Ben Amí Fihman, el fisgón, por Sebastián de la Nuez - Runrun
Ben Amí Fihman, el fisgón, por Sebastián de la Nuez

“SOY UN HOMBRE DEL PASADO”, dice Ben Amí Fihman, y en efecto: en su más reciente libro ilumina a una generación de venezolanos que ha dejado sus gloriosos días de brillo social, whisky 18 años en mano, para pasar a la penumbra y abrir paso a la boliburguesía

 

 

@sdelanuez

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El fundador de la revista Exceso se ha paseado por la idea de rescatarla luego de que termine de implosionar el régimen madurista. “Si encuentro capital que me respalde, a lo mejor siento a Ewald Scharfenberg y a Jaime Ballestas, por supuesto, que es el de la idea. Anoche me estaba diciendo que yo no puedo dejar morir el cadáver de Exceso”. Scharfenberg es uno de los periodistas que le dieron su sello particular a la revista que nació en 1989, y Ballestas, mejor conocido como Otrova Gomas, escribió libros de éxito en la Venezuela de los años 80.

“Pero en realidad no veo la circunstancia”, se apresura a agregar Fihman. “Estamos contando los pollos antes de nacer. A lo mejor se fosiliza el régimen y no volvemos más nunca [a Venezuela]”.

Acaba de presentar en Madrid, en la Librería Lé, Segunda mano (Editorial Kalathos, 2019), una opereta polifónica de la decadencia de los amos del Valle o sus adláteres. El escritor es un hombre moderadamente pesimista, condición indispensable para hacer sátira del cotarro social tradicional en proceso de difuminarse. Sátira en ocasiones urticante, incluso sanguinaria. La mayoría de los nombres han sido trastocados; muchos personajes son un pastiche de varios que ha conocido personalmente o aparecieron en las páginas de Exceso. Ballestas afirma en su muro de Facebook que pinta una tragedia; el crítico de arte español Juan Manuel Bonet, quien presentó el libro en Lé, hablaba de ese batiburrillo de figuras y figurantes que pululan liviana y barrocamente, algunos exiliados españoles de la posguerra.

Fihman es un fisgón por naturaleza, pero su veyeurismo contiene una funcionalidad: tomar nota de los entretelones del mantuanaje criollo y fijar ciertos rincones entrañables. Como dijo el periodista Pablo Antillano —fallecido recientemente— cuando se presentó El espejo siamés (Editorial Kalathos, 2018), puede que hable con desdén de Caracas pero se ve de lejos que lo carcome la nostalgia. Casi podría decirse que no puede vivir sin ella, aun cuando ya lleve años en su exilio particular parisino. Ahora ha pasado unos días en Madrid (“una ciudad que me ignora”, se queja) junto a su esposa la ensayista María Sol Pérez Schael, quien por cierto ha incursionado, por su parte, en la novela policial.

Un paréntesis de rabiosa actualidad: Fihman ha seguido el pulso de los acontecimientos franceses relacionados con Venezuela. Allá también hay un Pablo Iglesias y se llama Jean-Luc Mélanchon, quien forma parte de esa izquierda que pensó durante mucho tiempo que la salvación del mundo venía vía Chávez y de su socialismo del siglo XXI. Una izquierda venida a menos en el caso francés, pues muchos de sus integrantes se convirtieron en socialdemócratas una vez conformes con la sociedad del bienestar. Chávez, para este Mélanchon nacido en el extrarradio (Tánger, exactamente), representaba una especie de Papa, el sucesor de Fidel Castro. El hombre bebió de esa fuente pero además, según indicios no corroborados, el tangerino prestaba sus servicios de apoyo al proceso bolivariano a cambio de dinero que recibía en maletas, para no declararlo. Pero hay algo que el editor y narrador sí sabe de primera mano: la embajada venezolana en París malversó fondos destinados a subvencionar una exposición de Carlos Cruz-Diez. Nunca llegaron al proyecto cultural para el cual fueron destinados desde La Estancia, la fundación de PDVSA, sino a los ávidos bolsillos del siempre obsecuente Ignacio Ramonet y su Le Monde Diplomatique.

El partido de Mélanchon, parecido al Podemos español, se llama Francia Insumisa y creció gracias al debilitamiento del Partido Socialista. El hombre se empecina a favor de Maduro, lo cual lo ha perjudicado. Macron lo acorrala y lo pone en evidencia, siendo de los primeros en reconocer como presidente interino a Juan Gerardo Guaidó. Mélanchon ha sugerido, en alguna oportunidad, que Francia debe aliarse con el Alba antes que con la Unión Europea.

En fin, la emergencia humanitaria de Venezuela es parte del juego interno en la política de los países europeos. El caso de Francia no es el único.

