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El peor de los mundos por Víctor Maldonado C.

giordani1

 

Venezuela no deja de narrarse a sí misma como una telenovela latinoamericana, donde los buenos son increíblemente ingenuos y los malos son detestables y perversos. El maniqueísmo vernáculo se nos muestra en su mejor y más potenciada expresión en esos relatos donde se mezcla la ambición de poder y las ganas de aniquilar todo lo que contraríe esa pretensión de ser los protagonistas. El país se desgrana en capítulos, unos tremendamente aburridos, y otros sorpresivos y culminantes como el que nos regaló Jorge Giordani recientemente.

Al sempiterno zar de la economía planificada lo despidieron sin que mediara ninguna otra cosa que el acostumbrado aviso televisivo de una nueva reorganización donde se funden carteras ministeriales y se cambian los nombres de las instituciones. El reacomodo había comenzado hace tiempo y se notaba con furor en esos silencios continuados y en la falta de ubicuidad en las cadenas televisivas. Algo así como un ostracismo en ejercicio, una metamorfosis incómoda y sufrida en jarrón chino, un limbo en el que el poder está allí, pero no al alcance de la mano, y la presunción de que alrededor están organizando una operación de ingeniería social que buscaba el momento más adecuado para su salida. Hasta que al final ocurrió. Yo supongo que Nicolás no pudo imaginar que su laconismo fuera respondido con una larga carta-testimonio en la que su presidencia quedaba reducida a un error de cálculo. Pero así fue. ¿En qué consistió ese desliz fatal que denuncia el despechado funcionario? ¿Cuál es la esencia de la denuncia? ¿Qué es lo que hay que leer entre líneas?

 

  1. El denunciante es parte de un grupo de funcionarios que creen tener una “legitimidad de origen” vinculada a la designación y cercanía con el Presidente Chávez. Esa relación la transforman en un símbolo que los empuja a denunciar cualquier supuesta herejía y a desconocer en la misma medida la autoridad de Nicolás Maduro. El nexo con el extinto presidente fue “ideológico, personal y programático”, y el papel que ahora ha asumido este grupo de funcionarios es similar al que cumplirían los sumos sacerdotes de un templo pagano. Y Nicolas, al parecer, acumula pecados al respecto. En este sentido la carta tiene un fuerte impacto deslegitimador. Muestra al presidente como parte de una juntilla que duda constantemente y no logra imponerse. Peor aún, queda la duda de si quiere imponerse, o si solamente flota en ese mar lleno de contradicciones.
  2. Giordani alerta sobre la precariedad de los equilibrios logrados para que funcione la unidad cívico-militar. Son frágiles porque ya no está Chávez al frente, y también porque no se sustituyó por un liderazgo político colectivo, sino por facciones que pugnan constantemente entre sí. Y porque a su juicio, no hay evaluación estratégica. En esa misma línea se lamenta de una presidencia débil, incapaz de aglutinar, y mucho menos de darle dirección al proceso. El ex-ministro echa de menos la jefatura y critica la lenidad que rige ahora. En pocas palabras, no hay unidad, ni mando, ni dirección. Detrás de las cámaras y fuera del escenario no hay otra cosa que ese cálculo de poca monta, la burla despiadada entre ellos, la fabricación de conjuras y el mantenimiento de ese ambiente donde abundan las conspiraciones y los enemigos.
  3. Se queja del cambio en los tratos. Si antes las diferencias se resolvían en un debate respetuoso, ahora los desencuentros son irresolubles y las relaciones carecen del afecto y del respeto que en el período precedente permitía “la plena colaboración”. Por lo visto la labor del alto gobierno está obstaculizada de manera determinante por luchas constantes y esa vivencia cortesana donde todo es efímero. Pero hay algo peor. Al parecer la relación se está envileciendo hasta el punto de no guardar ni siquiera las formas. Una africanización del gobierno que precede al desencuentro final y al conflicto abierto entre los que defienden sus espacios y además quieren hacerlo crecer. Entre líneas se aprecian mafias y conciliábulos que operan descoordinadamente y que podrían llegar a anularse mutuamente.
  4. Giordani denuncia tres peligros para la supervivencia del proceso: pérdida de foco, pérdida de sentido de realidad, y un excesivo pragmatismo. Lo que no logra atajar es que lo que verdaderamente está en peligro es la prosperidad del país, porque no es imaginable algo peor que la fatalidad del socialismo trasmutado en vandalismo burocrático. Pero eso forma parte de la ceguera que denuncia el renunciado ministro pero de la cual participa intensamente. Para todos ellos no hay otro alcance que ellos mismos garantizándose el poder y vendiendo el esfuerzo como la preservación de la revolución y del legado de Chávez. Detrás de todo ese peripatetismo se esconde una verdad terrible: ellos creen que el país les pertenece, ellos lo tomaron tal y como lo hacen los malandros, por la fuerza y mientras tanto.
  5. El ex ministro reconoce la responsabilidad del gobierno en la construcción del socialismo excluyente, destructivo y sectario cuya premisa era el desarme del sistema de mercado. “El camino de desarmar y construir es arduo”, se queja. Lo grave de la confesión es que en el camino la coyuntura los obligó a “gastarse los reales” y a practicar un populismo insostenible que intoxicó al país de subsidios, endeudó a PDVSA, incrementó la deuda pública, acabó con la capacidad productiva del país, nos hizo dependientes de las importaciones  y engordó al gobierno con empresas públicas deficitarias. No solo desarmaron lo que había, sino que lo sustituyeron por un modelo inservible y peligroso.
  6. Finalmente denuncia una gestión económica incoherente, sin respaldo político efectivo, irresponsable en el manejo de los recursos y confusa en los mensajes que emite a los sectores privados de la economía.  O sea, estamos al garete, entre otras cosas porque la planificación está condenada al fracaso, y porque el socialismo del siglo XXI en su versión Plan de la Patria es un galimatías que parte de premisas falsas, no respeta el antecedente de sus propios resultados y carece de una sociedad que lo legitime. Pero en ausencia de ese plan lo que hay es una torre de babel, el  caos perfecto, el saqueo por antonomasia, y la posibilidad de que la represión sea la consigna para todo aquel que se de cuenta del desmadre.

