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Alianzas y Cooperación Técnica por Víctor Mijares

De las relaciones de Venezuela con Cuba, Irán, China, Rusia y Bielorrusia (por sólo habar de las más recientes y fluidas) se ha dicho y escrito mucho en los últimos años, y siempre las opiniones giran en torno a la conveniencia o no de dichas relaciones para una república que se pretende democrática. El desempeño de los regímenes de los países mencionados es ideológicamente interpretado, yendo desde acusaciones de ser verdaderas tiranías, hasta aquellas que afirman la solvencia democrática genuina en ellas, de conformidad con la idiosincrasia de cada pueblo. Y no faltan opiniones de aquellos que, aunque comprometidas con la posición oficial del gobierno venezolano, juegan al espíritu crítico y alegan su “realismo” al decir que son gobiernos de baja o ninguna catadura democrática, pero que ante el imperialismo lo mejor es buscar alianzas tácticas.

A todo ello se suma como rasgo interesante el discurso de la técnica como justificación de la alianza. Un común argumento contrario es que la tecnología de los aliados de Venezuela es, en el mejor de los casos, copia de la tecnología occidental, y que su desempeño real es cuestionable desde los puntos de vista funcional y estético. A favor el régimen venezolano y sus seguidores repiten las bondades de la técnica desarrollada a partir de las necesidades reales de los pueblos y no de los estudios de mercadeo de las grandes firmas. Pero hay más, pues mientras para unos el verdadero problema es que la cooperación técnica se enfoca demasiado en lo militar, para otros esto, o no es cierto, o resulta necesario ante el asedio del Imperio.

La cooperación técnica de Venezuela con los países mencionados puede conseguir explicaciones en los argumentos aquí esbozados, pero lo que no se toca como tema de discusión es precisamente lo que consideramos de mayor importancia, y es que más allá de la verdadera capacidad o propósito de lo recibido, nos encontramos ante una cooperación de técnicas políticas para el control social y el desempeño internacional. La visión de la política como técnica ha estado presente en la filosofía política desde Platón. La idea de perfeccionar mecanismos que posibiliten el control sobre la población y permitan ejercer influencia sobre el sistema internacional, minimizando las influencias externas no deseadas, es producto de la ya antigua racionalización de la actividad política. Más que para compartir entre pares, los líderes políticos ideológicamente afines, simplemente guiados por objetivos o amenazas comunes, se reúnen para intercambiar datos de técnica política. Las experiencias ajenas, aunque distintas por las realidades históricas, antropológicas y sociológicas (e incluso geográficas), pueden servir como analogías cuando el objetivo es la conservación del poder. En este sentido no es sólo el gobierno de Venezuela el que recibe la “ayuda técnica”, sino que el proceso de aprendizaje es bidireccional, compartiéndose experiencias y conocimientos, llegando a ser un proceso inconsciente en algunos casos, como cuando la cooperación se rutiniza.

Las alianzas y la cooperación técnica vas más allá de los soportes físicos (hardware), incluyen el intercambio de principios lógicos (software) sobre el funcionamiento del poder, y consideramos que si se observan las relaciones actuales de Venezuela a través de este cristal, enriqueceríamos nuestra apreciación sobre las dimensiones que ha tomado la política exterior.

Víctor M. Mijares

@vmijares

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De las relaciones de Venezuela con Cuba, Irán, China, Rusia y Bielorrusia (por sólo habar de las más recientes y fluidas) se ha dicho y escrito mucho en los últimos años, y siempre las opiniones giran en torno a la conveniencia o no de dichas relaciones para una república que se pretende democrática. El desempeño de los regímenes de los países mencionados es ideológicamente interpretado, yendo desde acusaciones de ser verdaderas tiranías, hasta aquellas que afirman la solvencia democrática genuina en ellas, de conformidad con la idiosincrasia de cada pueblo. Y no faltan opiniones de aquellos que, aunque comprometidas con la posición oficial del gobierno venezolano, juegan al espíritu crítico y alegan su “realismo” al decir que son gobiernos de baja o ninguna catadura democrática, pero que ante el imperialismo lo mejor es buscar alianzas tácticas.

A todo ello se suma como rasgo interesante el discurso de la técnica como justificación de la alianza. Un común argumento contrario es que la tecnología de los aliados de Venezuela es, en el mejor de los casos, copia de la tecnología occidental, y que su desempeño real es cuestionable desde los puntos de vista funcional y estético. A favor el régimen venezolano y sus seguidores repiten las bondades de la técnica desarrollada a partir de las necesidades reales de los pueblos y no de los estudios de mercadeo de las grandes firmas. Pero hay más, pues mientras para unos el verdadero problema es que la cooperación técnica se enfoca demasiado en lo militar, para otros esto, o no es cierto, o resulta necesario ante el asedio del Imperio.

La cooperación técnica de Venezuela con los países mencionados puede conseguir explicaciones en los argumentos aquí esbozados, pero lo que no se toca como tema de discusión es precisamente lo que consideramos de mayor importancia, y es que más allá de la verdadera capacidad o propósito de lo recibido, nos encontramos ante una cooperación de técnicas políticas para el control social y el desempeño internacional. La visión de la política como técnica ha estado presente en la filosofía política desde Platón. La idea de perfeccionar mecanismos que posibiliten el control sobre la población y permitan ejercer influencia sobre el sistema internacional, minimizando las influencias externas no deseadas, es producto de la ya antigua racionalización de la actividad política. Más que para compartir entre pares, los líderes políticos ideológicamente afines, simplemente guiados por objetivos o amenazas comunes, se reúnen para intercambiar datos de técnica política. Las experiencias ajenas, aunque distintas por las realidades históricas, antropológicas y sociológicas (e incluso geográficas), pueden servir como analogías cuando el objetivo es la conservación del poder. En este sentido no es sólo el gobierno de Venezuela el que recibe la “ayuda técnica”, sino que el proceso de aprendizaje es bidireccional, compartiéndose experiencias y conocimientos, llegando a ser un proceso inconsciente en algunos casos, como cuando la cooperación se rutiniza.

Las alianzas y la cooperación técnica vas más allá de los soportes físicos (hardware), incluyen el intercambio de principios lógicos (software) sobre el funcionamiento del poder, y consideramos que si se observan las relaciones actuales de Venezuela a través de este cristal, enriqueceríamos nuestra apreciación sobre las dimensiones que ha tomado la política exterior.

Víctor M. Mijares

@vmijares

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