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Venezuela, hasta el último suspiro por Darío Ramírez

 banderadevenezuela-

 

Si tuviésemos que analizar cuál es la mayor pérdida, la más costosa, que este régimen le ha generado a nuestra hermosa tierra, sin duda sería la masiva fuga de talentos que ha provocado en los últimos 15 años, especialmente en las grandes migraciones del 2003 y la actual.

Como hace pocos días decía Carolina Jaimes Branger “¡Pobre del país del que se van sus jóvenes! Se va el futuro, se va el presente… Un país no puede vivir solo de pasado.”. Un país que decide acabar con sus jóvenes es un país que se condena a la miseria, al abandono, a la muerte. El régimen ha sido exitoso en transformar a Venezuela en un hoyo negro del futuro, donde los jóvenes tienen tres opciones: Arrodillarse y vivir al servicio de un régimen que jamás les permitirá opinar, irse o morir.

Esas son las opciones que han quedado. Los que se arrodillan van desde aquel que recibe una beca que no alcanza para nada y a cambio debe ser parte de la violencia que destroza las libertades, hasta el que, enchufado, se hace de dinero sucio en silencio y se mimetiza con el monstruo de la corrupción. Los que mueren solo esperan su turno, mueres en una escalera en un ajuste de cuentas que no te tomó en cuenta, mueres al lado de tu carro sin jamás llegar a tu destino, mueres en el alma desinteresándote por todo, sintiéndote ajeno al país, el régimen de la muerte.

Los que se han ido. Venezuela ha estado por años perdiendo lo que muchos países anhelan: El bono poblacional. Consiste en que el mayor sector de la población se encuentra entre los 18 y 35 años, que es considerada la edad más productiva, es justo ese bono el que hace grande a un país, el que lo lleva al desarrollo, pues el régimen no solo no lo ha aprovechado sino que lo ha destrozado. En vez de abrir caminos para emprendedores, fortalecer las empresas grandes para que generen empleo, darle la oportunidad a los pequeños y medianos empresarios y toda esa fuerza joven se faje a construir el país donde luego envejecerán, les dijo: Las cosas son a la mala, y al que no le gusta, que se vaya.

Y así se han ido, cientos de miles, a probar suerte, a darle suerte a otros países, a sentirse orgullosos pero en la lejanía, solos. A montar un carrito de perro calientes en Nueva York, una arepera en Madrid o un restaurancito venezolano donde se pide una empanada en otro idioma; o a trabajar para a una empresa petrolera en Noruega, todos con un éxito rotundo ¿por qué? Porque los venezolanos somos “pilas”, porque resolvemos, porque tenemos una inteligencia y chispa que nos caracteriza y nos hace más valiosos.

Así se va fugando el talento, como una fuga de gas, e igual de peligroso, pues les estallará en la cara, cuando después de muchos años, aquellos que se fueron hayan hecho una vida afuera y no puedan volver. Pero ¿son estas las únicas opciones? ¿El que se fue no volverá? ¿El que se queda morirá o se rendirá? Pues no, esas son las opciones que tenemos si decidimos seguir viviendo bajo la sombra de lo que hagan ellos. Si nos mantenemos en el campo de acción de un grupito de corruptos, malandros e incompetentes. Si dejamos que ellos sigan tomando nuestras decisiones.

Porque si estando dentro dejaste de creer, ellos ganaron. Si te decepcionan otros y te rindes, ellos ganaron. Si tu alma se murió, ellos lograron su objetivo. Porque si al irte, decides olvidarte de Venezuela “porque el país se perdió”, ellos te destrozaron, no es que somos más pilas y nos salvamos, es que nos arrancaron del corazón y del alma el amor más bello, el que se siente por la Patria. Si te hicieron sentir que no eres venezolano, pues te vencieron y es tan duro como no amar a tu familia.

Y sé que la mayoría no está así, día a día descubro gente maravillosa en New York, Santiago de Chile, Montreal, Colorado, Buenos Aires, Sao Paulo, Bogotá, México DF, Zurich, Madrid, París, Londres, Sídney o Miami, que todos los días se esfuerzan por animar, por recordarles a sus paisanos por qué amamos a Venezuela como la amamos, que saben que serán parte de la reconstrucción, que salimos y volveremos de una manera u otra, que ayudan a los de adentro de mil formas. Sé que hay fuga de cerebros, pero no de corazones. Y mientras eso sea así, hay esperanza y hay fe.

Lo curioso con la fe es que depende solo de quien no la tiene para conocerla en el peor momento y transformarla en un gran motor, o para rendirse y jamás disfrutarla. Es momento de hacer de tripas corazón, para el que se fue que llora a diario su patria, para el que no quiere saber nada más porque se le rompió el corazón al ver a su país caer en una dictadura, para el que se queda y no cree ya, para el que muere a diario. Porque la patria no se puede perder por desamor, porque así muera en nuestros brazos, hasta el último suspiro Venezuela debe saber que se le ama con todo el corazón, desde afuera y desde adentro.

