“Recién me di cuenta que había sido víctima de abuso" - Runrun
“Recién me di cuenta que había sido víctima de abuso»

Isabel no se acordaba por qué había dejado de hablar con Alejandro Sojo. Ni siquiera cuando el nombre del vocalista de la banda venezolana Los Colores comenzó a salir en redes sociales por denuncias de abuso sexual, encontró en su memoria la razón por la que no se habían comunicado más.

Leyó las noticias, los comentarios, las publicaciones en la cuenta de Instagram de @alejandrosojoestupro, las conversaciones de él con las muchachas. Pero algo le llamó la atención: las denunciantes tenían el mismo perfil, eran menores de edad y hablaban con el músico por chat. Como ella hace un par de años.

Aunque le dio miedo pensar en lo que podría encontrar en las conversaciones, decidió que era necesario revisar el chat de Facebook que no había borrado.

La joven había conocido a Alejandro Sojo en la plaza Los Palos Grandes, en Caracas, un día que una amiga le pidió que la acompañara a encontrarse con unos conocidos. Isabel tenía 15 años. Él estaba ahí tocando el ukelele y cantando cuando ellas llegaron al sitio. Isabel no sabía quién era, primera vez que lo veía. Le comentó que cantaba bien y comenzaron a hablar.

Comenzó con una solicitud de amistad

A las semanas, Alejandro la agregó en Facebook y le escribió. Hablaban de vez en cuando, eran conversaciones cortas y poco profundas. «Las leo ahorita y no les veo mayor sentido”, comenta Isabel. Solo se volvieron a ver una vez más, en el mismo contexto. En varias oportunidades la invitó a fumar marihuana y, como ella no fumaba, la respuesta siempre fue que no. Las conversaciones se volvieron más esporádicas.

Solo una vez tuvieron una conversación que Isabel considera larga y con más sentido que las anteriores. Meses después de aquella conversación, la abordó directamente. Isabel tenía 17 años y él 26. Alejandro le preguntó si ella consideraba una ofensa mandarle un «nude» a alguien. Era la primera vez que tenían ese tipo de charlas. 

“¿Recibir o enviar?”, le contestó Isabel. Él le contó una anécdota personal y ella le respondió que no podía opinar porque no tenía experiencia, nunca había mandado o recibido fotos sexuales.

A pesar de decirle que anteriormente no había intercambiado «nudes» con alguien más, Alejandro se los comenzó a ofrecer. “Al principio no lo tomé muy en serio. Arriba en las conversaciones leí que hacíamos muchos chistes. Así que por eso supongo que no lo tomé en serio. Cuando vi que sí lo era, le dije que no”. 

Él insistió. Le dijo que no tenía nada de malo que él le enviara una foto si ella no le iba a mandar nada de regreso. Isabel recuerda que dudó cuando le dijo eso. “Sentí que si una persona tan grande me lo estaba diciendo, supongo que pensaba que era así. Estoy 100% segura que ahí comencé a dudar. Me llevaba nueve años y yo no estaba muy clara”. 

Cuenta que desde que era una niña le habían dicho que nunca enviara fotos personales a nadie. Se lo repetían mucho. “Pero nadie me había puesto en esa situación, nadie me había contado que esto también podía pasar”. 

Alejandro la convenció y le envió la foto de sus genitales. Ella se sintió muy incómoda, no sabía qué hacer. Él le pidió que hiciera lo mismo, que le enviara una foto. Isabel le dijo que no y simplemente abandonó el chat.

Solo le escribió una vez más por Facebook, pero no volvieron a tener ningún contacto. Ni Isabel supo de él hasta que leyó su nombre asociado al estupro.

“Revisé el chat porque leí todas las denuncias en Instagram. Me daba cosa hasta entrar al chat, pero sabía que lo tenía que hacer. Y cuando lo hice, en verdad no me lo esperaba en lo absoluto. Me afectó mucho leerlo, revivirlo. Me di cuenta que había sido una víctima y no me acordaba».

