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¡Es el petróleo! por Víctor M. Mijares

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Hace 14 años

Las sanciones estadounidenses sobre PDVSA, por las relaciones de Venezuela con Irán, resaltan una vez más un poco comprendido rasgo nacional: el petróleo. Paradójicamente, es el factor más persistente y determinante de la realidad moderna venezolana, pero al mismo tiempo es el gran ausente en la discusión nacional sobre los temas de interés público. Y no nos referimos a hacer alusión constante al uso de los recursos, que sin duda es un tema de importancia capital, sino a la franca discusión acerca del manejo de la industria, nuestras relaciones con socios extranjeros, la administración y toma de decisiones directivas, las estrategias políticas y comerciales, y el rol del petróleo en la sociedad y, más importante aun, de la sociedad en el petróleo.

El destacado político francés Georges Clemenceau, protagonista indiscutible de esa transición histórica que envolvió a la Gran Guerra, llegó a afirmar que la guerra era un asunto demasiado importante como para dejárselo sólo a los militares. Trasladando el contundente sentido la frase al contexto venezolano, podríamos decir que el petróleo es un asunto demasiado importante como para dejárselo sólo a técnicos y burócratas del gobierno. La vida de nuestra sociedad depende del manejo que se haga del recurso, y el recurso es administrado por una empresa estatal a la que no se tiene ningún acceso, de lo que se derivan problemas como el asumir responsabilidades legales internacionales como nación por la irresponsabilidad de un grupo de poder que considera parte del interés nacional establecer vínculos con un Estado que se encuentra bajo un régimen de sanciones impuesto por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (con el voto favorable, no sólo de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, sino también de Rusia, China y Brasil, este último como miembro temporal del Consejo). Esta empresa se encuentra funcionando de manera aislada con respecto al conocimiento de su principal socio, la nación venezolana. Nuestros profesionales de todas las áreas tienen, en su gran mayoría, apenas un conocimiento anecdótico del petróleo. Y los partidos políticos asoman opiniones marginales supeditadas a la posición oficial del gobierno, lo que se tradujo en una reacción automática de sectores de la oposición a favor de la “defensa” de PDVSA de un modo acrítico y sin considerar los serios supuestos de hecho que activaron las medidas del Departamento de Estado.

La lamentable estatización del petróleo, que condujo a limitar el alcance del control de la sociedad sobre su principal fuente de financiamiento, siempre ha mostrado sus nocivos efectos, pero es en un momento crítico como el que atravesamos, cuando estos efectos tienen la capacidad de llamar la atención del público general. El manejo de nuestra política exterior debe estar definido por la intersección de intereses políticos realistas con una racionalidad económica que nos permita maximizar el beneficio de nuestro producto sorteando las dificultades de un mundo sometido a múltiples tensiones y conflictos cargados por un potencial destructivo pasmoso. Estas sanciones, orientadas sobre todo a apretar el cerco sobre Venezuela, en el entendido empíricamente demostrable de la voluntad del gobierno de entregar ventajas a cambio de tiempo, socavan las bases financieras de la industria para una transformación que nos lleve a alcanzar el dominio sobre los ciclos de innovación tecnológica en materia de eficiencia energética y de procesamiento de crudo en productos terminados de alto valor agregado. Recordemos que siempre de puede ignorar, e incluso ir en contra, de los principios realistas de la política y racionales de la economía, pero cada vez que esto se hace se somete a todo un conjunto humano a condiciones adversas para su seguridad y bienestar.

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