EL LIBRO ENTRE MANOS

Segunda mano era, en realidad, el último capítulo de un libro mayor que no le termina de salir como él quiere. Como no estaba a gusto, re-comenzó por el final y este es el resultado: toda una historia que le divirtió soberanamente escribir, convirtiéndose en una narración independiente: “Se me reveló en su vena liviana, divertida, en el Café de Flore en donde se juntan cuatro mujeres venezolanas típicas. Este libro no es Radio Rochela, pero sí es satírico. Como las novelas decadentes de entreguerras. No son personajes populares. Me divertí mucho, se lo propuse a Kalathos y en Kalathos me lo arrancaron de las manos”.

Allí están condensados cuarenta años democráticos, a su estilo. Con Botox, campaneo de vasos y beaujolais nouveau recién descorchado en el Hilton. En su conversación sobre Segunda mano, Fihman confiesa que ha evocado al gran fotógrafo venezolano de la sección de sociales, Tovar, quien se introdujo en la boda del siglo a principios de 1989 y capturó con una película ultrasensible una parranda de un derroche inaudito en medio de un país con la botija vacía en vez de llena. Esa ultrasensible película se la había proporcionado, tras comprarla en Estados Unidos, el enemigo número 1 del magnate que auspiciaba el monumental ágape, puro dispendio y oropel dentro de una república saudita pero en bancarrota (parcial, jamás lo de ahora) próxima a estallar en el Caracazo.

Se inventó, Fihman, dos personajes para que llevaran el peso de la narración. A uno de ellos, Hank Quinlan, le quiere poner un parche en un ojo si hay reedición revisada: es un híbrido entre Walter Martínez y Orlando Urdaneta y ha venido pensando en que el parche le luciría. Se le pasó tal detalle en esta primera edición. Fihman siempre ha tenido algo de provocador, eso puede otearse en la colección de Exceso, accesible gratuitamente en una plataforma de internet. Lo de provocador viene, ahora, envasado en uno de sus personajes que comenta, como de pasada, que el único error de Hitler fue meterse con los judíos y que, por lo demás, “la pegó en todo. ¡Nos hubiera salvado del monstruo de Sabaneta!”

Enseguida advierte: “Pero no hay que darle una lectura política [a Segunda mano]. Para mí es como El Satiricón, el clásico romano. O un poco la película La gran belleza”, comedia dramática italiana, de 2013, que trata sobre un grupo de nobles y políticos decadentes y arribistas. También hay rastros de La Divina Comedia: “Vas a ver, al final, que aparece un episodio en el que el personaje castigado es Jorge Rodríguez”.

El texto resulta un retablo colorido de personajes y situaciones, exige una brújula o manual de lectura para entender qué es lo que está pasando: no se le revela al lector de una vez y solo se resuelve, o se disuelve, en el final. Entrecruza referencias literarias, de la plástica o cinematográficas, criollismos, la neolengua chavista, conjeturas, infidencias, episodios reales pasados o recientes. Y, aun cuando Caracas es epicentro y desvelo autoral, conecta en directo con París, Madrid, Viterbo, Roma o Miami. Se llama Segunda mano porque rescató materiales de Exceso, y en verdad puede verse este libro como un reportaje caleidoscópico. Se llama así, también, por la gente retratada, que ha sido de primera antes de Chávez. Ahora no. La mayoría de los que aparecen fueron afectados no solo por razones económicas y políticas; hay otro elemento inopinado, narcisista, ramplón: dependían mucho, sobre todo las mujeres, de aparecer en las páginas de sociales. “Pasaron a ser de segunda mano, a estar en una fiesta como cucarachas en baile de gallinas. Es la crónica de una decadencia. Yo aspiro a que la gente se sonría como en Amarcord, de Fellini”.

No es de declaraciones sentimentales. Fihman nunca dirá que se desgarra por Caracas. Sin embargo, no puede dejar de pensarla. Y lo más extraño es que muchos lo consideran un afrancesado o algo semejante. Se reivindica al recordar que fue el creador de La Guacharaca, emblemático night club al que le aguarda una página de oro en una eventual hagiografía de la nocturnidad caraqueña. Fue Fihman, además, quien dio presencia a la ciudad, siempre, en sus crónicas gastronómicas. “Pero no me engaño. Habrá gente que se disgustará [con este libro] pero ese es mi mundo. Me gusta asomarme. Me encantaría hacer un cuento con el fotógrafo Tovar como personaje principal”.

Ahora le ha dejado a un editor español cien páginas de lo que está preparando: sus viejas entrevistas al universal Borges, al filósofo rumano Cioran y al escritor judío Bashevis Singer remasterizadas, como quien dice, con el anecdotario que las envolvió. Allí estará la tarde en que llevaron a Jorge Luis Borges a escuchar —no exactamente ver— los toros coleados que eran objeto de su curiosidad. Todo lo que comentó y rodeó esa visita a Caracas. A veces, el antes y el después de una entrevista a un personaje de leyenda pueden ser más reveladores que la entrevista misma.

Por cierto, en Segunda mano, ¿quién es ese Guillermo Ortega a quien llaman Bradomín en los bares del este? ¿Quién es el hermano de la venusina Prodigios, ex superministro de embestida taurina y mirada aguileña? Como diría el legendario Omar Lares, ¡se cansa uno!