Los gobiernos de España, Francia, Reino Unido y Alemania han condenado los desmanes que está cometiendo el presidente sirio Bashar al-Assad contra la oposición política de su país. La represión desproporcionada, el uso de unas fuerzas militares que ha acabado con la vida de aproximadamente 390 personas (desde hace cinco semanas), ha escandalizado poco a poco a quienes siguen con atención el tema de las revueltas en la región del Magreb y Medio Oriente.
El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, por pedido de Estados Unidos, ha acordado reunirse para tener una sesión especial y discutir la situación en Siria, mientras que el Consejo de Seguridad estará en reunión para emitir una declaración y fijar una posición ante la represión gubernamental a las protestas opositoras en Siria. Como siempre, los grandes renuentes a defender y colocarse a favor de los derechos humanos siguen siendo Rusia y China.
Tras las experiencias de Túnez, Egipto y Libia, Alemania ha decidido condenar sin titubeos, la violencia y calificar al gobierno de Bashar al-Assad de un “régimen de brutal represión”, además de culparlo de la muerte de centenares de personas. A pesar de las promesas vanas de los últimos días, la amenaza clara para el gobierno sigue siendo las demandas por cambios internos que no se solventarán solamente con cambios de gabinete, implementar un sistema multipartidista o cargar con la idea de garantizar mayor libertad de prensa. Eso siguen siendo ofrecimientos no sólo insuficientes, sino, vagas y falsas para un país que vive en estado de emergencia desde el año 1963 y con un sólo partido, Baath, que gobierna desde entonces.
La importancia de Siria
Siria hasta ahora había sido un país estable en la región. Teniendo un presidente jóven con una importante influencia sobre el ejército y las fuerzas de seguridad, algo que ya iba en detrimento en el caso de Hosni Mubarak en Egipto.
Hoy por hoy, Siria es una pieza vital en la alianza de la antigua Persia con el grupo Hezbolá, Hamas en la Franja de Gaza y otros grupos palestinos enfrentados con Israel. La diferencia que hace que Estados Unidos no reaccione de la misma manera en el caso Libia y en el caso sirio es que en las últimas décadas Muamar Gadafi había hecho esfuerzos por congraciarse con el gobierno de Washington y Europa.
Siria, en cambio, no sólo mantiene los lazos con grupos terroristas, sino que es el principal aliado regional de Irán, uno de los grandes enemigos de Estados Unidos.
Otro punto además es que el gobierno de Damasco no ha hecho hasta ahora uso de una movilización de maquinaria de guerra contra la población, algo que si hizo Gadafi, lo que a la larga no justificaría, una intervención por parte de los aliados internacionales.
Mientras se siguen cometiendo atropellos en contra de sociedades que buscan cambios y reformas políticas, económicas y sociales, al mismo tiempo vemos cómo las alianzas ideológicas y económicas sobrepasan el respeto que debe tener cualquier gobernante con su pueblo. La crítica siempre va dirigida hacia los que fijan una posición “intervencionista”. ¿Qué pasa entonces con aquellos que “quieren” fijar una posición pacifista por el mundo y no aboga por los derechos de las personas que indiscriminadamente y por obsesiones de poder terminan siendo aniquiladas por fuerzas de seguridad gubernamental?
¿Será necesario que muera más gente para reaccionar y preocuparse por un hecho que marcará un cambio radical en el devenir de estos pueblos?, ¿le damos pause a esta película de terror y nos encantamos con el desarrollo de la boda real en Inglaterra o las reacciones de la temporada frente a las uniones sentimentales entre futbolistas y cantantes? O ¿empezamos a preocuparnos por lo que pasa en el mundo y exigimos a nuestros gobiernos el cumplimiento no sólo de la cantidad de convenciones, acuerdos, cartas y demás documentos, sino también, el respeto que nos merecemos como sociedad y las respuestas que queremos ante nuestras demandas?.
Incierto hacia dónde se encaminarán las revueltas en el Magreb y Medio Oriente, además de cuál será el impacto tanto en el plano doméstico de los países de estas regiones y el mundo. Gran parte de ese optimismo de los primeros sucesos se ha disipado viendo el caso de Libia y los ataques de la OTAN o los cambios de fondo que aún no se terminan de ver en Túnez o Egipto. El surgimiento de nuevos autoritarismos podría ser tan probable como el auge de tardías liberalizaciones políticas.
Adriana Boersner Herrera
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