Abrir los ojos por el testimonio de otro

Las denuncias contra Alejandro Sojo no son recientes. La primera de ellas, que se hizo pública, fue hecha en 2018 a través de un hilo en la red social Twitter. Aunque el caso no se hizo viral, fue comentado de manera ofensiva por comediantes venezolanos en un podcast y la persona recibió mensajes de odio en ese momento, por lo que decidió borrar la publicación. No se habló más del tema hasta que en abril fue creada la cuenta de @alejandrosojoestupro en Instagram, donde víctimas del músico contaban sus experiencias de abuso sexuales mientras ellas eran menores de edad. 

La cuenta recopiló al menos seis testimonios de jóvenes, en la que también incluyeron capturas de pantalla de las conversaciones que mantuvieron con Alejandro Sojo, en las que mandaba fotos de sus genitales a las menores de edad siendo él mayor.

Luego de que los testimonios de viralizaran en las redes sociales, Sojo publicó un comunicado en el que admitía haber cometido el delito de estupro y su arrepentimiento por lo que había hecho. Además, indicaba que se apartaría de la música como “escarmiento y reflexión”. “Me dirigiré personalmente a cada una de las víctimas para expresar mi profundo arrepentimiento y poder, al menos, pedir perdón desde el corazón, a pesar de entender que esto no reparará el daño causado”.

Las denuncias contra Sojo sirvieron para que decenas de mujeres publicaran sus experiencias de acoso y abuso sexuales contra músicos, artistas, escritores, periodistas, profesores. Esto despertó en Venezuela un movimiento feminista similar al  Me Too que hace cuatro años surgió tras las acusaciones contra el productor de Hollywood, Harvey Weinstein. 

A los días de que los testimonios inundaran las redes sociales y que la ola del “Yo te creo” se levantara, fue creada la organización Yo Te Creo Vzla con la intención de armar una base de datos para registrar los casos y canalizar el acompañamiento a las víctimas. Nina Rancel, una de sus representantes, comentó en un evento online que en ocho días habían recibido 565 denuncias. Alrededor de 400 mujeres sólo habían contactado al equipo de Yo Te Creo Vzla porque querían ser escuchadas.

Siempre está allí

A sus 22 años, Isabel siente que inconscientemente olvidó un capítulo de su vida por lo mucho que la había afectado, incluso sin saberlo. Aunque revivir ese momento fue doloroso, cree que fue necesario.

«Realmente no se te olvida. Aunque no hable de eso, sigue latente ahí. Creo que comprendí un poco mis conductas después de esto. Siento que tenía ahí un trauma que no sabía y eso hacía que tuviera acciones que en realidad no entendía muy bien».

En estos cinco años de lo ocurrido no había podido contárselo a nadie. Le daba vergüenza. «Me sentía culpable por haber sido manipulada porque me convenció. Siento que utilizó esos espacios en blanco que yo tenía de no conocer, de no tener experiencia, y los utilizó a su favor. Me siento todavía un poco culpable, pero poco a poco sé que se me va a ir porque sé que no fue mi culpa».

Isabel decidió hablarlo con su psicóloga, contarle lo que le había pasado durante su adolescencia. Le recomendó que lo hablara con su familia y eso hizo, a pesar del miedo o la vergüenza que sentía. Desde el principio su madre le creyó y la apoyó. «Fue muy lindo compartirlo con mi familia y ver todo su apoyo. Se siente muy bien».

Pero ella también sintió la necesidad de sumar su voz al resto de denuncias de abuso y acoso sexual que explotaron en Venezuela. «No quiero que le vuelva a pasar a ninguna otra persona. No quiero que nadie se vuelva a aprovechar de una niña de 17 años. Todo esto me afectó y fui víctima. Es también para que las chicas hablen porque siento que yo no estaría sanando todo esto si no lo hablara».