El esposo de Anaís la humillaba cada vez que llegaba a la casa, la responsabilizaba hasta de los virus que su hijo contraía y había comenzado a hablar mal de ella a sus espaldas
Las mujeres prefieren callar y aguantar la violencia psicológica a la que sus parejas las han sometido para evitar acudir a algún cuerpo de seguridad para actuar en sus defensas y esquivar la revictimización.
Tal es el caso de Anaís Rojas, de 37 años, quien durante nueve años continuos vio cómo poco a poco le limitaron sus derechos, reseña un reportaje de Mujeres Constructoras de Paz, iniciativa del Instituto Venezolano de Prensa y Sociedad (IPYS).
En los primeros años de casada, Anaís sentía que de esa forma su esposo la cuidaba y le demostraba su amor, pero hoy en día asegura que fue víctima de violencia psicológica durante mucho tiempo.
“El amor nos ciega, a tal punto de sentirnos cómodas y seguras cuando nuestras parejas vigilan cualquier movimiento y conducta diaria, hasta que logran dominarnos por completo. Nos convertimos en seres inferiores y cuando queremos actuar ya es muy tarde”, aseguró.
Cuando Anaís se graduó de Técnico en Informática, su esposo le pidió que trabajara desde casa y le prometió que le brindaría las comodidades que ella necesitaba. Dos años después quedó embarazada y sus funciones se limitaron a cuidar su hijo y atender su hogar.
En los momentos en que le ofrecían algún trabajo, su esposo le decía que el bebé estaría en riesgo al cuidado de terceros, “formas de micromachismo que terminaron dañando su autoestima”.
Bajo la sombra de la persecución
El pequeño de Anaís comenzó a asistir a la escuela y ella aprovechaba la mañana para hacer algunos trabajos que le permitieran obtener algunos ingresos adicionales. Una empresa española la contrató para que se encargara del funcionamiento de las computadoras y cámaras de seguridad.
Luego de clamar a su pareja para que la dejara trabajar, él la llevaba y la buscaba en el trabajo, y nunca le permitió contratar a una niñera para que la ayudara con su pequeño y con los quehaceres del hogar.
“Tenía que llegar a la casa a atender mi hogar y a cuidar de mi pequeño. Una de sus exigencias era que yo mantuviera planchada y limpia toda su ropa de trabajo. Es abogado y siempre usaba camisas manga larga”, recordó.
Sin saberlo estaba siendo víctima de violencia psicológica. Su esposo la humillaba cada vez que llegaba a la casa, la responsabilizaba hasta de los virus que su hijo contraía y había comenzado a hablar mal de ella a sus espaldas.
“Una vez me encontré a una amiga en el supermercado y me preguntó que quién estaba al cuidado de mi hijo porque le habían dicho que el niño estaba súper descuidado y que yo ya no lo quería ni atender. Tiempo después supe que había sido Alfredo el que habló con ella”.
Revictimización al actuar en su defensa
Alfredo se había vuelto violento. Anaís asegura que gritaba a diario y discutían por cualquier situación y por segunda vez en menos de un año la volvió a correr de su propia casa.
“Me dijo que si no estaba con él no estaría con más nadie en la vida. Ese día me fui directo a la comandancia de Polisotillo. Allí estuve tres horas poniendo una denuncia y luego lo citaron a él. Cuando fuimos los dos, los funcionarios nos hicieron firmar una caución y nos comprometimos a vender la casa para que cada quien tenga su parte, pero Alfredo era el único que podía estar dentro de mi hogar, así lo dijeron ellos. Yo tuve que buscar a donde ir con mi hijo”.
A pesar de que ambos se habían comprometido en cumplir con un mínimo de alejamiento y en respetarse mientras compartían la custodia del pequeño, Alfredo la seguía vigilando y la perseguía a todos lados, pero cuando fue a efectuar nuevamente la denuncia le aseguraron que tenía que llevar evidencias de ello.
“Decidí enfrentarlo, y cuando lo descubrí, de la rabia e impotencia lo agredí y por eso estuve dos días detenida en la comandancia de Polianzoátegui, cuerpo de seguridad al que él acudió para denunciarme. Desde entonces he sentido mucho temor de salir sola a la calle y me genera mucha angustia cada vez que le toca un fin de semana con el niño”, destacó.
Los cuerpos de seguridad, investigaciones y el Ministerio Público están en la obligación de actuar en defensa de Anaís, pero no ha ocurrido así y como ella decenas de mujeres han preferido callar y soportar antes de vivir esta experiencia.
Atención al descuido
La psicóloga Laura Barreto asegura que muchas mujeres no toman en serio los daños que puede generar a futuro haber padecido actos de violencia psicológica por tiempo prolongado, e invita a las posibles víctimas a solicitar ayuda a expertos para sanar cada situación.
“En los 16 años que tengo de experiencia he notado que muy pocas mujeres acuden a la consulta para atender los ciclos de inseguridades y baja autoestima que trae como consecuencia haber sido víctima de algún tipo de violencia intrafamiliar y ello trae como consecuencia la dificultad de construir un nuevo hogar en armonía”, resaltó.
La especialista asegura que el Gobierno no garantiza atención psicológica gratuita a las mujeres víctimas de violencia y muchas carecen de recursos para asistir a consultas privadas que actualmente superan los 40 dólares por cada sesión.
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