Yo confío en Juan Guaidó, por Armando Armas - Runrun
Yo confío en Juan Guaidó, por Armando Armas

Ecuanimidad, foco, temple y optimismo. Estas son las virtudes que todos los venezolanos hemos podido apreciar en la figura de Juan Guaidó, quien hoy encarna el liderazgo para la transición en Venezuela. Está claro que el país requiere de la participación de todos, pero también es evidente que para ello era indispensable una ruta comunicada con claridad, ecuanimidad y entereza. Una guía a través del cambio.

Confieso que meses atrás tuve una encendida disputa con Juan Gerardo mientras me daba la cola de su casa a la mía. No fue una discusión ya que, a decir verdad, él no discutía mientras yo le recriminaba algunas posiciones políticas.

Emergían de mi parte, frustración y agobio. Mental y emocional. El mío era un debate político mientras que Juan me escuchaba como lo hiciera un amigo. “No pretendo surfear la ola” le dije, contemplando abiertamente y por primera vez, la posibilidad de reinventarme fuera del país.

En este oficio tan ingrato y lleno de desencantos que es la política, resulta difícil construir verdaderas amistades. Soy de los que cree que los verdaderos amigos son aquellos que dicen lo que realmente piensan, de ahí la razón de nuestra conversación.

Juan Gerardo es uno de esos amigos con los cuales he madurado políticamente. Lo conozco desde hace más de una década y les aseguro que no es un mero “producto” del marketing político, sino un hombre labrado desde el enfoque estratégico, la constancia y el esfuerzo.

A Juan le debo mi agradecimiento por muchas experiencias compartidas, como por ejemplo su participación activa en mis campañas para alcalde, así como en las primarias de diputados, trasladándose hasta Anzoategui para ayudarme.

Juan Gerardo es el pana que me consultó, al momento de su candidatura, si optar por un puesto como cabeza de lista y por un Estado diferente al suyo (con la seguridad de ser electo), o bien, si lanzarse por el circuito de La Guaira (con muy bajas posibilidades de éxito).

Reconozco que mi sugerencia fue la de optar por la vía más segura. De optar por la lista en cuanto le correspondía por ser la figura parlamentaria más antigua del partido. Ese 5 de Diciembre del 2015 y ante la buena noticia de su elección, mi primera llamada y felicitación fue para Juan, por una victoria que sentí como propia.

Guaidó es además, ese amigo que es natural ver por la casa. Luego de una noche de parranda llegamos tarde a mi casa familiar. “Por ahí salió mandado Juan sin desayunar. Me dejo la arepa hecha” me dijo madre la mañana siguiente, a la que Juan Gerardo respondió cuando le pregunté el por qué del apuro: “Le prometí a Fabiana que desayunaba con ella. Perdí el avión y estoy agarrando un taxi para Caracas. Te llamo al llegar”.

Es el hermano que intervino por mí el día de la instalación de la AN cuando estuve a punto de irme a las manos con Hector Rodríguez. Ese árbitro que evitó la confrontación sin dejar de ser contundente, pero siempre respetuoso.

Es el colega que, apenas nombrado jefe de fracción del partido durante nuestro primer año de dicho período parlamentario, me pidió con humildad que lo acompañara a la subjefatura porque el abogado que manejaba temas constitucionales era yo.

Es el amigo con quien compartí los “meaos” cuando nació su hija Miranda Eugenia antes de ir a acompañar a Lilian al hospital militar y luego a Ramo Verde ante la noticia filtrada de la eventual muerte de Leopoldo.

Ese amigo y colega a quien el 5 de julio del 2017, tras el ataque a la AN me dirigera con la cara ensangrentada para encontrar en él la empatía, pero también, impotencia e indignación que sólo un hermano puede compartir como propias.

Ambos sostenemos la figura del “Parlamento en Resistencia”. Sin embargo, mi visión era la de hacer de la Asamblea una trinchera como la de el “Maidan” de Kiev. Mientras que la de Guaidó, era y es una visión de parlamento que resiste a los embates y presevera, símbolo del diálogo político para el entendimiento entre los factores de oposición y, eventualmente, del régimen. Con el claro objetivo de salir del mismo.

Su sueño, desde siempre, fue el de llegar a presidente del Congreso. Ha sido quizás el mejor discípulo de Leopoldo en lo que a constancia se refiere. El siempre nos dice: “Ojo con la Constancia”.

El temple y la gallardía que ha demostrado en los últimos días son dignos de una epopeya. Ese espíritu llano, sencillo y accesible son, evidentemente, el tipo de liderazgo que esperaban los venezolanos.

Y una ruta: el cese de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres.

Reconozco que cuando comenzaba a perder la fe, cuando mi lucha política respondía a un principio de lealtad más que de expectativa y empezaba a adaptarme a la idea de una vida lejos de todo esto -tras recibir amenazas a mi integridad y la de mi familia y tras los muchos sinsabores del oficio político-, hoy más que nunca CONFÍO.

Desafiando escepticismos, Juan ha representado esa chispa capaz de encender la llama de la esperanza en millones de venezolanos. Su inteligencia, gallardía y entereza están a la altura de la presidencia de la Asamblea Nacional y de todos los que añoramos el tránsito democrático en Venezuela.

Es por eso que hoy, a ti que te has tomado el tiempo de leer estas líneas, a ti que vives/resistes dentro de Venezuela o luchas para sobrevivir fuera de tu país, a ti que aún tienes dudas sobre el porvenir de nuestra tierra, a ti te invito a confiar. Confiar en Juan Guaidó, confiar en la ruta, confiar en que vale la pena defender tus derechos, en tu aporte y capacidad para reescribir la historia.

Confiar en Juan Guaidó es confiar en nosotros mismos. Por eso mañana 23 de Enero todos juntos en una sola voz GRITEMOS CON BRÍO!!!