 

El viejo funcionario no termina de caer en cuenta es que él es juez y parte. Que su larga estadía y la cercanía de la que se precia lo hace protagonista de un país mal planeado y peor instrumentado. Que ese socialismo dogmático y utópico provocó la represión que todos sufrimos. Este es el peor de los mundos posibles, y su descalabro en algo peor forma parte de esa inviabilidad que siempre tuvo el pretender dirigir la suerte del país desde un ministerio y un plan. Ahora, cuando estamos arruinados y sin libertades, Giordani no debería tener espacio para las disculpas. Pero como dije al principio, él solo es parte de un elenco cuyo desempeño es fatal porque el libreto es incomprensible e imposible de montar, sin importar cual sea el escenario. En cualquier caso, más allá de su estelaridad en esta telenovela, le deseo un retiro sin las persecuciones ni las infamias a las que el resto estamos sometidos. Le deseo que se convierta en olvido y a lo sumo en precaución, para que lo previsto por él nunca ocurra, nunca vuelva a suceder.

 

@vjmc

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giordani1

 

Venezuela no deja de narrarse a sí misma como una telenovela latinoamericana, donde los buenos son increíblemente ingenuos y los malos son detestables y perversos. El maniqueísmo vernáculo se nos muestra en su mejor y más potenciada expresión en esos relatos donde se mezcla la ambición de poder y las ganas de aniquilar todo lo que contraríe esa pretensión de ser los protagonistas. El país se desgrana en capítulos, unos tremendamente aburridos, y otros sorpresivos y culminantes como el que nos regaló Jorge Giordani recientemente.

Al sempiterno zar de la economía planificada lo despidieron sin que mediara ninguna otra cosa que el acostumbrado aviso televisivo de una nueva reorganización donde se funden carteras ministeriales y se cambian los nombres de las instituciones. El reacomodo había comenzado hace tiempo y se notaba con furor en esos silencios continuados y en la falta de ubicuidad en las cadenas televisivas. Algo así como un ostracismo en ejercicio, una metamorfosis incómoda y sufrida en jarrón chino, un limbo en el que el poder está allí, pero no al alcance de la mano, y la presunción de que alrededor están organizando una operación de ingeniería social que buscaba el momento más adecuado para su salida. Hasta que al final ocurrió. Yo supongo que Nicolás no pudo imaginar que su laconismo fuera respondido con una larga carta-testimonio en la que su presidencia quedaba reducida a un error de cálculo. Pero así fue. ¿En qué consistió ese desliz fatal que denuncia el despechado funcionario? ¿Cuál es la esencia de la denuncia? ¿Qué es lo que hay que leer entre líneas?

 

