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¿Hacia Dónde Va Venezuela? Por José Miguel Alzate

Caminos

Los levantamientos populares que desde hace dos semanas vienen sucediendo en la vecina República Bolivariana de Venezuela hacen pensar que los ecos de la primavera árabe están llegando a la patria de Bolívar. No otra cosa puede pensarse cuando a través de los medios de comunicación se ve la forma como los venezolanos se levantan para protestar contra un régimen que está conculcando las libertades ciudadanas. Cansados de sufrir el desabastecimiento, los ciudadanos deben salir a las calles para exigir que lleguen a los estantes de los supermercados esos productos que requieren para garantizar una alimentación balanceada.

Pero no es solamente contra el desabastecimiento contra lo que protestan los venezolanos. También lo es contra un gobierno que no ha sabido conducir al país por senderos de desarrollo. Una inflación del 56 por ciento es insostenible para cualquier nación. Se pierde la capacidad adquisitiva y, lo más grave, al trabajador asalariado no le alcanza lo que gana para adquirir los productos de primera necesidad. En un país que importa cerca del 90 por ciento de los productos que requiere para atender las necesidades de consumo de la población, la tasa de cambio afecta notablemente su abastecimiento. La falta de divisas está llevando al país a un colapso económico. Mientras tanto, la inseguridad tiene en jaque a las grandes ciudades.

¿De quién es la culpa de lo que sucede en Venezuela? De su Gobierno. Nicolás Maduro, que trata de parecerse en sus actos y en su tono de voz al desaparecido Hugo Chávez, no ha sabido sacar al país de la postración económica en que lo dejó su mentor político. Antes bien, lo está conduciendo hacia el abismo. Todo porque no tiene la formación intelectual para ejercer como Presidente de la República. La improvisación ha caracterizado su gestión al frente de los destinos de Venezuela. ¿Qué pueden esperar los venezolanos de un hombre que de manejar camión pasó a convertirse en diputado de la Asamblea Nacional? Maduro es una copia burda del hombre que estaba llevando a Venezuela al despeñadero.

El movimiento estudiantil que lidera las protestas ha ganado adeptos a su causa. Los partidos de oposición lo respaldan. Y los ciudadanos ven en esas protestas la oportunidad de expresar su inconformismo hacia un gobierno que está llevando al país a una situación deplorable. Las cada vez más nutridas manifestaciones son la expresión del desencanto de un pueblo con su gobernante. Aunque el chavismo dispone de las fuerzas del Estado para mantenerse en el poder, la represión es un arma que puede desestabilizar al Gobierno. La violencia que se ha desatado contra los manifestantes deja mal herido a un régimen que está llamado a actuar con cordura si no quiere que la situación se le salga de las manos.

¿Hacia dónde va Venezuela? El encarcelamiento del líder opositor Leopoldo López es una medida que se puede venir en contra del gobierno de Nicolás Maduro. Sobre todo porque es una actitud desafiante contra la oposición. Los gobiernos democráticos condenan este tipo de arbitrariedades. Eso de montarle un expediente a un líder opositor porque convoca una manifestación es propio de los regímenes dictatoriales, no de una democracia. Como lo es asfixiar a la prensa al no entregarle las divisas que necesita para adquirir en el exterior el papel que requiere para su impresión. Todo esto está llevando a que el presidente venezolano enfrente dificultades que lo pueden llevar a la pérdida del poder.

Venezuela va hacia una situación de inestabilidad política. La polarización puede llevar a extremos violentos que no le convienen al régimen. Las marchas que convocan los movimientos estudiantiles y los partidos de oposición ganan cada día más espacio. Y, sobre todo, despiertan la solidaridad internacional. Los venezolanos empiezan a despertar de ese sueño de redención económica en que los tuvo sumidos Hugo Chávez durante 14 años. Y se están dando cuenta de que haber tratado de reducir la pobreza con asistencialismo hundió al país en una grave crisis económica. Venezuela no cuenta con un aparato productivo que atienda sus necesidades básicas. Y la inversión extranjera fue ahuyentada por las expropiaciones hechas por el Estado.

