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¡Undécima carta a un hijo! por Carlos Dorado

Luisana Solano
Hace 10 años

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Hijo, cuando yo era más joven veía con cierto horror lo mucho que me estaba pareciendo a mi padre, hoy veo con mucha emoción que cada día  me parezco más a él. Él, en tono jocoso, solía decirme: “Carlos, cuando los hijos tienen catorce años, creen que los padres somos tan ignorantes que no pueden soportarnos. Pero cuando cumplen los veintiuno, les parece increíble lo mucho que hemos aprendido en siete años”. Qué gran riqueza, aun entre los más pobres, el ser hijo de buen padre; pues es muchísimo más fácil para un padre tener un hijo, que para un hijo tener un buen padre. ¡Un buen padre vale por cien maestros!

Tener un hijo es como hacerse un tatuaje, pues antes de hacerlo debes de tener muy claro que es para toda la vida. Tener un hijo es la responsabilidad más grande que puede asumir un hombre; se convierte en tu principal acreedor, y esta acreencia sólo se extingue con la muerte.

Los hijos, cambian tus prioridades y el orden en que las estableces, cambian tu agenda y tu vida; hacen que empieces a centrarte, y a partir de ese momento, ya no sólo eres responsable de tu vida, sino que también lo eres de las suyas, y ello te compromete de por vida ¡Ser padre pasa a ser quizás uno de los pocos amores perfectos de este mundo! Los hijos lo son todo: toda la belleza, la verdad, la esperanza, y llegamos inclusive a sufrir más con sus sufrimientos que con los nuestros.

Cuando comienzan a reconocernos,  es cuando descubrimos el amor de un padre, porque ya nos hemos convertido en uno de ellos. Pasamos a ser el ejemplo que ellos han de seguir, y una buena parte de lo que aprenden es producto de lo que nosotros les enseñamos (consciente o inconscientemente) con nuestro ejemplo de vida. De allí que darles el mejor ejemplo no es sólo una responsabilidad; es nuestra principal responsabilidad, y la forma más eficiente de influir en los hijos. Por consiguiente, todos los padres deberíamos vivir  de manera tal, que cuando nuestros hijos sean adultos y piensen en justicia, cariño, trabajo, responsabilidad e integridad; piensen en nosotros ¡No son las malas yerbas las que arruinan un jardín, sino el jardinero que no supo arrancarlas!

Pero a veces, a pesar de darle ejemplo, también queremos darle lo que nosotros no tuvimos, o evitarle aquello  difícil por lo que nosotros pasamos, sin darnos cuenta de que muchas veces no haber tenido eso que no tuvimos o haber pasado por eso que no queremos que nuestros hijos pasen;  es precisamente  lo que nos hizo ser lo que somos,  y estamos así condenándolos sin querer, a ser lo que  precisamente no queremos que sean. Inconscientemente, no nos damos cuenta de que cuando hacemos mucho por los hijos, los estamos obligando a que hagan poco por ellos mismos. ¡Si  un padre quiere que su hijo  tenga los pies sobre la tierra, es muy importante que le coloque algo de responsabilidad sobre sus hombros! Darle a un hijo todo lo que desee puede ser peligroso, porque puede desear todo lo que no se le da, y muchas veces terminamos haciéndole la vida difícil, tratando de hacérsela más fácil.  ¡Lo importante no es evitarles las dificultades de la vida, sino enseñarles a superarlas!

Por todo esto hijo, es sabio el padre que conoce a su hijo por lo que es y no por lo que quiere que sea, pero  es más  sabio aún, aquel que con su ejemplo en el presente, siembra la semilla de un mejor futuro para sus hijos.

¡Esos padres, cuando son muchos, cuando son mayoría, se convierten en los grandes constructores del futuro de los grandes países del mañana!

cdoradof@hotmail.com

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