  1. El denunciante es parte de un grupo de funcionarios que creen tener una “legitimidad de origen” vinculada a la designación y cercanía con el Presidente Chávez. Esa relación la transforman en un símbolo que los empuja a denunciar cualquier supuesta herejía y a desconocer en la misma medida la autoridad de Nicolás Maduro. El nexo con el extinto presidente fue “ideológico, personal y programático”, y el papel que ahora ha asumido este grupo de funcionarios es similar al que cumplirían los sumos sacerdotes de un templo pagano. Y Nicolas, al parecer, acumula pecados al respecto. En este sentido la carta tiene un fuerte impacto deslegitimador. Muestra al presidente como parte de una juntilla que duda constantemente y no logra imponerse. Peor aún, queda la duda de si quiere imponerse, o si solamente flota en ese mar lleno de contradicciones.
  2. Giordani alerta sobre la precariedad de los equilibrios logrados para que funcione la unidad cívico-militar. Son frágiles porque ya no está Chávez al frente, y también porque no se sustituyó por un liderazgo político colectivo, sino por facciones que pugnan constantemente entre sí. Y porque a su juicio, no hay evaluación estratégica. En esa misma línea se lamenta de una presidencia débil, incapaz de aglutinar, y mucho menos de darle dirección al proceso. El ex-ministro echa de menos la jefatura y critica la lenidad que rige ahora. En pocas palabras, no hay unidad, ni mando, ni dirección. Detrás de las cámaras y fuera del escenario no hay otra cosa que ese cálculo de poca monta, la burla despiadada entre ellos, la fabricación de conjuras y el mantenimiento de ese ambiente donde abundan las conspiraciones y los enemigos.
  3. Se queja del cambio en los tratos. Si antes las diferencias se resolvían en un debate respetuoso, ahora los desencuentros son irresolubles y las relaciones carecen del afecto y del respeto que en el período precedente permitía “la plena colaboración”. Por lo visto la labor del alto gobierno está obstaculizada de manera determinante por luchas constantes y esa vivencia cortesana donde todo es efímero. Pero hay algo peor. Al parecer la relación se está envileciendo hasta el punto de no guardar ni siquiera las formas. Una africanización del gobierno que precede al desencuentro final y al conflicto abierto entre los que defienden sus espacios y además quieren hacerlo crecer. Entre líneas se aprecian mafias y conciliábulos que operan descoordinadamente y que podrían llegar a anularse mutuamente.
  4. Giordani denuncia tres peligros para la supervivencia del proceso: pérdida de foco, pérdida de sentido de realidad, y un excesivo pragmatismo. Lo que no logra atajar es que lo que verdaderamente está en peligro es la prosperidad del país, porque no es imaginable algo peor que la fatalidad del socialismo trasmutado en vandalismo burocrático. Pero eso forma parte de la ceguera que denuncia el renunciado ministro pero de la cual participa intensamente. Para todos ellos no hay otro alcance que ellos mismos garantizándose el poder y vendiendo el esfuerzo como la preservación de la revolución y del legado de Chávez. Detrás de todo ese peripatetismo se esconde una verdad terrible: ellos creen que el país les pertenece, ellos lo tomaron tal y como lo hacen los malandros, por la fuerza y mientras tanto.
  5. El ex ministro reconoce la responsabilidad del gobierno en la construcción del socialismo excluyente, destructivo y sectario cuya premisa era el desarme del sistema de mercado. “El camino de desarmar y construir es arduo”, se queja. Lo grave de la confesión es que en el camino la coyuntura los obligó a “gastarse los reales” y a practicar un populismo insostenible que intoxicó al país de subsidios, endeudó a PDVSA, incrementó la deuda pública, acabó con la capacidad productiva del país, nos hizo dependientes de las importaciones  y engordó al gobierno con empresas públicas deficitarias. No solo desarmaron lo que había, sino que lo sustituyeron por un modelo inservible y peligroso.
  6. Finalmente denuncia una gestión económica incoherente, sin respaldo político efectivo, irresponsable en el manejo de los recursos y confusa en los mensajes que emite a los sectores privados de la economía.  O sea, estamos al garete, entre otras cosas porque la planificación está condenada al fracaso, y porque el socialismo del siglo XXI en su versión Plan de la Patria es un galimatías que parte de premisas falsas, no respeta el antecedente de sus propios resultados y carece de una sociedad que lo legitime. Pero en ausencia de ese plan lo que hay es una torre de babel, el  caos perfecto, el saqueo por antonomasia, y la posibilidad de que la represión sea la consigna para todo aquel que se de cuenta del desmadre.

 

El viejo funcionario no termina de caer en cuenta es que él es juez y parte. Que su larga estadía y la cercanía de la que se precia lo hace protagonista de un país mal planeado y peor instrumentado. Que ese socialismo dogmático y utópico provocó la represión que todos sufrimos. Este es el peor de los mundos posibles, y su descalabro en algo peor forma parte de esa inviabilidad que siempre tuvo el pretender dirigir la suerte del país desde un ministerio y un plan. Ahora, cuando estamos arruinados y sin libertades, Giordani no debería tener espacio para las disculpas. Pero como dije al principio, él solo es parte de un elenco cuyo desempeño es fatal porque el libreto es incomprensible e imposible de montar, sin importar cual sea el escenario. En cualquier caso, más allá de su estelaridad en esta telenovela, le deseo un retiro sin las persecuciones ni las infamias a las que el resto estamos sometidos. Le deseo que se convierta en olvido y a lo sumo en precaución, para que lo previsto por él nunca ocurra, nunca vuelva a suceder.

 

@vjmc

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