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Río de agua viva Por Juan Manuel Raffalli

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Un amigo zorro viejo, me enseñó que una cosa es hablar de política y otra muy distinta es hacerla. La veracidad de su sentencia aflora al ver jóvenes profesionales, madres, padres y en especial estudiantes, angustiados ante el “enfriamiento” de la calle. Piensan y con razón que la ebullición de febrero, marzo y abril, cesó. Esto les genera frustración. Muchos incluso retoman en serio, ahora sí, el “Plan B”, sin reparar en que emigración no es vacación. Y es que los tiempos políticos reales no siempre se acompasan con lo que la gente quiere. Dicho claro y raspao, muchos hoy están frustrados y resulta que en este momento el Gobierno está políticamente bastante más débil que en febrero, cuando aún festejaba su triunfo en las elecciones regionales. A tal punto es así, que mensualmente inventa un magnicidio; reprime, imputa y apresa; lanza latas de humo risibles y aplaude la llegada del Mundial para distraer a la gente y golearnos con impuestos, alzas en servicios y posiblemente también en la gasolina. Ello sin contar la devaluación real ya consumada que de hecho ha pasado de 6,30 a 50 y pone la inflación a tiro de tres dígitos. No hay material ni para los ataúdes. Los costos políticos del paquetazo están amontonándose en todos los sectores, las encuestas lo dicen.

A todo lo anterior hay que agregar que el PSUV encara su III Congreso en pocas semanas y se avizoran fuertes choques internos entre cogollos enchufados y militantes de a pie quienes piden relevos y explicaciones. La división, como el aplauso, va por dentro. La gran pregunta es qué hará la dirigencia opositora ante este cuadro extraño donde se está ganando el juego, pero todo el mundo cree que se pierde. Para usar la frase del imposible e ilustre amigo Leonardo Padrón en su excelente artículo, la nuez del asunto es pasar de un “pozo de agua triste” a un “río de agua viva”. Para mí temo que no hay agua tibia por descubrir. Es imperioso abrir los ojos a los sectores populares, entusiasmarlos y montarlos con la clase media en una ruta de esperanza, en el sueño de un cambio hacia una vida mejor, más segura y más próspera. Eso se logra con asambleas populares, propuestas y protestas inteligentes en todo el país, más que con marchas o guarimbas que el adversario aprovecha a su favor. Es tiempo de aumentar el caudal.

@juanraffalli

El Universal 

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Un amigo zorro viejo, me enseñó que una cosa es hablar de política y otra muy distinta es hacerla. La veracidad de su sentencia aflora al ver jóvenes profesionales, madres, padres y en especial estudiantes, angustiados ante el “enfriamiento” de la calle. Piensan y con razón que la ebullición de febrero, marzo y abril, cesó. Esto les genera frustración. Muchos incluso retoman en serio, ahora sí, el “Plan B”, sin reparar en que emigración no es vacación. Y es que los tiempos políticos reales no siempre se acompasan con lo que la gente quiere. Dicho claro y raspao, muchos hoy están frustrados y resulta que en este momento el Gobierno está políticamente bastante más débil que en febrero, cuando aún festejaba su triunfo en las elecciones regionales. A tal punto es así, que mensualmente inventa un magnicidio; reprime, imputa y apresa; lanza latas de humo risibles y aplaude la llegada del Mundial para distraer a la gente y golearnos con impuestos, alzas en servicios y posiblemente también en la gasolina. Ello sin contar la devaluación real ya consumada que de hecho ha pasado de 6,30 a 50 y pone la inflación a tiro de tres dígitos. No hay material ni para los ataúdes. Los costos políticos del paquetazo están amontonándose en todos los sectores, las encuestas lo dicen.

A todo lo anterior hay que agregar que el PSUV encara su III Congreso en pocas semanas y se avizoran fuertes choques internos entre cogollos enchufados y militantes de a pie quienes piden relevos y explicaciones. La división, como el aplauso, va por dentro. La gran pregunta es qué hará la dirigencia opositora ante este cuadro extraño donde se está ganando el juego, pero todo el mundo cree que se pierde. Para usar la frase del imposible e ilustre amigo Leonardo Padrón en su excelente artículo, la nuez del asunto es pasar de un “pozo de agua triste” a un “río de agua viva”. Para mí temo que no hay agua tibia por descubrir. Es imperioso abrir los ojos a los sectores populares, entusiasmarlos y montarlos con la clase media en una ruta de esperanza, en el sueño de un cambio hacia una vida mejor, más segura y más próspera. Eso se logra con asambleas populares, propuestas y protestas inteligentes en todo el país, más que con marchas o guarimbas que el adversario aprovecha a su favor. Es tiempo de aumentar el caudal.

@juanraffalli

El Universal 

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