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A Propósito De La Oposición En Venezuela Por Aldo Cívico

Venezuela

En su gran mayoría, las opiniones califican al presidente Maduro como a un villano y a los líderes de la oposición como a héroes. Aclaro que no simpatizo con Maduro, no comparto sus posiciones, especialmente cuando toma decisiones que son antiliberales. Pero el fervor con el cual se ataca a Maduro conlleva a no analizar con mayor objetividad la naturaleza de la oposición y las dinámicas de lo que está pasando en el país vecino.

Hace exactamente 25 años, el 27 de febrero de 1989, se desató en Venezuela una rebelión que se venía cocinando a fuego lento entre un vasto y heterogéneo movimiento social conformado por campesinos, trabajadores, población afro e indígena, quienes salieron a las calles a protestar en contra de las políticas neoliberales del presidente Pérez. Este día pasó a la historia como el Caracazo. La represión fue violenta y dejó unos tres mil muertos. Hugo Chávez utilizó este movimiento social, que había nacido mucho antes que el chavismo, como base para llegar a la presidencia en 1998.

Las manifestaciones de estas semanas fueros desatadas por estudiantes en la ciudad de San Cristóbal, quienes protestan por la ola de violencia que afecta el campus universitario y la poca destreza del Estado para garantizar seguridad. El gobierno venezolano respondió con represión y la protesta desde la ciudad andina se extendió al resto del país. La oposición, frustrada con la derrota del pasado abril del moderado Capriles y con su fracaso en las elecciones locales en diciembre, alimentó las protestas para resucitar sus aspiraciones políticas.

Pero más que la fortaleza de la oposición, las protestas señalan, como lo resalta el politólogo George Ciccariello Maher, la división interna de la misma oposición y su radicalización. De hecho, además de Leopoldo López, han tomado relevancia líderes como María Corina Machado, que respaldó el golpe contra Chávez en 2002, y Antonio Ledezma, alcalde mayor de Caracas, que durante las protestas al comienzo de los años noventa presidió sobre la represión contra docenas de estudiantes.

La oposición hoy en Venezuela, más que una política nueva que emerge, representa un pasado que quiere regresar al poder. Encarna la revancha de la élite tradicional, despojada por el chavismo. Más que la multitud de indignados en Brasil, Chile o España, los disturbios en Venezuela se parecen a los de Kiev, donde las manifestaciones de grupos pro Unión Europea fueron infiltradas por la extrema derecha, como el partido ultranacionalista Svoboda.

Venezuela vive un momento delicado. No es fomentando el sectarismo y la polarización, denigrando a unos como villanos y elevando a otros como mártires, que se favorece una solución democrática y no violenta a la crisis. La historia del sectarismo político en Colombia debería servir de lección. Por el contrario, es necesario crear las condiciones de un ecumenismo político que con el método del diálogo permita enfrentar los grandes retos que enfrenta Venezuela.

@acivico

El Espectador

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Venezuela

En su gran mayoría, las opiniones califican al presidente Maduro como a un villano y a los líderes de la oposición como a héroes. Aclaro que no simpatizo con Maduro, no comparto sus posiciones, especialmente cuando toma decisiones que son antiliberales. Pero el fervor con el cual se ataca a Maduro conlleva a no analizar con mayor objetividad la naturaleza de la oposición y las dinámicas de lo que está pasando en el país vecino.

Hace exactamente 25 años, el 27 de febrero de 1989, se desató en Venezuela una rebelión que se venía cocinando a fuego lento entre un vasto y heterogéneo movimiento social conformado por campesinos, trabajadores, población afro e indígena, quienes salieron a las calles a protestar en contra de las políticas neoliberales del presidente Pérez. Este día pasó a la historia como el Caracazo. La represión fue violenta y dejó unos tres mil muertos. Hugo Chávez utilizó este movimiento social, que había nacido mucho antes que el chavismo, como base para llegar a la presidencia en 1998.

Las manifestaciones de estas semanas fueros desatadas por estudiantes en la ciudad de San Cristóbal, quienes protestan por la ola de violencia que afecta el campus universitario y la poca destreza del Estado para garantizar seguridad. El gobierno venezolano respondió con represión y la protesta desde la ciudad andina se extendió al resto del país. La oposición, frustrada con la derrota del pasado abril del moderado Capriles y con su fracaso en las elecciones locales en diciembre, alimentó las protestas para resucitar sus aspiraciones políticas.

Pero más que la fortaleza de la oposición, las protestas señalan, como lo resalta el politólogo George Ciccariello Maher, la división interna de la misma oposición y su radicalización. De hecho, además de Leopoldo López, han tomado relevancia líderes como María Corina Machado, que respaldó el golpe contra Chávez en 2002, y Antonio Ledezma, alcalde mayor de Caracas, que durante las protestas al comienzo de los años noventa presidió sobre la represión contra docenas de estudiantes.

La oposición hoy en Venezuela, más que una política nueva que emerge, representa un pasado que quiere regresar al poder. Encarna la revancha de la élite tradicional, despojada por el chavismo. Más que la multitud de indignados en Brasil, Chile o España, los disturbios en Venezuela se parecen a los de Kiev, donde las manifestaciones de grupos pro Unión Europea fueron infiltradas por la extrema derecha, como el partido ultranacionalista Svoboda.

Venezuela vive un momento delicado. No es fomentando el sectarismo y la polarización, denigrando a unos como villanos y elevando a otros como mártires, que se favorece una solución democrática y no violenta a la crisis. La historia del sectarismo político en Colombia debería servir de lección. Por el contrario, es necesario crear las condiciones de un ecumenismo político que con el método del diálogo permita enfrentar los grandes retos que enfrenta Venezuela.

@acivico

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