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Juegos Olímpicos desde una óptica internacional por Omar Hernández

Las formas de interacción en el sistema internacional son múltiples y no cabe duda que ello ha crecido de forma exponencial en años recientes. Hoy el mundo está más interconectado que antes y de allí que el protagonismo de los Estados y de los diplomáticos, en lo que concierne al escenario internacional, ya no sea tal.

Empero, un ámbito no convencional de la diplomacia y que se suele ignorar, es el deporte y más, el deporte que mueve masas y es parte de grandes espectáculos. La razón es evidente, si consideramos que en los próximos Juegos Olímpicos de Verano que se escenificarán en Londres, participará un número de delegaciones aún mayor que el número de Estados Miembros de las Naciones Unidas.

Con toda certeza, los atletas que seguirán aquella célebre premisa del “Altius, Citius, Fortius”, que sirve de inspiración al olimpismo moderno y es obra del barón Pierre de Coubertin, no tienen tiempo ni espacio en sus mentes para la geopolítica mundial que, es probable, no incide ni un ápice en su desempeño en las distintas disciplinas.

Pero, muchos coinciden en señalar en que las Olimpíadas son una arena más donde las relaciones internacionales tienen lugar, más allá del loable e imposible de criticar deseo y aspiración de hermanar a los pueblos del mundo, fomentando la fraternidad y solidaridad internacionales mediante la sana competencia.

El país que acoge los juegos suele querer mostrar su mejor cara, lo cual, además de generar réditos económicos inconmensurables, tiene luego repercusiones políticas considerables. Y, el éxito de muchos países puede y de hecho ha sido utilizado como medio de propaganda política como signo de superioridad o de fortaleza del respectivo régimen o sistema político. La ambición por coleccionar preseas, en particular de oro, no es sólo deportiva.

También, las enemistades propias de conflictos antaños o rejuvenecidos que se han dirimido o no en el campo bélico, pueden salir a relucir entre los atletas e incluso, entre los espectadores y ya hay varios casos documentados en este sentido.

Ni hablar de las aversiones ideológicas domésticas e internacionales que han visto por ejemplo el saludo nazi en los juegos de Berlín (1936), demostraciones del “poder negro” en los juegos de México (1968), el ataque terrorista contra atletas israelíes en los juegos de Munich (1972) y los boycotts de las potencias de la Guerra Fría a los juegos de Moscú (1980) y Los Angeles (1984).

Un hecho curioso es lo complejo que le resulta al Comité Olímpico Internacional, permitir la participación (derecho legítimo sin duda) de países cuya soberanía e independencia es debatible o es objeto de enconados debates. China Taipei (aka Taiwan), Palestina y Puerto Rico, son vivos ejemplos de ello. En la retaguardia esperan otros como Kosovo, que aunque cuenta con un Comité Olímpico desde 2003, el mismo no tiene reconocimiento formal.

Incluso los derechos humanos salen a relucir en materia de Olimpíadas.  La participación de atletas femeninas por ejemplo, es una utopía aún en muchos países que poco a poco comienza a ser más palpable en la realidad, cristalizando el sueño de muchas. El Reino de Arabia Saudita, recién anunció que dos de sus ciudadanas, Wodjan Seraj y Sarah Attar, estarán presentes en Londres representando a dicho país musulmán.

El fuego olímpico que alumbrará los juegos dentro de muy pocos días, podría ser un instrumento diplomático en toda regla.

@omarhun

Internacionalista

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Las formas de interacción en el sistema internacional son múltiples y no cabe duda que ello ha crecido de forma exponencial en años recientes. Hoy el mundo está más interconectado que antes y de allí que el protagonismo de los Estados y de los diplomáticos, en lo que concierne al escenario internacional, ya no sea tal.

Empero, un ámbito no convencional de la diplomacia y que se suele ignorar, es el deporte y más, el deporte que mueve masas y es parte de grandes espectáculos. La razón es evidente, si consideramos que en los próximos Juegos Olímpicos de Verano que se escenificarán en Londres, participará un número de delegaciones aún mayor que el número de Estados Miembros de las Naciones Unidas.

Con toda certeza, los atletas que seguirán aquella célebre premisa del “Altius, Citius, Fortius”, que sirve de inspiración al olimpismo moderno y es obra del barón Pierre de Coubertin, no tienen tiempo ni espacio en sus mentes para la geopolítica mundial que, es probable, no incide ni un ápice en su desempeño en las distintas disciplinas.

Pero, muchos coinciden en señalar en que las Olimpíadas son una arena más donde las relaciones internacionales tienen lugar, más allá del loable e imposible de criticar deseo y aspiración de hermanar a los pueblos del mundo, fomentando la fraternidad y solidaridad internacionales mediante la sana competencia.

El país que acoge los juegos suele querer mostrar su mejor cara, lo cual, además de generar réditos económicos inconmensurables, tiene luego repercusiones políticas considerables. Y, el éxito de muchos países puede y de hecho ha sido utilizado como medio de propaganda política como signo de superioridad o de fortaleza del respectivo régimen o sistema político. La ambición por coleccionar preseas, en particular de oro, no es sólo deportiva.

También, las enemistades propias de conflictos antaños o rejuvenecidos que se han dirimido o no en el campo bélico, pueden salir a relucir entre los atletas e incluso, entre los espectadores y ya hay varios casos documentados en este sentido.

Ni hablar de las aversiones ideológicas domésticas e internacionales que han visto por ejemplo el saludo nazi en los juegos de Berlín (1936), demostraciones del “poder negro” en los juegos de México (1968), el ataque terrorista contra atletas israelíes en los juegos de Munich (1972) y los boycotts de las potencias de la Guerra Fría a los juegos de Moscú (1980) y Los Angeles (1984).

Un hecho curioso es lo complejo que le resulta al Comité Olímpico Internacional, permitir la participación (derecho legítimo sin duda) de países cuya soberanía e independencia es debatible o es objeto de enconados debates. China Taipei (aka Taiwan), Palestina y Puerto Rico, son vivos ejemplos de ello. En la retaguardia esperan otros como Kosovo, que aunque cuenta con un Comité Olímpico desde 2003, el mismo no tiene reconocimiento formal.

Incluso los derechos humanos salen a relucir en materia de Olimpíadas.  La participación de atletas femeninas por ejemplo, es una utopía aún en muchos países que poco a poco comienza a ser más palpable en la realidad, cristalizando el sueño de muchas. El Reino de Arabia Saudita, recién anunció que dos de sus ciudadanas, Wodjan Seraj y Sarah Attar, estarán presentes en Londres representando a dicho país musulmán.

El fuego olímpico que alumbrará los juegos dentro de muy pocos días, podría ser un instrumento diplomático en toda regla.

@omarhun

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