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Dilma Rousseff: “Hay un mal humor inexplicable con Brasil”

Las críticas a la organización del Mundial de fútbol han sido duras con el Gobierno de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT). Los retrasos en las obras y sus costes, más elevados que en otros países organizadores del campeonato, las protestas y la falta de adhesión de la población brasileña al evento llaman la atención a pocos días del Mundial. Sin embargo, la presidenta defendió la organización del Mundial, en una cena el pasado martes ante un grupo de periodistas de medios internacionales en el Palácio da Alvorada [la residencia oficial del jefe de gobierno brasileño en Brasilia]. En su opinión, ha habido más aciertos que errores, y está convencida de que al final los brasileños se rendirán a los encantos del fútbol.

A lo largo de la charla, la presidenta recordó las previsiones pesimistas sobre la economía de Brasil, como ocurrió en el último Foro de Davos, donde se dijo que los países emergentes serían vulnerables a la interrupción de los estímulos monetarios de EE UU. “¿Dónde está la tormenta en un país que tiene 379.000 millones de dólares en reservas, que es la quinta mayor del mundo?”, afirmó, recordando además que en 2002 esta era de 36.000 millones de dólares, de los cuales 21.000 millones los había prestado el FMI. “Hay un mal humor inexplicable con Brasil”, añadió.

Las críticas sobre la organización del Mundial se deben, según ella, a muchos malentendidos, que han sido explotados por la oposición, como el de que la FIFA quería realizar el campeonato en solo ocho ciudades, mientras que el Gobierno de Lula ofreció 16. “Cené ayer [el pasado lunes] con Lula y él tampoco quería todas estas ciudades, porque no estaba de acuerdo en que se jugasen partidos donde no hay tradición de fútbol”.

Rousseff cree que las críticas son injustas. Aseguró que de un total de 63.000 millones de dólares que se han invertido en infraestructuras y movilidad urbana, solo 4.000 millones son exclusivos para el Mundial. “Todo lo demás es para Brasil”, añadió.

Cuestionada sobre el hecho de que seis de cada diez obras prometidas no están listas, la presidenta contestó: “Una línea de metro no queda lista en dos años”. La presidenta, que fue ministra del Gobierno de Lula, ha liderado los grandes proyectos de infraestructura de los últimos años. Y conoce bien los ritmos y plazos nacionales. “Una obra de ingeniería no es un reloj, sobre todo en un país que no tiene tradición en proyectos”, sostuvo. Brasil dejó de invertir en grandes proyectos durante décadas, y muchas veces hay recursos disponibles que no son enviados a Estados y Municipios por falta de experiencia en planificación, según su opinión.

Uno de los temas que más han preocupado a la presidenta es el de la seguridad de los turistas, de la que se encargará el Ejército. Al ser cuestionada sobre si hay riesgo de un ataque de grupos extremistas, Rousseff recordó que Brasil vive en paz con otros países desde hace 150 años.

Ni los Black Blocs [jóvenes radicales] ni la organización criminal Primeiro Comando da Capital (PCC) le inquietan. Tampoco las protestas.“Pueden protestar. Pero que no amenacen la vida de otras personas ni cierren las calles”, afirmó.

El País

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Las críticas a la organización del Mundial de fútbol han sido duras con el Gobierno de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT). Los retrasos en las obras y sus costes, más elevados que en otros países organizadores del campeonato, las protestas y la falta de adhesión de la población brasileña al evento llaman la atención a pocos días del Mundial. Sin embargo, la presidenta defendió la organización del Mundial, en una cena el pasado martes ante un grupo de periodistas de medios internacionales en el Palácio da Alvorada [la residencia oficial del jefe de gobierno brasileño en Brasilia]. En su opinión, ha habido más aciertos que errores, y está convencida de que al final los brasileños se rendirán a los encantos del fútbol.

A lo largo de la charla, la presidenta recordó las previsiones pesimistas sobre la economía de Brasil, como ocurrió en el último Foro de Davos, donde se dijo que los países emergentes serían vulnerables a la interrupción de los estímulos monetarios de EE UU. “¿Dónde está la tormenta en un país que tiene 379.000 millones de dólares en reservas, que es la quinta mayor del mundo?”, afirmó, recordando además que en 2002 esta era de 36.000 millones de dólares, de los cuales 21.000 millones los había prestado el FMI. “Hay un mal humor inexplicable con Brasil”, añadió.

Las críticas sobre la organización del Mundial se deben, según ella, a muchos malentendidos, que han sido explotados por la oposición, como el de que la FIFA quería realizar el campeonato en solo ocho ciudades, mientras que el Gobierno de Lula ofreció 16. “Cené ayer [el pasado lunes] con Lula y él tampoco quería todas estas ciudades, porque no estaba de acuerdo en que se jugasen partidos donde no hay tradición de fútbol”.

Rousseff cree que las críticas son injustas. Aseguró que de un total de 63.000 millones de dólares que se han invertido en infraestructuras y movilidad urbana, solo 4.000 millones son exclusivos para el Mundial. “Todo lo demás es para Brasil”, añadió.

Cuestionada sobre el hecho de que seis de cada diez obras prometidas no están listas, la presidenta contestó: “Una línea de metro no queda lista en dos años”. La presidenta, que fue ministra del Gobierno de Lula, ha liderado los grandes proyectos de infraestructura de los últimos años. Y conoce bien los ritmos y plazos nacionales. “Una obra de ingeniería no es un reloj, sobre todo en un país que no tiene tradición en proyectos”, sostuvo. Brasil dejó de invertir en grandes proyectos durante décadas, y muchas veces hay recursos disponibles que no son enviados a Estados y Municipios por falta de experiencia en planificación, según su opinión.

Uno de los temas que más han preocupado a la presidenta es el de la seguridad de los turistas, de la que se encargará el Ejército. Al ser cuestionada sobre si hay riesgo de un ataque de grupos extremistas, Rousseff recordó que Brasil vive en paz con otros países desde hace 150 años.

Ni los Black Blocs [jóvenes radicales] ni la organización criminal Primeiro Comando da Capital (PCC) le inquietan. Tampoco las protestas.“Pueden protestar. Pero que no amenacen la vida de otras personas ni cierren las calles”, afirmó.

El País

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