José Miguel Alzate

El Tiempo

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Caminos

Los levantamientos populares que desde hace dos semanas vienen sucediendo en la vecina República Bolivariana de Venezuela hacen pensar que los ecos de la primavera árabe están llegando a la patria de Bolívar. No otra cosa puede pensarse cuando a través de los medios de comunicación se ve la forma como los venezolanos se levantan para protestar contra un régimen que está conculcando las libertades ciudadanas. Cansados de sufrir el desabastecimiento, los ciudadanos deben salir a las calles para exigir que lleguen a los estantes de los supermercados esos productos que requieren para garantizar una alimentación balanceada.

Pero no es solamente contra el desabastecimiento contra lo que protestan los venezolanos. También lo es contra un gobierno que no ha sabido conducir al país por senderos de desarrollo. Una inflación del 56 por ciento es insostenible para cualquier nación. Se pierde la capacidad adquisitiva y, lo más grave, al trabajador asalariado no le alcanza lo que gana para adquirir los productos de primera necesidad. En un país que importa cerca del 90 por ciento de los productos que requiere para atender las necesidades de consumo de la población, la tasa de cambio afecta notablemente su abastecimiento. La falta de divisas está llevando al país a un colapso económico. Mientras tanto, la inseguridad tiene en jaque a las grandes ciudades.

¿De quién es la culpa de lo que sucede en Venezuela? De su Gobierno. Nicolás Maduro, que trata de parecerse en sus actos y en su tono de voz al desaparecido Hugo Chávez, no ha sabido sacar al país de la postración económica en que lo dejó su mentor político. Antes bien, lo está conduciendo hacia el abismo. Todo porque no tiene la formación intelectual para ejercer como Presidente de la República. La improvisación ha caracterizado su gestión al frente de los destinos de Venezuela. ¿Qué pueden esperar los venezolanos de un hombre que de manejar camión pasó a convertirse en diputado de la Asamblea Nacional? Maduro es una copia burda del hombre que estaba llevando a Venezuela al despeñadero.

El movimiento estudiantil que lidera las protestas ha ganado adeptos a su causa. Los partidos de oposición lo respaldan. Y los ciudadanos ven en esas protestas la oportunidad de expresar su inconformismo hacia un gobierno que está llevando al país a una situación deplorable. Las cada vez más nutridas manifestaciones son la expresión del desencanto de un pueblo con su gobernante. Aunque el chavismo dispone de las fuerzas del Estado para mantenerse en el poder, la represión es un arma que puede desestabilizar al Gobierno. La violencia que se ha desatado contra los manifestantes deja mal herido a un régimen que está llamado a actuar con cordura si no quiere que la situación se le salga de las manos.

¿Hacia dónde va Venezuela? El encarcelamiento del líder opositor Leopoldo López es una medida que se puede venir en contra del gobierno de Nicolás Maduro. Sobre todo porque es una actitud desafiante contra la oposición. Los gobiernos democráticos condenan este tipo de arbitrariedades. Eso de montarle un expediente a un líder opositor porque convoca una manifestación es propio de los regímenes dictatoriales, no de una democracia. Como lo es asfixiar a la prensa al no entregarle las divisas que necesita para adquirir en el exterior el papel que requiere para su impresión. Todo esto está llevando a que el presidente venezolano enfrente dificultades que lo pueden llevar a la pérdida del poder.

Venezuela va hacia una situación de inestabilidad política. La polarización puede llevar a extremos violentos que no le convienen al régimen. Las marchas que convocan los movimientos estudiantiles y los partidos de oposición ganan cada día más espacio. Y, sobre todo, despiertan la solidaridad internacional. Los venezolanos empiezan a despertar de ese sueño de redención económica en que los tuvo sumidos Hugo Chávez durante 14 años. Y se están dando cuenta de que haber tratado de reducir la pobreza con asistencialismo hundió al país en una grave crisis económica. Venezuela no cuenta con un aparato productivo que atienda sus necesidades básicas. Y la inversión extranjera fue ahuyentada por las expropiaciones hechas por el Estado.

José Miguel Alzate

El Tiempo

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