El emblema de las Naciones Unidas fue pensado de modo inclusivo e integrador. El mundo, aquejado por conflictos bélicos e intereses polÃticos contrapuestos, se une en torno a este organismo para concertar y aplicar mecanismos de solución pacÃfica de conflictos. Y según su propia Carta constitutiva, el mantenimiento de la paz es pilar del funcionamiento de las Naciones Unidas y razón fundamental de su propia existencia, considerando el particular contexto histórico que les vio nacer.
Interpretando de modo amplio sus facultades, el Consejo de Seguridad a lo largo de su historia ha venido creando misiones de paz en distintos rincones del orbe de donde emanan no muy alentadoras noticias, precisamente para sembrar allà la semilla de la esperanza o para permitir que germine y dé frutos. Los conocidos por algunos como “cascos azules”, son quizás una evidente muestra gráfica del accionar de este organismo internacional.
Empero la realidad sobre el terreno muchas veces dista, y bastante, del deber ser o de lo que deberÃa ser. Y, dado que este Martes 29 de Mayo, se conmemora el DÃa Internacional del Personal de Paz de las Naciones Unidas, es menester aprovechar para hablar de los desafÃos que afrontan estas misiones, que hoy suman, más de 15 en total, siendo la de más reciente creación, la UNSMIS (Misión de Supervisión de las Naciones Unidas en Siria), encargada de vigilar el cumplimiento del cese al fuego propuesto por el plan de paz del enviado especial Kofi Annan.
Muchas veces existe un divorcio entre la sede de Nueva York y los sitios de despliegue de las misiones. La información no fluye como debe y los datos son inexactos. Por ello y por razones polÃticas, el mandato de las misiones en ocasiones no es claro y por ende presto a interpretaciones erróneas. En otras tantas veces, su mandato es demasiado restringido y quienes integran las misiones ven impotentes cómo la paz es lo que más escasea donde ellos están.
También ha sido recurrente la falta de compromiso de los paÃses miembros de las Naciones Unidas para con las misiones. Falta personal en los contingentes de tropas, o sus miembros están mal entrenados. No abundan los recursos económicos ni el equipamiento logÃstico, con lo cual la labor de las misiones queda reducida al papel.
Pero hay más. A veces las misiones de paz se colocan en sitios en los que no hay paz alguna que mantener y ni asomo de un acuerdo de paz en el horizonte, poniendo en una situación compleja a los soldados extranjeros. Se ha visto también cómo algunas misiones, como la de Costa de Marfil el año pasado, por fuerza de las circunstancias tuvo que involucrarse -estirando su mandato- en la crÃtica situación que se vivió luego de las elecciones presidenciales.
Las últimas denuncias sobre comportamiento indebido de algunos oficiales de estas misiones, incluyendo quejas sobre posibles delitos de Ãndole sexual, han puesto en entredicho a las misiones en su conjunto.
No todo es malo sin embargo. El ente mundial ha ido aprendiendo sobre la marcha, a los golpes, y ha instaurado a pesar de cierta resistencia, planes de reformas a raÃz de distintos estudios y análisis de expertos. Quizás lo más destacable, sea la regionalización de las misiones (conformación de las mismas por personal de paÃses vecinos) y la cada vez más relevante presencia de los aspectos civiles (derechos humanos, estado de derecho/justicia, procesos electorales, entre otros) en las propias misiones, con la consecuente  participación de personal, igualmente civil.
Los desafÃos de las misiones de paz son desafÃos que afronta el propio organismo internacional. La realidad supera a los estándares y les desafÃa. De la voluntad de los paÃses dependerá que las misiones de paz mejoren para beneficio de la población a la que deben proteger. Mientras, honor a quien entrega su vida y se coloca bajo mandato internacional para hacer que ese emblema de las Naciones Unidas no sea un “logo” polÃtico sino un sÃmbolo de un futuro, si no mejor, al menos en paz.
Internacionalista