9 DE MARZO 2014 – 00:01
Bigotón sigue creyendo en pajaritos, con el agravante de que ahora están preñados: está convencido de que ellos (él, Diosdado, Rafael, los Jorge –el de Libertador y el de Planificación– y unos cuantos más, no muchos), son hombres nuevos, positivos, buenos, capaces de brindar amor, incapaces de odiar, socialistas, revolucionarios, trabajadores y competentes… lo que suele ocurrir a los tontos viejos, negativos, malos, incapaces de dar amor, capaces de odiar, fascistas, retrógrados, holgazanes e incompetentes cuando se acostumbran a ver su imagen irreal e invertida en el espejo.
Corazón de Mi Patria fue golpista el 4 de febrero de 1992, luego fascista que visitaba a carapintadas argentinos y hablaba con Marcos Pérez Jiménez y más tarde fidelista cuando el dictador cubano ya se había acercado a Franco y convalidado la invasión de la URSS a Checoslovaquia, además de embustero compulsivo y encadenado… y, sin embargo, empezó a llamar golpistas, fascistas y mentirosos a sus oponentes con tanta vehemencia que no solo lo han creído sus ignorantes partidarios, sino también muchos adversarios que identifican a los del gobierno como izquierdistas y se dejan llamar derechistas.
Bigotón tardó más en aprender a manejar los inmensos metrobuses con los que se inició en la burocracia que en prepararse para el parlamentarismo, mover los hilos de la diplomacia o practicar el arte de gobernar (…dice que quieren mandarlo a la tumba fría y, salsero al fin, apela a recetas de “Brujería”: “Yo te juro que esto se acaba/ que yo me salgo de esta jugada/ con cinco baños que me daré/ de hierba luisa con mejorana/ de hierba buena, pachulí en rama/ amansa guapo y rompe saragüey”).
Demetrio Boersner decía, hace un par de semanas en su columna deTal Cual que las protestas de estudiantes y sectores populares han servido para insuflar nuevas esperanzas y brios a los venezolanos… y “demostrar que andaban totalmente despistados, por el lado de la oposición democrática, los timoratos y pesimistas que advertían contra cualquier propuesta de ir a la calle”…
Una verdad como un templo que merece una explicación: muchos de los supuestos despistados, timoratos y pesimistas andaban ocupados en campañas electorales (una tras otra) y las protestas de calle significaban riesgo para sus ambiciones personales… de lo cual salvamos a Henrique Capriles, Antonio Ledezma y algún otro (no muchos), que han demostrado ser capaces de correr riesgos políticos al margen de sus intereses electorales.
Pedro Llorens