entre la imprevisibilidad y el suspenso, hasta la llegada de Juan Manuel Santos a la Presidencia.

Buena parte de ese tiempo lo llenaron los ocho años del presidente Álvaro Uribe y del propio Santos como ministro de Defensa. Desde el comienzo, el presidente Chávez se sintió incómodo con el gobierno de Colombia. Pienso que dos razones confluyeron en la creación de ese clima tan poco propicio. La primera, y muy determinante, fueron los vínculos del presidente venezolano con las Farc y sus líderes históricos. La otra, la visión que tuvo Chávez de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) como un monopolio de las oligarquías binacionales y como un estorbo para sus políticas estatistas y de exclusión del sector privado.

La primera, una relación sin duda compleja, de implicaciones imprevisibles que afectaban o podían afectar la relación entre los estados, y, en efecto, así sucedió al conocerse, por ejemplo, el ataque al campamento de las Farc en territorio ecuatoriano y la muerte de Raúl Reyes. Fue una crisis conocida porque tuvo humos de melodrama, discursos altisonantes, rupturas, movilización militar un poco ceremonial.

Entre tanto, para nadie era un secreto que el territorio venezolano estaba abierto a las Farc, que había campamentos guerrilleros y que éstos gozaban de protección militar, de logística y otras licencias. Que los comandantes venían a Caracas y eran huéspedes del Gobierno. Los episodios abundan, las anécdotas y la picaresca que pretendía burlar a los venezolanos y al gobierno de Álvaro Uribe. Paralelamente, Chávez libraba una guerra a fondo contra el Plan Colombia que lo llenaba de complacencia porque atacaba al imperio y a su aliado latinoamericano.

La campaña presidencial de Juan Manuel Santos la vio y la percibió Chávez como el peor de los signos. Como la continuidad agravada de las políticas de Uribe y de la radicalización del Plan Colombia. Nadie podía hacer pronósticos que no fueran pesimistas en los análisis que los expertos solían aventurar. Si la guerra no había estallado con Uribe, nadie la evitaría con Santos.

Fue elegido Santos y, como dice Pedro Navaja, “sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas”. Bastó que dialogaran Santos y Chávez y nació una alianza tan feliz, y estoy seguro que franca, entre los dos presidentes que, desgraciadamente, no se dio antes. Lo impredecible sucede: ahora el presidente Chávez hará falta para que el proceso de paz avance o se consolide. Es lo que oigo.

El acercamiento entre Santos y Chávez estabilizó las relaciones, y lo hemos celebrado. Pero no hay cómo volver atrás la historia, ni recuperar el tiempo y las oportunidades perdidas. La decisión de Chávez de retirar a nuestro país de la CAN, luego de haberse consolidado a través de treinta años y de haber demostrado su exitoso desempeño, no tuvo justificación, causó serios daños a Venezuela, como imagino que a Colombia y a la propia CAN. Seducido por el presidente Lula de Brasil, Chávez decidió cambiar la CAN por Mercosur. La CAN prometía integración, Mercosur ofrece comercio, y Venezuela sólo produce petróleo. La vinculación con el Sur estuvo rodeada de gran fanfarria y tengo la impresión de que a todo eso se lo llevará el viento.

Publicado en ElEspectador.com

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Las relaciones entre Colombia y Venezuela durante los 14 años del presidente Hugo Chávez en el poder oscilaron entre la imprevisibilidad y el suspenso, hasta la llegada de Juan Manuel Santos a la Presidencia.

Buena parte de ese tiempo lo llenaron los ocho años del presidente Álvaro Uribe y del propio Santos como ministro de Defensa. Desde el comienzo, el presidente Chávez se sintió incómodo con el gobierno de Colombia. Pienso que dos razones confluyeron en la creación de ese clima tan poco propicio. La primera, y muy determinante, fueron los vínculos del presidente venezolano con las Farc y sus líderes históricos. La otra, la visión que tuvo Chávez de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) como un monopolio de las oligarquías binacionales y como un estorbo para sus políticas estatistas y de exclusión del sector privado.

La primera, una relación sin duda compleja, de implicaciones imprevisibles que afectaban o podían afectar la relación entre los estados, y, en efecto, así sucedió al conocerse, por ejemplo, el ataque al campamento de las Farc en territorio ecuatoriano y la muerte de Raúl Reyes. Fue una crisis conocida porque tuvo humos de melodrama, discursos altisonantes, rupturas, movilización militar un poco ceremonial.

Entre tanto, para nadie era un secreto que el territorio venezolano estaba abierto a las Farc, que había campamentos guerrilleros y que éstos gozaban de protección militar, de logística y otras licencias. Que los comandantes venían a Caracas y eran huéspedes del Gobierno. Los episodios abundan, las anécdotas y la picaresca que pretendía burlar a los venezolanos y al gobierno de Álvaro Uribe. Paralelamente, Chávez libraba una guerra a fondo contra el Plan Colombia que lo llenaba de complacencia porque atacaba al imperio y a su aliado latinoamericano.

La campaña presidencial de Juan Manuel Santos la vio y la percibió Chávez como el peor de los signos. Como la continuidad agravada de las políticas de Uribe y de la radicalización del Plan Colombia. Nadie podía hacer pronósticos que no fueran pesimistas en los análisis que los expertos solían aventurar. Si la guerra no había estallado con Uribe, nadie la evitaría con Santos.

Fue elegido Santos y, como dice Pedro Navaja, “sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas”. Bastó que dialogaran Santos y Chávez y nació una alianza tan feliz, y estoy seguro que franca, entre los dos presidentes que, desgraciadamente, no se dio antes. Lo impredecible sucede: ahora el presidente Chávez hará falta para que el proceso de paz avance o se consolide. Es lo que oigo.

El acercamiento entre Santos y Chávez estabilizó las relaciones, y lo hemos celebrado. Pero no hay cómo volver atrás la historia, ni recuperar el tiempo y las oportunidades perdidas. La decisión de Chávez de retirar a nuestro país de la CAN, luego de haberse consolidado a través de treinta años y de haber demostrado su exitoso desempeño, no tuvo justificación, causó serios daños a Venezuela, como imagino que a Colombia y a la propia CAN. Seducido por el presidente Lula de Brasil, Chávez decidió cambiar la CAN por Mercosur. La CAN prometía integración, Mercosur ofrece comercio, y Venezuela sólo produce petróleo. La vinculación con el Sur estuvo rodeada de gran fanfarria y tengo la impresión de que a todo eso se lo llevará el viento.

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