 

@darioramirez

Concejal del Municipio Sucre, Estado Miranda.

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Si tuviésemos que analizar cuál es la mayor pérdida, la más costosa, que este régimen le ha generado a nuestra hermosa tierra, sin duda sería la masiva fuga de talentos que ha provocado en los últimos 15 años, especialmente en las grandes migraciones del 2003 y la actual.

Como hace pocos días decía Carolina Jaimes Branger “¡Pobre del país del que se van sus jóvenes! Se va el futuro, se va el presente… Un país no puede vivir solo de pasado.”. Un país que decide acabar con sus jóvenes es un país que se condena a la miseria, al abandono, a la muerte. El régimen ha sido exitoso en transformar a Venezuela en un hoyo negro del futuro, donde los jóvenes tienen tres opciones: Arrodillarse y vivir al servicio de un régimen que jamás les permitirá opinar, irse o morir.

Esas son las opciones que han quedado. Los que se arrodillan van desde aquel que recibe una beca que no alcanza para nada y a cambio debe ser parte de la violencia que destroza las libertades, hasta el que, enchufado, se hace de dinero sucio en silencio y se mimetiza con el monstruo de la corrupción. Los que mueren solo esperan su turno, mueres en una escalera en un ajuste de cuentas que no te tomó en cuenta, mueres al lado de tu carro sin jamás llegar a tu destino, mueres en el alma desinteresándote por todo, sintiéndote ajeno al país, el régimen de la muerte.

Los que se han ido. Venezuela ha estado por años perdiendo lo que muchos países anhelan: El bono poblacional. Consiste en que el mayor sector de la población se encuentra entre los 18 y 35 años, que es considerada la edad más productiva, es justo ese bono el que hace grande a un país, el que lo lleva al desarrollo, pues el régimen no solo no lo ha aprovechado sino que lo ha destrozado. En vez de abrir caminos para emprendedores, fortalecer las empresas grandes para que generen empleo, darle la oportunidad a los pequeños y medianos empresarios y toda esa fuerza joven se faje a construir el país donde luego envejecerán, les dijo: Las cosas son a la mala, y al que no le gusta, que se vaya.

Y así se han ido, cientos de miles, a probar suerte, a darle suerte a otros países, a sentirse orgullosos pero en la lejanía, solos. A montar un carrito de perro calientes en Nueva York, una arepera en Madrid o un restaurancito venezolano donde se pide una empanada en otro idioma; o a trabajar para a una empresa petrolera en Noruega, todos con un éxito rotundo ¿por qué? Porque los venezolanos somos “pilas”, porque resolvemos, porque tenemos una inteligencia y chispa que nos caracteriza y nos hace más valiosos.

Así se va fugando el talento, como una fuga de gas, e igual de peligroso, pues les estallará en la cara, cuando después de muchos años, aquellos que se fueron hayan hecho una vida afuera y no puedan volver. Pero ¿son estas las únicas opciones? ¿El que se fue no volverá? ¿El que se queda morirá o se rendirá? Pues no, esas son las opciones que tenemos si decidimos seguir viviendo bajo la sombra de lo que hagan ellos. Si nos mantenemos en el campo de acción de un grupito de corruptos, malandros e incompetentes. Si dejamos que ellos sigan tomando nuestras decisiones.

Porque si estando dentro dejaste de creer, ellos ganaron. Si te decepcionan otros y te rindes, ellos ganaron. Si tu alma se murió, ellos lograron su objetivo. Porque si al irte, decides olvidarte de Venezuela “porque el país se perdió”, ellos te destrozaron, no es que somos más pilas y nos salvamos, es que nos arrancaron del corazón y del alma el amor más bello, el que se siente por la Patria. Si te hicieron sentir que no eres venezolano, pues te vencieron y es tan duro como no amar a tu familia.

Y sé que la mayoría no está así, día a día descubro gente maravillosa en New York, Santiago de Chile, Montreal, Colorado, Buenos Aires, Sao Paulo, Bogotá, México DF, Zurich, Madrid, París, Londres, Sídney o Miami, que todos los días se esfuerzan por animar, por recordarles a sus paisanos por qué amamos a Venezuela como la amamos, que saben que serán parte de la reconstrucción, que salimos y volveremos de una manera u otra, que ayudan a los de adentro de mil formas. Sé que hay fuga de cerebros, pero no de corazones. Y mientras eso sea así, hay esperanza y hay fe.

Lo curioso con la fe es que depende solo de quien no la tiene para conocerla en el peor momento y transformarla en un gran motor, o para rendirse y jamás disfrutarla. Es momento de hacer de tripas corazón, para el que se fue que llora a diario su patria, para el que no quiere saber nada más porque se le rompió el corazón al ver a su país caer en una dictadura, para el que se queda y no cree ya, para el que muere a diario. Porque la patria no se puede perder por desamor, porque así muera en nuestros brazos, hasta el último suspiro Venezuela debe saber que se le ama con todo el corazón, desde afuera y desde adentro.

 

@darioramirez

Concejal del Municipio Sucre, Estado Miranda.

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