Con la hegemonía topamos por Marco A. Ponce y Mikel las Heras
Vía ConlictoVE
Hay una relación directa entre los ataques a la libertad de expresión y el contexto de conflictividad
El vacío informativo obvia los problemas pero no evita que la gente los viva a diario en la calle
El racionamiento alcanzó a quienes colaboramos -y queremos seguir haciéndolo- en la prensa escrita y específicamente en TalCual. Nuestras entregas serán ahora más espaciadas mientras “se pueda”, es decir, mientras la hegemonía tropical que quieren imponernos quienes detentan el poder, lo permita.
La orden es el silencio
No corren buenos tiempos para la libertad de expresión y el derecho a la información, según lo confirma el excelente informe de IPYS Venezuela “La orden es el silencio” recientemente dado a conocer que recomendamos leer con atención. En él, un numeroso grupo de periodistas encuestados confirmaron lo que todos vemos, vivimos y padecemos: en Venezuela son múltiples los problemas que atraviesan el periodismo y los medios de comunicación para poder cumplir su rol, que no es otro más que el de informar.
Hoy por hoy podemos afirmar, sin duda alguna, que los artículos 57 y 58 de la Constitución, o no se cumplen, o no son garantizados a plenitud por el estado.
Artículo 57. Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por todo lo expresado. No se permite el anonimato, ni la propaganda de guerra, ni los mensajes discriminatorios, ni los que promuevan la intolerancia religiosa.
Se prohíbe la censura a los funcionarios públicos o funcionarias públicas para dar cuenta de los asuntos bajo sus responsabilidades.
Artículo 58. La comunicación es libre y plural, y comporta los deberes y responsabilidades que indique la ley. Toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, sin censura, de acuerdo con los principios de esta Constitución, así como a la réplica y rectificación cuando se vea afectada directamente por informaciones inexactas o agraviantes. Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a recibir información adecuada para su desarrollo integral.
No te expreses, no protestes
Hay una relación muy directa entre lo que está pasando con la libertad de expresión (negación de divisas para importación de papel periódico, censura, autocensura, compra-ventas de medios con capitales y dueños misteriosos, impedimentos a periodistas y ciudadanos a acceder a la información pública) y el contexto de conflictividad social que vive el país.
Por una parte, las protestas y las manifestaciones pacíficas, amparadas también por la Constitución en su artículo 68, son consideradas igualmente una forma de expresión. Por la otra, sufren un doble estigma pues además de no ser muchas veces permitidas, o reconocidas, o reprimidas y criminalizadas por las autoridades, son víctimas del vacío informativo que, poco a poco, ha ido creciendo en los espacios informativos.
El mundo virtual
Sin embargo, el hecho de que los medios no informen o no puedan informar sobre los múltiples problemas, reclamos y protestas que a diario suceden en todo el territorio nacional, no indica que éstos no existan. De alguna manera se pretende pintar un país virtual, con una historia oficial y unos gráficos y números que dicen que somos un país feliz, de los más felices del mundo, donde todo es “chévere” a pesar de las múltiples guerras y molinos de viento que enfrentamos.
El mundo real
Pero ahí está la calle. Ahí está la gente. Ahí están las colas, las máquinas capta huellas, el racionamiento, la inflación, la inseguridad, los problemas laborales, las epidemias de dengue y gripe, la escasez de comida y medicinas, las universidades sin recursos, los estudiantes en el exterior sin divisas, los muertos en supuestos enfrentamientos con policías, las denuncias de tortura, los apagones de luz, etc.
Y ahí, en la calle, en los centros de trabajo, en los centros de abastecimiento, en las carreteras que unen pueblos y barriadas, está la gente protestando y exigiendo soluciones a sus problemas y respeto a sus derechos.
Solidaridad contra la hegemonía
Y es en definitiva esa calle y esa gente a la que el gobierno enfrenta. La falta de información veraz y oportuna, a la que todos tenemos derecho, es un obstáculo más para la organización de las bases sociales y políticas, pero no un muro que impida ejercer el derecho a la protesta. Después de todo, las protestas no suceden en las pantallas del televisor, de las computadoras o en el papel periódico. Están sucediendo en la calle, en las ciudades, en los barrios. Costará más, eso sí, hacer visibles esos conflictos o comunicar los problemas a las autoridades, pero si la orden es el silencio, los gritos de la calle pueden rebelarse contra la hegemonía que quiere imponerse. Tan solo es necesario añadir a la conocida frase “en la unión está la fuerza” la palabra solidaridad.