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Novena carta a un hijo por Carlos Dorado

Luisana Solano
Hace 11 años

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Hijo, no sé si en alguna de las cartas anteriores te hablé de una de las virtudes más importante que considero que pueda tener un ser humano: La humildad. Mi madre me solía decir:” Carlos, a veces tienes que llegar a lo más alto para entender lo pequeño que eres, y si algún día quieres ser grande, comienza por ser pequeño. Vive con humildad, y aprende de todos y de todo, pues siempre habrá una mejor forma de hacer las cosas”

El noble y el inteligente no dan crédito a las palabras por la sola autoridad de quien las pronuncia; y tampoco rechaza la verdad aunque provenga de una persona ignorante. Ser humilde en pensamiento es tener la capacidad para darle importancia a las cosas que son importantes, sin darle mucha importancia, por no decir ninguna a las otras. Pero para llegar a estos niveles, hay que pasar por muchas experiencias y situaciones, ya que el camino a la sencillez está lleno de complicaciones y de esfuerzo. Es como cuando vas de pesca y  después que recoges las redes, te encuentras de todo. Te pones a escoger, y tomas aquello que realmente te sirve, y que justifique el motivo por el cual saliste a pescar.

“Menos es más”, y  la sencillez es quizás la variable  más compleja dentro de la fórmula de la perfección. Jesús lo dijo: “Bienaventurados los humildes de espíritu, porque de ellos será el Reino de los Cielos”. Por lo tanto,  nunca te sientas superior a nadie, siéntete sólo superior a ti mismo. Nunca te creas necesario, el día que tú faltes el sol seguirá saliendo. No dramatices nunca, simplifica siempre. En el caos busca la simplicidad y en la discordia la armonía, recordando siempre que la tendencia a los excesos disminuye la felicidad. ¡El exceso nubla los valores básicos!

Las personas más grandes son las que menos parecen serlo; y cuando alguien te ensalce, piensa siempre en dos cosas: lo que has hecho, y lo que te falta por hacer. Lo primero para no dejar de ser agradecido, y lo segundo para no dejar de ser humilde; ya que si la subida te hace olvidar la humildad, ya se encargará la caída de recordártela.

Por todo esto, yo estoy convencido de que la primera prueba de un gran hombre consiste en la humildad, ya que ésta es el verdadero contacto con la realidad. ¡Cuando somos grandes en humildad, es que estamos más cerca de lo grande!

Es triste cuando una persona se da cuenta de lo que tenía únicamente cuando lo pierde; y es  precisamente cuando lo ha perdido, que comienza desesperadamente a buscarlo. En esos momentos, no tuvo la humildad suficiente de apreciarlo y cuidarlo. El ejemplo más clásico es la salud. Nunca apreciamos lo bien que estamos, hasta que estamos mal. ¡Lo damos por un hecho!, y si el día de mañana estás muy ocupado con las cosas  supuestamente grandes, nunca te olvides de las pequeñas, sus detalles y sus valores, porque es ahí donde está la verdadera felicidad de una persona.

Por consiguiente, aléjate siempre de la arrogancia, de los arrogantes y prepotentes, ya que su ego  generalmente lo tienen alimentado por la ignorancia y la falta de inteligencia. Una persona arrogante busca brillar; pero una persona humilde buscar crecer. Mi madre solía decirme: “Carlos, siempre que conozcas a un presumido conocerás a un tonto, y siempre que conozcas a un tonto, conocerás a un presumido”

La felicidad hijo arraiga en la sencillez; y el secreto de la sabiduría, el poder y el conocimiento es precisamente la humildad.

 

cdoradof@hotmail.com

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