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¿Éxito o fracaso? por Carlos Dorado

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Hace 11 años

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El sábado pasado estuve invitado por mi amigo Luis Figo, a presenciar el partido de la final de la “Champions League” en Lisboa, entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Comenzó ganando el Atlético Madrid, y hasta el minuto 94, durante la prórroga y faltando apenas un minuto para terminar el partido, los miles de fanáticos del Atlético que llenaban medio estadio, no cesaban de gritar de alegría, con la felicidad reflejada en sus rostros, viéndose ya campeones de Europa. En eso, viene el gol de Sergio Ramos, y explota la alegría y la euforia sin límites de los miles de fanáticos del Real Madrid, embriagados por el repentino gol, mientras las lágrimas comenzaban a asomar en la cara de la mayoría de los seguidores del Atlético, en un silencio sepulcral.

“Carlos, trata de ser humilde en la victoria, y grande en la derrota”; sabias palabras de mi madre, que en ese momento vinieron a mi mente, conjuntamente con una anécdota que siempre me solía contar mi padre, sobre los generales romanos. Me decía que en la antigua Roma, cuando un general regresaba victorioso, después de haber ganado una batalla decisiva en la que sus tropas hubieran matado por lo menos cinco mil enemigos; tenía el derecho, dado por el Senado, de entrar a Roma por la vía Sacra, en un carro tirado por cuatro caballos, acompañado de todas sus tropas gritando: “Triunfamos”, entre multitudes que llenaban toda la vía y que le aplaudían sin parar, hasta la llegada al templo de Júpiter Capitolino, donde se sacrificaban a una serie de animales en honor al rey de los dioses, y se le ofrecía una corona de laurel, que el Senado le colocaba en su frente como señal de éxito.

La persona más importante en esa procesión no era el general, sino el esclavo que caminaba a pie al lado del carro. Era tarea de éste, decirle susurrando al oído del general, durante todo el trayecto: “No te olvides, que eres mortal”, para así prevenirlo contra las consecuencias del orgullo, la arrogancia, la excesiva confianza en sí mismo, la pérdida de la perspectiva y el olvido de lo básico como producto de la victoria.

Los problemas de las victorias, que son más agradables que los de las derrotas (no por ello menos dificultosas), aunque todo lo que uno sueñe se logre, es que nunca debe permitirse que se suba a la cabeza, mermando una de las grandes cualidades que debe tener una persona: la humildad. Estoy convencido de que la primera prueba de un gran hombre consiste en la humildad; siendo ésta, el contacto con la realidad; y sólo cuando uno es grande en humildad se está cerca de lo verdaderamente grande, ya que el secreto de la sabiduría, el poder y el conocimiento es precisamente la humildad. ¡Nadie es necesario!

De acuerdo a un estudio que hicieron en Japón; cuando muere una persona, entre minerales, sales y el agua que contiene el cuerpo, vale en el mercado internacional un dólar con sesenta centavos. Quizás, los más gordos lleguen a dos dólares. ¿Sabrá esto Cristiano Ronaldo, cuando después del gol marcado por él, se saca la camisa y exhibe su cuerpo ante las cámaras, siendo visto por más de doscientos millones de personas en el mundo?

Veo a mi lado a un niño, llorando desconsoladamente porque su equipo había perdido. Me provoca agarrarlo en brazos y decirle lo que solía decirme mi madre: “Carlos, las derrotas casi siempre enseñan más que las victorias”. Lo observo, pero no me atrevo a decirle nada. Estoy seguro de que no lo entenderá. ¡Yo tampoco lo entendía cuando mi madre me lo decía!

cdoradof@hotmail.com

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